El Mediterr¨¢neo, l¨ªnea de fractura
All¨ª donde todo es malo, es bueno conocer lo peor'. Esta afirmaci¨®n de F. H. Bradley, recogida por Th¨¦odore Adorno, no tiene m¨¢s inter¨¦s que ser parad¨®jica. Su moral es, sin embargo, inquietante: ?acaso la resignaci¨®n que la acompa?a nos lleva a aceptar lo intolerable? Heinrich Heine, m¨¢s l¨²cido, dec¨ªa de su ¨¦poca que era un volc¨¢n sobre el que se bailaba, pero que lo importante era que al menos se bailaba. Nuestra ¨¦poca conjuga la ebullici¨®n del volc¨¢n y la amenaza de lo peor. Ya no sabemos a d¨®nde vamos, pero tenemos el sombr¨ªo presentimiento de que, en todo caso, estamos inmersos en un torbellino que nos supera: la explosi¨®n puede llegar en cualquier momento. La incertidumbre frente al futuro se ha convertido en la regla; el retorno de los odios identitarios, de los particularismos etnicistas, de los confesionalismos intolerantes, prospera a la sombra de los grandes imperios comerciales y militares que prefieren unas sociedades tribalizadas a los Estados de derecho.
'Las heridas abiertas'
Sami Na?r Punto de Lecturare.Edici¨®n revisada por el autor, con pr¨®logo de Joaqu¨ªn Estefan¨ªa
Los acuerdos de Barcelona han demostrado ser una jugosa operaci¨®n comercial de la Uni¨®n Europea para abrir los mercados de los pa¨ªses del Sur a sus productos
Las ra¨ªces del resentimiento musulm¨¢n ante el mundo siguen vivas: injusticia para el pueblo palestino, embargo inhumano contra el pueblo iraqu¨ª, miseria, desesperaci¨®n social
El Mediterr¨¢neo del Sur no es m¨¢s que una avanzada ¨¢rabe-musulmana a las puertas de Europa. Las aut¨¦nticas fuerzas centr¨ªfugas vienen de ?frica y Asia. Lo veremos en los pr¨®ximos a?os, aunque se presiente con las migraciones
'Nuestros antepasados', dec¨ªa maravillosamente el gran escritor argelino Kateb Yacine, 'retumban con ferocidad'. La herencia de la Ilustraci¨®n, fundada en las ideas de humanismo, de raz¨®n, de progreso, de tolerancia, de educaci¨®n racional, se ve ahora amenazada por la ola irrefrenable de la cultura del narcisismo. La apolog¨ªa culturalista de la diferencia, a expensas de las pertenencias ciudadanas, se basa en la sombr¨ªa mitolog¨ªa de los 'or¨ªgenes', como si los seres humanos se definieran ahora por una 'esencia' absoluta y no por su actividad y su estatuto social. Se trata de una regresi¨®n cultural sin precedentes en la humanizaci¨®n del hombre, en el proceso mismo de la universalizaci¨®n concreta.
No quiere ello decir que la b¨²squeda de la identidad sea ileg¨ªtima en s¨ª. Es m¨¢s que necesaria cuando se trata de defender la naci¨®n oprimida, las lenguas destruidas, las creencias despreciadas. Pero la identidad se convierte en racismo cuando se petrifica en un particularismo que se opone al resto de la comunidad de los humanos. La identidad, que comienza por la necesidad de la diferencia, se prolonga con frecuencia en una necesidad de distinci¨®n a cualquier precio, y termina a veces en un racismo hosco.
Estas tendencias al repliegue se ven ampliamente acentuadas por el modelo liberal de mundializaci¨®n. ?ste separa m¨¢s que une, particulariza m¨¢s que singulariza, fragmenta al nivelar, deseca al estandarizar. La cultura de la aldea planetaria, presentada como la nueva identidad com¨²n, fortalece en este contexto la privatizaci¨®n de las pertenencias locales en la abstracci¨®n de las identificaciones globales. Es tambi¨¦n la mejor manera de dejar de ver al vecino.
La regi¨®n mediterr¨¢nea
?Y d¨®nde constatarlo mejor que en el Mediterr¨¢neo?
