El arte seg¨²n los Ibarrola
En el ambiente flotaban m¨¢s prevenciones que deseos. A un lado de la mesa, Agust¨ªn Ibarrola, en la ¨¦nesima entrevista de una dilatada vida con el arte como argumento de la creatividad e instrumento de libertad; al otro, Jos¨¦ Ibarrola, su hijo, en el papel de entrevistador. Tras 46 a?os juntos (Jos¨¦ naci¨® en 1955), nunca se hab¨ªan visto en una situaci¨®n como la que les propon¨ªa el programa de la SER Dos a las doce. 'Esto siempre es dif¨ªcil, porque nunca he estado en el papel de entrevistador y menos con mi padre'. Y su padre que recoge el guante y le espeta que al principio le gustaba que el peque?o Jos¨¦ pintara 'en los bajos' de sus lienzos, una especie de perfomance. 'Pero cuando ya te vi de mayor, la verdad es que no me entusiasm¨® nada que fueras para artista. Pero s¨ª me gust¨® que caminaras en solitario y te veo tan buen artista que siento emociones muy profundas'. 'Vamos, que hubieras preferido que fuera m¨¦dico o algo as¨ª', responde Jos¨¦, provocando la risa tranquila que siempre hace m¨¢s dulcemente humano a Agust¨ªn.
Agust¨ªn Ibarrola: 'El Guggenheim es una relaci¨®n de poder en el arte'
Jos¨¦ Ibarrola: 'Los artistas somos enfermos a los que nos quieren sanar'
Hasta ah¨ª, y un poco hacia el recuerdo de Blas de Otero, la referencia permanente de sus viajes a Par¨ªs ('cuando no sab¨ªamos decir ni oui y pint¨¢bamos a brocha gorda las casas de los ricos parisinos para poder sobrevivir, hasta que nos descubri¨® Denisse Ren¨¦ y su compa?ero Richard Mortensen'), hasta ah¨ª lleg¨® la concesi¨®n a lo emotivo -c¨¢rcel incluida- entre dos personas ansiosas por hablar de arte y huir de los ribetes ¨¦picos que siempre despierta su apellido.
Jos¨¦ arranca con la desesperanza del arte actual trufado de negocio y espect¨¢culo 'y adem¨¢s con muy mal rollo entre la gente, porque estamos asistiendo a fen¨®menos en el campo del arte muy te?idos por la actualidad pol¨ªtica y por la actualidad social'. La p¨¦rdida de romanticismo aut¨¦ntico en el arte y en el artista irrita a Jos¨¦ Ibarrola, quien echa en falta aquel esp¨ªritu de libertad que hace del artista algo m¨¢s. 'Pero es que nosotros no ten¨ªamos arropamiento de las instituciones. Lleg¨¢bamos a artistas por vocaci¨®n y nuestros modelos eran los artistas que estaban en el exilio', recuerda Agust¨ªn Ibarrola. Tiempos de cultura global, de tertulia con Blas de Otero, Gabriel Celaya, Gabriel Aresti, Sabina de la Cruz. 'Es decir, tiempos que no eran precisamente de romanticismo. Yo no los recuerdo como a?orando que el artista tiene que partir absolutamente de nada', insiste Agust¨ªn,
El debate permanece latente porque Jos¨¦ piensa que 'la p¨¦rdida del romanticismo no es tanto ese romanticismo nost¨¢lgico de una ¨¦poca, sino la p¨¦rdida de una capacidad revolucionaria del arte, que te hace modificar tus ideas y cuestionarse cosas. A m¨ª me parece sorprendente que el Bosque de Oma sea siempre noticia por los atentados que se producen o por la posibilidad de que solidaricen algunos o no, y nunca se refieran a ¨¦l como apuesta est¨¦tica'.
Para Agust¨ªn, 'el arte ha servido para una relaci¨®n de las cosas con las gentes y cuando yo he pintado el bosque no s¨®lo lo he querido hacer para parecerme a los artistas de Santimami?e, sino tambi¨¦n para romper el principio de que hay materiales importantes y materiales no importantes. Las clases dominantes nos han impuesto hasta un gusto por el uso de materias siempre caras, como el oro, la plata, el bronce, los m¨¢rmoles. Mi motivo de reflexi¨®n han sido las materias del medio y en el mundo industrial son los hierros con sus ¨®xidos, pero tambi¨¦n el papel que tienen sus grafismos. Por eso estoy haciendo esculturas de papel. Y algunos te preguntan: '?Y esto se puede vaciar y pasarlo al bronce?' ?Pu?etas! Cuando estoy poniendo los titulares estoy dando testimonio de lo que ocurre en mi tiempo'.
Hay dolor en la situaci¨®n actual del arte. Dolor a trav¨¦s del tiempo en Agust¨ªn y dolor en su hijo por la trivializaci¨®n del artista (es pintor y ha realizado muchos dise?os para el teatro). Dolor porque la noticia del Guggenheim no sea el valor de las obras que compra, sino el precio que cuestan. Para Agust¨ªn, 'el Guggenheim es una relaci¨®n de poder en el arte a base de prestigiar unos cuantos autores y unas pocas l¨ªneas est¨¦ticas y hacer que los estados paguen adem¨¢s, en cualquier parte del mundo. Y as¨ª se llega a establecer un arte mundial, global'.
No todo est¨¢ perdido. 'En el fondo los artistas son gente enferma que tienen un punto de vista diferente y yo creo que lo que est¨¢n intentando es hacernos a todos sanos' concluye Jos¨¦ Ibarrola, que deja algunas cosas para despu¨¦s: 'Ha sido un placer y luego seguimos porque hay temas que tenemos que solucionar en casa,... eso de que no quieres que yo sea pintor lo tendremos que discutir. Je, je.' 'Es que ya lo eres, a pesar de todo', asume su padre.
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