Winterbottom filma el interior de la m¨²sica de Manchester
Manoel de Oliveira trae otra de sus elegantes pel¨ªculas literarias
No se hab¨ªa filmado el interior de una m¨²sica con la explosiva combinaci¨®n de iron¨ªa y pasi¨®n con que Michael Winterbottom hace estallar 24 hour party people, un vibrante vuelo en las atm¨®sferas, cargadas de sexo, drogas, rock y muerte, del Manchester de 1976, donde naci¨® el foco de m¨²sica discotequera Factory Records. En los ant¨ªpodas, el portugu¨¦s Manoel de Oliveira trajo cine de plena juventud a los 94 a?os, El principio de incertidumbre, que es otro derroche de cine sin ataduras.
'24 hour party people' arranca con el primer concierto, en 1976, de los Sex Pistols
Michael Winterbottom explica as¨ª la g¨¦nesis de su pel¨ªcula: 'La idea naci¨® hace tres a?os, mientras rodaba El perd¨®n en las monta?as de Canad¨¢ y de pronto me invadi¨® la nostalgia de Manchester, donde crec¨ª entre unas m¨²sicas que todav¨ªa siguen sonando dentro de m¨ª'.
Tras este detonante todo fue r¨¢pido, porque aunque hab¨ªa muchas historias que contar alrededor de ese tiempo, esa ciudad y esas m¨²sicas, todas ellas converg¨ªan en el mismo escenario, la promotora de bandas y editora de discos Factory Records y su creador Tony Wilson, un presentador de la televisi¨®n local que se convirti¨® en eje y foco de la m¨²sica pop de Manchester entre 1976 y 1992, que es el agitado itinerario que recorre vertiginosamente la c¨¢mara ir¨®nica, ¨¢gil, libre de este magn¨ªfico cineasta brit¨¢nico todoterreno, capaz de asaltar todos los g¨¦neros y moverse en todos los registros y estilos.
El arranque de 24 hour party people es poderoso. El 4 de junio de 1976, Tony Wilson -que es interpretado con gracia, flema y talento por Steve Coogan- asisti¨®, acompa?ado de su mujer Lindsay -que recrea maravillosamente Shirley Henderson-, al primer concierto de un grupo que emerg¨ªa de las sombras y se hac¨ªa llamar Sex Pistols, cuenta Wilson, y el filme lo corrobora al pie de la letra: 'S¨®lo hab¨ªa 42 personas en la sala, pero todas nos alimentamos all¨ª de poder, de energ¨ªa, de potencia y de magia'. Y, arrastrados por este instante m¨¢gico y loco de la m¨²sica, dos muchachos de aquellos 42, el propio Wilson y Alain Erasmus -que interpreta con burlona fuerza Lennie James-, con febril admiraci¨®n hacia los Pistols y atrapados por la electricidad punki del grupo, imaginaron un proyecto que alter¨® no s¨®lo el negocio de la m¨²sica brit¨¢nica en las dos d¨¦cadas siguientes, sino que modific¨® tambi¨¦n las luces y la fisonom¨ªa de Manchester, que de capital industrial en decadencia se alz¨® de pronto como un lugar de creaci¨®n art¨ªstica.
Y, arrancando de ah¨ª, de arriba del todo, Winterbottom se las arregla para hacer lo imposible: seguir subiendo. El vuelo de su c¨¢mara es viv¨ªsimo e incesante y -aunque alg¨²n despistado pueda identificarlo con una tacada de im¨¢genes hist¨¦ricas propias de la est¨¦tica del clip- est¨¢ en realidad hecho de cine recio y qu¨ªmicamente puro. Y es adem¨¢s cine s¨®lido, arrancado, en las ant¨ªpodas del clip, de las cadencias y las atm¨®sferas de la m¨²sica que narra, y en cuyos recovecos, que saltan del humor a la tragedia con una agilidad pasmosa y a veces desconcertante, nos extrav¨ªamos de pronto para acto seguido -tras un instante de desconcierto ante la velocidad con que se suceden las im¨¢genes de los sucesos- retomar el hilo y acompasar la mirada al v¨¦rtigo de las ideas visuales de Winterbottom, que est¨¢n llenas de cine futuro, es decir, de cine de siempre.
De ah¨ª que funcionase y que inexplicablemente resultase armoniosa, la combinaci¨®n ayer aqu¨ª de este trepidante filme brit¨¢nico y el parsimonioso y sereno itinerario de la nueva pel¨ªcula del maestro portugu¨¦s Manoel de Oliveira, que esta vez se mete dentro de El principio de incertidumbre, extra¨ªdo de la gran escritora Agustina Bessa-Luis. Oliveira, que no tiene a los 94 a?os ni el m¨¢s m¨ªnimo temblor en la mirada, sino que sostiene su idea del cine con firmeza, dominio y buen pulso creciente, sigue adentr¨¢ndose -en ritmo de adagio, lento pero ¨¢gil y no moroso- en las claves de la exquisita transparencia de su estilo y camina con pasos de seda en el interior de una intrincada saga familiar llena de tanta y tan noble pureza literaria, que s¨®lo ¨¦l puede, porque est¨¢ dotado de la rara sensibilidad que requiere lograr este milagro de inversi¨®n, convertir en puro cine. Cine, obviamente, casi necesariamente, minoritario, pero con pinta de imperecedero.
Mezcla Oliveira sin soluci¨®n de continuidad la acci¨®n dramatizada y la acci¨®n simplemente dicha, la representaci¨®n y la pura palabra. Dice Oliveira: 'Si fuese posible invertir la l¨®gica, me permitir¨ªa el lujo de decir que Agustina Bessa-Luis ha realizado un magn¨ªfico filme y que yo he escrito una bella novela'. Y se produce en El principio de incertidumbre, como siempre en la obra de Oliveira, un rescate no modal, sino sustancial de lo antiguo, de esas configuraciones de la imaginaci¨®n o, si se quiere, del esp¨ªritu, a las que no erosiona el paso del tiempo. Lo que con otra ¨®ptica llamamos arte cl¨¢sico.
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