He aqu¨ª una regi¨®n que, tras ser la cuna cultural de la humanidad occidental, se ha convertido en la zona de fracturas m¨¢s importante del planeta. Todos los antagonismos, todas las contradicciones, todos los conflictos del mundo se condensan en ella. Desigualdades econ¨®micas, explosi¨®n demogr¨¢fica, antagonismos identitarios, guerras territoriales, inestabilidad pol¨ªtica: entre las dos orillas del Mediterr¨¢neo, lo peor, en efecto, es posible. Basta con abrir los peri¨®dicos para convencerse de ello. Mencionarlo no es hacer de Casandra.
Frente a ello, un remanso de prosperidad: Europa. Pero en cuanto se observa un mapa, la mirada choca con una evidencia cegadora: las fronteras est¨¢n cerradas, las armas de destrucci¨®n del norte apuntan a las capitales del sur, la emigraci¨®n de las fuerzas vivas del sur desean desplegarse hacia el norte. Dado que el continente presenta una continuidad geogr¨¢fica al oeste con Gibraltar, al este con Turqu¨ªa, ser¨ªa imaginable encontrar algo de esa supuesta cultura de aldea global, pero entre Tarifa y T¨¢nger se da el autismo m¨¢s grave. Y los turcos todav¨ªa no han convencido de su europeidad a pesar de unos esfuerzos que en ocasiones bordean la humillaci¨®n cultural. C¨®mo no ver adem¨¢s que todo el arco que va de Marruecos a Pakist¨¢n, por no hablar de la inmensa Indonesia, es el que se ve atravesado hoy por sacudidas identitarias. El Mediterr¨¢neo del Sur no es m¨¢s que una avanzada ¨¢rabe-musulmana a las puertas de Europa. Las aut¨¦nticas fuerzas centr¨ªfugas vienen de ?frica y de Asia. Lo veremos en los pr¨®ximos a?os; se presiente ya con el cambio de naturaleza de los flujos migratorios.
El Mediterr¨¢neo est¨¢ en crisis y esta crisis gira fundamentalmente en torno al conflicto palestino-israel¨ª. Sea cual sea el modo en que se enfoque el problema siempre se llega a la misma conclusi¨®n: la falta de respeto al derecho es la que provoca la violencia. El no reconocimiento del derecho del pueblo palestino a un Estado viable es el que provoca la resistencia palestina.
No habr¨¢ paz en el Mediterr¨¢neo si no hay paz en Oriente Medio, y no habr¨¢ paz entre israel¨ªes y palestinos sin el leg¨ªtimo reconocimiento del derecho de los palestinos a establecer el Estado de su elecci¨®n en su tierra. Desde hace mucho tiempo se sabe que no puede haber ni vencedor ni vencido, porque en este caso se trata de dos nacionalismos que se han engendrado mutuamente, y porque haber colonizado una parte, la m¨¢s importante es cierto, de Palestina, no significa que los israel¨ªes no tengan ninguna legitimidad. La tienen, es necesario repetirlo, no por su fuerza, sino por el reconocimiento internacional que fij¨®, en 1948, para bien y para mal, las fronteras del Estado de Israel. Dichas fronteras fueron ampliadas por Israel en 1967, se ocuparon nuevos territorios, se desarrollaron nuevas colonizaciones. La comunidad internacional ha condenado este Estado de hecho; Israel, apoyado por Estados Unidos, no respeta las resoluciones de Naciones Unidas. El no derecho se ha convertido pues en regla, el poder brutal, en m¨¦todo de gesti¨®n de este conflicto. De ello derivan el terrorismo y la terrible inseguridad a que se enfrentan toda la poblaci¨®n civil, tanto israel¨ª como palestina.
La opci¨®n de la guerra
Es una tragedia, porque palestinos e israel¨ªes pueden vivir en paz. Cuando los palestinos no reconoc¨ªan la existencia del Estado de Israel, pod¨ªa comprenderse que ¨¦ste rechazara las resoluciones de la ONU, pero a partir del momento en que la OLP, representante leg¨ªtima del pueblo palestino, reconoci¨® la existencia del Estado israel¨ª, y acept¨® crear un Estado sobre (solamente) el 18% de la Palestina hist¨®rica, la negativa israel¨ª a negociar la paz aparece como lo que es: la opci¨®n, de hecho, de proseguir la guerra hasta la destrucci¨®n final de la resistencia palestina.
