Toros y cultura
Todo tiene su cara y su cruz, su parte de dentro y su parte de fuera: el dolor est¨¢ dentro y las l¨¢grimas fuera, el cuchillo est¨¢ fuera y la sangre est¨¢ dentro. A veces un asesino o un canalla, una de esas personas que unas veces viven dentro de la palabra terrorista y otras veces viven dentro de la palabra marido, son capaces de juntar esas dos mitades, llevar la sangre del lado del cuchillo, los golpes o las bombas del lado del dolor. Y, a veces, eso que vale para dentro y fuera tambi¨¦n sirve para cara o cruz. De hecho, en este mundo nuestro sucesivamente m¨¢s sabio y m¨¢s necio, m¨¢s desarrollado y m¨¢s injusto, cada vez es m¨¢s normal ver juntas la cara y la cruz de las cosas, su zona iluminada y su zona sombr¨ªa.
Esta misma semana, por ejemplo, una coincidencia macabra enfrent¨® dos p¨¢ginas de este peri¨®dico: la pagina de la izquierda, en blanco y negro, informaba de otro grupo de inmigrantes rescatados de alta mar y detenidos en las costas espa?olas, mujeres y hombres a quienes se ve¨ªa en las fotos del diario envueltos en mantas, con los ojos cegados por el hambre y el cansancio; en la p¨¢gina de la derecha, a todo color, hab¨ªa un anuncio que promocionaba las playas de Santo Domingo, y en las fotos, brillantes como p¨¢jaros tropicales, se ve¨ªan palmeras frondosas, mares azules llenos de olas publicitarias, hoteles con piscina. ?Qu¨¦ hay que hacer para saber en qu¨¦ consiste este mundo nuestro? ?Restarle a los aviones tur¨ªsticos que van a Santo Domingo las pateras que llegan a Tarifa o a Fuerteventura?
Estos d¨ªas tambi¨¦n coinciden en Madrid dos acontecimientos muy distintos entre s¨ª pero que algunos incluyen dentro de la palabra cultura: por una parte, est¨¢ la Feria del Libro Antiguo y de Ocasi¨®n y, por otra, la feria taurina de San Isidro. Conozco gente que, incluso, va de una cosa a la otra con absoluta soltura, de las casetas llenas de primeras ediciones y libros baratos -por desgracia, cada vez m¨¢s de lo segundo que de lo primero- del paseo de Recoletos a la arena amarilla de Las Ventas. Sin duda, mucha gente le otorga unas fronteras imperiales a la palabra cultura, le pone unos l¨ªmites ilimitados que van de G¨®ngora a Jos¨¦ Tom¨¢s y de Neruda a El Juli. Porque los toros, dicen esos aficionados, son una expresi¨®n de nuestra cultura, una de las m¨¢s genuinas, de las que m¨¢s novelas, poemas, dramas, pel¨ªculas, cuadros y partituras han inspirado. Aunque, claro, tambi¨¦n han inspirado libros, largometrajes y cuadros las guerras, los fusilamientos, los suicidios y los diversos holocaustos que ha sufrido la humanidad, y eso no los convierte en espect¨¢culos culturales.
Uno no entiende muy bien c¨®mo esa expresi¨®n brutal de nuestras costumbres puede ponerse al lado, por ejemplo, de la literatura, pero la verdad es que as¨ª es justo como sucede: para muchos, ir a los toros es una expresi¨®n de refinamiento, y no hace falta m¨¢s que echarle un vistazo al lenguaje de los aficionados taurinos, cuyo vocabulario propio, incomprensible para el resto de los mortales, est¨¢ lleno de exquisiteces, met¨¢foras y efervescencias que dejan caer los iniciados, como quien deja caer un pa?uelo de encaje, para medir a sus colegas o vecinos, para ver qu¨¦ grado de conocimiento de la materia y del oficio tiene el espectador del asiento de al lado. Van a los toros como quien va al Museo del Prado.
Ayer, al entrar en una cafeter¨ªa, vi por televisi¨®n el momento en que el matador clavaba su espada en el toro. El animal qued¨® herido de muerte, tambale¨¢ndose, y el p¨²blico contuvo la respiraci¨®n mientras el toro emit¨ªa un sonido horrible y hac¨ªa correr por los tendidos esa especie de viento negro que parece salir de la boca de los agonizantes; al rato empez¨® a vomitar sangre y a levantar la cabeza al cielo, como buscando un poco de ox¨ªgeno en las alturas. Despu¨¦s, cay¨® al ruedo, le cortaron las orejas cuando a¨²n se mov¨ªan sus patas y lo arrastraron con unas mulas. Eso que llaman el respetable rugi¨® de satisfacci¨®n. Al d¨ªa siguiente, todos los peri¨®dicos dedicaban un buen espacio a la corrida. La secci¨®n La Lidia es contigua a la secci¨®n La Cultura. Yo record¨¦ el esc¨¢ndalo que hubo hace poco, cuando unos miserables le cortaron las patas a unos perros. Otros pensaron en Cervantes, y cuando salieron de Las Ventas fueron a comprar libros a Recoletos. Viva la cultura.
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