La batalla del ruido en Bel¨¦n
Los palestinos cercados en la iglesia de la Natividad tocan las campanas para responder a la guerra psicol¨®gica de la megafon¨ªa israel¨ª
El agua ha dejado de correr por las calles. Ahora es el silencio el que inunda la ciudad vieja de Bel¨¦n. De vez en cuando, un murmullo. Los vecinos se hablan de ventana a ventana. Tranquiliza o¨ªr sonidos familiares. Significa que se puede avanzar unas casas m¨¢s. Pero el sonido tambi¨¦n puede ser un arma, como cuando la noche anterior el Ej¨¦rcito israel¨ª utiliz¨® su megafon¨ªa para difundir un ruido infernal con el prop¨®sito de presionar psicol¨®gicamente a los palestinos refugiados en la bas¨ªlica de la Natividad, a los que tiene sitiados desde el 2 de abril. Los encerrados respondieron con un repicar de campanas.
'Era un ruido met¨¢lico muy agudo. Hac¨ªa da?o a los o¨ªdos', declara Jader a EL PA?S. 'La matraca se prolong¨® durante m¨¢s de dos horas, pensamos que no iban a dejarnos dormir', a?ade antes de relatar c¨®mo los encerrados empezaron a tocar las campanas de la iglesia. Un portavoz militar declin¨® hacer comentarios sobre el origen de los sonidos.
'Era un ruido met¨¢lico muy agudo. Hac¨ªa da?o a los o¨ªdos. No iban a dejarnos dormir'
Jader, que da clases en la Universidad Al Qods, habla desde la ventana de su casa. Tras la entrada de los tanques en Bel¨¦n, sus 40.000 habitantes y otros tantos de los alrededores est¨¢n bajo el toque de queda permanente. 'En la ciudad vieja', precisa el profesor, 'llevamos 13 d¨ªas de toque de queda estricto; ni siquiera podemos asomarnos a las ventanas: los soldados nos han amenazado con dispararnos si lo hacemos'.
El inesperado concierto es la ¨²ltima de las medidas de presi¨®n psicol¨®gica puestas en marcha por los militares. Desde hace cuatro d¨ªas, tres globos sonda dotados de c¨¢maras de vigilancia surcan el cielo en la perpendicular de la Natividad. 'Ayer [los milicianos] dispararon a uno y lograron tirarlo abajo', relata con admiraci¨®n Alaa, un chaval que nos invita al tejado de su casa para que podamos ver la plaza. Hago la visita con una periodista jud¨ªa israel¨ª que me ha pedido acompa?arme porque quiere ver por s¨ª misma 'lo que no muestran los medios de comunicaci¨®n israel¨ªes'.
En la plaza del Pesebre todo est¨¢ en calma. Demasiado. El coraz¨®n de la ciudad, habitualmente concurrido y bullicioso, est¨¢ desierto. El ret¨¦n que imped¨ªa el paso a la altura de la iglesia sirio-ortodoxa ha desaparecido, pero el avance por la calle Pablo VI resulta penoso. Coches calcinados cierran el paso a modo de barricada. El suelo est¨¢ lleno de trozos de metal y hay que tener cuidado de no pisarlos para no hacer ruido que alerte a los francotiradores israel¨ªes. Hay que caminar pegados a la pared, pero vigilar que no se toca ning¨²n cable. A medida que nos acercamos a la Natividad, aumenta el silencio y el miedo.
'?Yaish!' (Ej¨¦rcito), nos advierten en susurros desde una ventana. Damos la vuelta y tomamos el pasaje de Al Fawaghra. All¨ª interrumpimos la ch¨¢chara de dos vecinas. 'Ah¨ª, ah¨ª', se?alan. En el n¨²mero 5 de la calle, una bomba mat¨® el segundo d¨ªa de la incursi¨®n a Sumaya al Abda y su hijo Jaled.
Desde otra ventana indican la peque?a mezquita de la calle, en el n¨²mero 17. 'Ah¨ª dentro los soldados mataron a tres polic¨ªas palestinos el primer d¨ªa', asegura un muchacho. ?C¨®mo se llamaban? 'S¨®lo conoc¨ªamos a Abu Yusef, de los otros dos no sabemos el nombre'. Tres pares de sandalias baratas les siguen esperando a la puerta del templo profanado.
C¨¢rcel o exilio para los sitiados
'Hay una l¨ªnea delicada entre una operaci¨®n militar exitosa y un desastre de relaciones p¨²blicas. No llegaremos a matarles', manifiesta a este diario un alto funcionario israel¨ª. Sin embargo, la situaci¨®n en la bas¨ªlica de la Natividad parece tener dif¨ªcil salida. Ayer, los milicianos palestinos encerrados en el templo rechazaron la disyuntiva entre el exilio o la c¨¢rcel que les ofrec¨ªa Sharon. 'Jam¨¢s aceptar¨¢n el exilio. ?ste es su pa¨ªs', asegur¨® Salah al Tameri, parlamentario por Bel¨¦n y jefe del equipo palestino que busca una soluci¨®n a la crisis. Sharon hab¨ªa propuesto que los milicianos eligieran entre ser juzgados en Israel o el exilio de por vida. Entre 100 y 200 palestinos armados se encuentran atrincherados desde el pasado d¨ªa 3 en el templo construido donde la tradici¨®n sit¨²a el lugar del nacimiento de Jes¨²s. Junto a ellos, un grupo indeterminado de civiles y unos setenta monjes de los dos conventos adyacentes a la bas¨ªlica. Los religiosos han negado ser rehenes de los milicianos como sostienen los israel¨ªes. Israel ha rechazado la oferta de mediaci¨®n de los representantes de las 13 iglesias cristianas de Jerusal¨¦n. El patriarca latino, el liban¨¦s Michel Sabbah, insiste en el deber de la Iglesia de amparar a quienes han buscado refugio en el templo.
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