Es una opci¨®n demencial, pues jam¨¢s los palestinos, y a¨²n menos las poblaciones del mundo arabomusulm¨¢n aceptar¨¢n este estado de cosas. Isaac Rabin lo comprendi¨®, apost¨® por la paz. Fue asesinado por extremistas israel¨ªes. Y desde entonces ning¨²n pol¨ªtico israel¨ª ha sido capaz de coger esa antorcha. La hipocres¨ªa se suma al ejercicio de la violencia brutal.
El pueblo israel¨ª no merece esa suerte, como tampoco el pueblo palestino. La pol¨ªtica actual del Gobierno Sharon lleva directamente a la guerra total. Nunca se ha visto Israel tan amenazada en su legitimidad ante la opini¨®n mundial y nunca el pueblo palestino se ha visto enfrentado a un destino tan cruel.
Europa es impotente, aunque haya condenado en¨¦rgicamente el comportamiento del Gobierno israel¨ª. Estados Unidos, garante del proceso de paz desde los Acuerdos de Oslo, apoya de hecho la pol¨ªtica de Sharon. Desde la llegada al poder de la Administraci¨®n republicana, se ha tomado aparentemente la decisi¨®n de mantener un foco de tensi¨®n abierto en Oriente Medio para dominar toda la regi¨®n a trav¨¦s de Israel. Consecuencia: abandono de la OLP, fin del proceso inaugurado en Madrid, guerra.
Los acuerdos de Camp David, propuestos bajo la ¨¦gida del ex presidente Clinton, no eran perfectos para nadie, pero al menos ten¨ªan el m¨¦rito de abrir una nueva etapa en una negociaci¨®n amenazada por todos lados. ?C¨®mo no se comprendi¨® que, dada la relaci¨®n de fuerzas de entonces, rechazar un acuerdo imperfecto beneficiar¨ªa sobre todo a los partidarios de todos los rechazos? Era mejor ese acuerdo, perfeccionable a posteriori, que el callej¨®n sin salida que iba a provocar un fracaso de las negociaciones de Camp David. No se sabe qui¨¦n es realmente el causante de ese fracaso.
Arafat ha dicho en m¨¢s de una ocasi¨®n que el primer ministro israel¨ª de entonces, Yehud Barak, enga?¨® a los palestinos durante las negociaciones. Pero la manipulaci¨®n es inherente a toda negociaci¨®n. Neg¨¢ndose a comprometerse a llegar a un acuerdo, aunque fuera imperfecto, los dos protagonistas se arriesgaban a encontrarse en una situaci¨®n sin salida. Y en ella est¨¢n.
Si la OLP desaparece, lo que parece ser el objetivo de Sharon y de Bush, Ham¨¢s se convertir¨¢ en el ¨²ltimo refugio de los palestinos desesperados, y el conflicto, que es pol¨ªtico y territorial, pasar¨¢ a ser religioso. Ya lo es en cierta medida, porque Sharon hace la guerra en nombre de una concepci¨®n esencialmente mesi¨¢nica y confesional de Israel, pero hasta ahora, las fuerzas laicas, tanto en Israel como en la OLP, hab¨ªan logrado evitar la confesionalizaci¨®n del enfrentamiento. El hecho de que los laboristas acepten hoy ser fiadores de la pol¨ªtica de Sharon es, desde este punto de vista, una cat¨¢strofe hist¨®rica. Es la derrota p¨®stuma de Rabin.
?Est¨¢n condenados los pueblos de esta regi¨®n a oprimirse hasta el apocalipsis final? Ser¨ªa dram¨¢tico para el futuro de las relaciones en el Mediterr¨¢neo que este conflicto se transformase en una guerra entre jud¨ªos y musulmanes. Es lo que quieren la extrema derecha y la derecha israel¨ªes, es lo que les opondr¨¢n los integristas musulmanes, que tienen muchas razones para pensar que el tiempo juega a su favor.
Sin embargo, tras la guerra del Golfo se pod¨ªa pensar que por fin la raz¨®n y la justicia iban a prevalecer en este conflicto. Los Acuerdos de Madrid, seguidos por los de Oslo, dibujaban una perspectiva, insatisfactoria para algunos, pero realista para todos. La Conferencia de Barcelona (1995) iba en la misma l¨ªnea, y la idea de un partenariado global entre los Estados de las dos orillas del Mediterr¨¢neo, incluidos Israel y Palestina, parec¨ªa un proyecto sensato. Lo que se constata hoy es terrible. Es el fracaso. No quedan m¨¢s que ruinas. Arafat es perseguido en Ramala.
Propuesta saud¨ª de paz
Por otra parte, ante esta situaci¨®n, el pr¨ªncipe Abdallah de Arabia Saud¨ª propuso un acuerdo de paz global a los israel¨ªes. El Consejo de Seguridad adopt¨®, el 12 de marzo de 2002, la resoluci¨®n 1.397, que da contenido jur¨ªdico internacional a esta propuesta saud¨ª y reconoce el derecho a un Estado soberano para los palestinos. Es una innovaci¨®n decisiva. Israel no puede ahora escapar otra vez a sus responsabilidades. Europa apoy¨® tambi¨¦n esta resoluci¨®n. Pero no se sabe si la raz¨®n va finalmente a triunfar: la pol¨ªtica de Sharon sigue siendo muy agresiva y violenta.
Los acuerdos de Barcelona han demostrado ser lo que en realidad eran: una jugosa operaci¨®n comercial de la Uni¨®n Europea para abrir los mercados de los pa¨ªses del Sur a sus productos y, al mismo tiempo, hacer que esos pa¨ªses sean a¨²n m¨¢s dependientes de una financiaci¨®n que tarda en llegar y de unas inversiones ilusorias.
Los atentados del 11 de septiembre contra los s¨ªmbolos del poder estadounidense, que provocaron la muerte de varios miles de civiles, han hecho la situaci¨®n m¨¢s dram¨¢tica todav¨ªa. Nada podr¨¢ jam¨¢s justificar esos actos criminales. Estados Unidos ha reaccionado con la dureza caracter¨ªstica de una gran potencia con el orgullo herido. Miles de muertos en Afganist¨¢n, el r¨¦gimen talib¨¢n destruido (lo merec¨ªa), prisioneros tratados b¨¢rbaramente. Pero hay que recordar que, durante m¨¢s de veinte a?os, esos talibanes, lo mismo que Bin Laden, han sido protegidos, aliados y clientes de Estados Unidos; que, seg¨²n los propios servicios de informaci¨®n estadounidenses, hasta agosto de 2001, los contactos de Estados Unidos con los talibanes para llevar petr¨®leo al Mar Caspio eran constantes. ?Llegaremos alg¨²n d¨ªa a enterarnos de lo que hay detr¨¢s de la tragedia del 11 de septiembre? Hasta el momento, nada se ha resuelto: las dictaduras contin¨²an prosperando en la regi¨®n, Bin Laden se ha evaporado en las monta?as de Asia. ?Qu¨¦ nos reserva el futuro?
Las ra¨ªces del resentimiento musulm¨¢n frente al resto del mundo siguen vivas: injusticia para el pueblo palestino, embargo inhumano contra el pueblo iraqu¨ª, falta de democracia en los pa¨ªses de Oriente Medio. Pobreza, miseria, desesperaci¨®n social. Es esta situaci¨®n la que provoca la c¨®lera y la violencia de los pueblos; es la que hace aumentar su odio contra 'Occidente'. Y ¨¦ste, al apoyar a reg¨ªmenes dictatoriales y con frecuencia feudales para garantizarse mejor el control de la riqueza energ¨¦tica y los petrod¨®lares, al mantener adem¨¢s un doble lenguaje al negarse a defender la justicia en esos conflictos, fortalece el desprecio y la desconfianza de que es objeto. Como el sue?o de la raz¨®n, la pol¨ªtica del doble rasero, produce monstruos.
El eje de Bush
Se pod¨ªa esperar que, golpeado en carne propia por los atentados, Estados Unidos iba a sacar m¨¢s fuerza y valor para favorecer la paz. Desgraciadamente constatamos que m¨¢s bien se deja dominar por la c¨®lera y cae en el manique¨ªsmo m¨¢s primario. Es triste ver c¨®mo para el actual gobierno estadounidense el mundo se divide entre los que le siguen ciegamente y el resto, a quienes se considera enemigos potenciales. Incluso los dirigentes europeos, de cuya solidaridad con Estados Unidos no se puede dudar, se ven en la picota, e incluso insultados, porque no comparten el manique¨ªsmo misionero de la Administraci¨®n estadounidense. El presidente Bush habla de un 'eje del mal'; en ¨¦l ha colocado a Irak, que no tiene nada que ver con los atentados del 11 de septiembre, Ir¨¢n y Corea del Norte. Esta manera de ver las cosas demuestra que, lejos de querer actuar sobre las causas del odio antiamericano, lo que busca la Administraci¨®n es aprovecharse de la situaci¨®n para atacar a los Estados que se niegan a someterse a su dominaci¨®n.
Se est¨¢ instaurando una nueva visi¨®n de las relaciones internacionales; y no puede llevar m¨¢s que al enfrentamiento. Es cierto que la base ideol¨®gica de esa concepci¨®n ha sido pacientemente elaborada desde el comienzo de los a?os noventa del siglo pasado: Samuel Huntington (1993), con el simplismo propio de todos los fabricantes de propaganda guerrera, fue su artesano. Al desarrollar la idea del 'choque de civilizaciones', justificaba a priori no s¨®lo la guerra contra todos los que rechazan el orden cultural e identitario estadounidense sino tambi¨¦n el punto de vista de los adversarios de Estados Unidos. Seg¨²n esa tesis, el 'choque de civilizaciones' dominar¨ªa la pol¨ªtica mundial; las l¨ªneas de divisi¨®n entre las 'civilizaciones', concebidas como entidades cerradas, ser¨ªan los frentes de batalla del futuro. El principal conflicto se dar¨ªa entre 'Islam' y 'Occidente', 'Confucionismo' y 'Occidente'. Naturalmente, se trata de una concepci¨®n imperial pues considera que hay unas civilizaciones superiores y otras inferiores. No merecer¨ªa ni siquiera discutirse si no funcionara en realidad como una aut¨¦ntica m¨¢quina de guerra ideol¨®gica al servicio de la pol¨ªtica de poder. En nombre de esta concepci¨®n de las relaciones internacionales, todos los cr¨ªmenes contra la humanidad pueden ser posibles. Y, amargamente, nos trae a la memoria la ¨¦poca del Kulturkampf que precedi¨® a la segunda guerra mundial. Urge salir de este universo paranoico.
Conferencia internacional
Lo que hay que hacer no es demasiado complicado. Hay que convocar una conferencia internacional para Oriente Medio en la que Estados Unidos, Europa, Rusia, los israel¨ªes, los palestinos, los pa¨ªses ¨¢rabes implicados en el conflicto se encuentren para proponer un acuerdo de paz garantizado por la comunidad internacional. Hoy es posible, porque todo el mundo es consciente de que la paz americana ha fracasado y de que la paz del mundo est¨¢ amenazada por el terrorismo internacional. Europa deber¨ªa abogar sin descanso a favor de esta soluci¨®n. Los grandes Estados-naci¨®n europeos deben hacer de los pa¨ªses del sur del Mediterr¨¢neo el eje principal de sus relaciones. Ello permitir¨ªa adem¨¢s, relanzar sobre unas bases firmes el partenariado global entre las dos orillas.
Est¨¢ demostrado que, en el Mediterr¨¢neo, las relaciones estrictamente comerciales norte-sur no funcionan si no se desarrollan sobre una concepci¨®n global de la cooperaci¨®n. Ya no es posible separar la econom¨ªa de la pol¨ªtica de seguridad, como no se puede cortar en pedazos un cuerpo vivo y esperar que siga viviendo. La pol¨ªtica europea debe pues superar el simple estadio de las relaciones comerciales y orientarse resueltamente hacia una zona de cooperaciones solidarias y de codesarrollo industrial, tecnol¨®gico y cient¨ªfico entre las dos orillas. El desarrollo de la orilla sur es el mejor cimiento de la paz.
Adem¨¢s, es inevitable que en su momento, se plantee la cuesti¨®n de la ampliaci¨®n del espacio europeo al sur del Mediterr¨¢neo. Algunos no quieren o¨ªr hablar de ese desaf¨ªo. Demuestran poca vista. Los intereses de Europa ir¨¢n ineludiblemente hacia esa ampliaci¨®n. Ello permitir¨¢ tambi¨¦n crear las condiciones para el advenimiento de un aut¨¦ntica pol¨ªtica de seguridad europea y favorecer, despu¨¦s, el surgimiento de un mundo multipolar. No es un insulto decir que Estados Unidos no conoce ni humana ni culturalmente a los pueblos del sur del Mediterr¨¢neo, y que el mejor servicio que podr¨ªan prestarnos a todos es mantenerse alejados. (...)
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