El ocaso de Neguri
S¨ª, hay un ambiente muy pesimista, como de cat¨¢strofe'. Acodado junto al ventanal del bar Tamarises, obligado punto de encuentro de las gentes de Neguri, el hombre que porta uno de esos apellidos rotundos de gran alcurnia recorre lentamente con la mirada las aguas del Abra bilba¨ªna para detenerse al otro lado de la orilla, en un punto indeterminado del brumoso paisaje de gr¨²as, instalaciones industriales y espacios abandonados de la margen izquierda.
Es un gesto inconsciente, un reflejo cotidiano que las grandes familias industriales y financieras vizca¨ªnas llevan repitiendo desde hace cuatro generaciones. Cuesti¨®n de perspectiva y de vasos comunicantes entre dos mundos radicalmente separados. C¨®modamente instaladas en sus, en otro tiempo, lujosos fortines, las gentes de Neguri llevan siglo y medio inspeccionando la otra orilla, s¨®lo que esa mirada, que no encuentra ya en lontananza el monstruo rugiente, volc¨¢nico, de los Altos Hornos, est¨¢ ahora pre?ada de nostalgia y de fatalismo. 'Es una situaci¨®n horrible. Emilio Ybarra y los otros consejeros del banco son unas bell¨ªsimas personas, grandes caballeros que han hecho ganar mucho dinero a los accionistas. ?Qui¨¦n pod¨ªa pensar que estos hombres pod¨ªan caer en picado?', comenta, escandalizado, nuestro hombre del Tamarises.
En el coraz¨®n f¨ªsico de esta aristocracia nadie parece dudar de que la expulsi¨®n del BBVA es el tiro de gracia a esta clase privilegiada que busca ahora culpables entre su partido, el PP, y en el Gobierno de Aznar
Corren versiones de encuentros poco amistosos entre Ybarra y sus antiguos consejeros. Ampuero le dijo en el Club Mar¨ªtimo: 'Emilio, nos has vendido'
El terrorismo de ETA, que ha visto en los habitantes del barrio de Neguri una fuente inagotable de recursos, se ha ensa?ado con este grupo social
Lo que deshizo la uni¨®n entre las familias y dio paso a la etapa caracterizada como la del 's¨¢lvese quien pueda' fue el secuestro y asesinato de Javier Ybarra en 1977
Tal y como hizo con los pasados Gobiernos socialistas, la oligarqu¨ªa vasca ha llegado a una relativa simbiosis con el nacionalismo
Han pasado ya bastantes semanas, pero la antigua oligarqu¨ªa de Neguri no acaba de cre¨¦rselo. Su ¨²ltimo basti¨®n, el banco que crearon hace 150 a?os para consolidar un poder econ¨®mico y pol¨ªtico imponente, ha pasado a manos extra?as, manos plebeyas podr¨ªamos decir, abusando de los viejos clich¨¦s.
Por vez primera en la historia no hay un Ybarra ni un Ampuero en el Consejo de Administraci¨®n del BBVA, y las grandes familias de los barones, condes y marqueses sider¨²rgicos se encuentran excluidas de la direcci¨®n del banco. Algunas de ellas, los Icaza, Lezama Leguizamon, Aresti, Muguruza, acaban de ser arrastradas por la ca¨ªda en desgracia del ex presidente del banco Emilio Ybarra, su ¨²ltimo campe¨®n en las finanzas. Todo un esc¨¢ndalo si se tiene en cuenta que hasta hace no demasiado tiempo hab¨ªa gente que cre¨ªa que los consejos de administraci¨®n del banco eran vitalicios y hereditarios, como tantas otras cosas en el universo privado de esa particular sociedad.
El tiro de gracia
Aunque el barrio de Neguri, coraz¨®n f¨ªsico de esta aristocracia, representa los restos de un naufragio acaecido d¨¦cadas atr¨¢s, nadie parece dudar de que la expulsi¨®n del BBVA, su banco por antonomasia, es el tiro de gracia a esta clase privilegiada para acreditar simb¨®licamente la desaparici¨®n de la todopoderosa oligarqu¨ªa vasca que transform¨® y manej¨® a su antojo buena parte de la historia social, econ¨®mica y pol¨ªtica de Espa?a. Algunos de los lustrosos apellidos de Neguri buscan ahora culpables en su propio partido del PP y en el actual Gabinete de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, mientras retiran de su pedestal al Ybarra que ha roto con su secular posici¨®n dominante en la gran banca. 'Esto ha sido una operaci¨®n de castigo contra Neguri. No han dudado en sacrificarnos con tal de controlar el banco', afirma un miembro de una de las familias defenestradas del Consejo de Administraci¨®n del BBVA. 'En el PP hab¨ªa gente verdaderamente obsesionada con la idea, totalmente falsa, de que Neguri no ha colaborado lealmente con el partido, y que, por el contrario, lleva demasiado tiempo contemporizando con el nacionalismo y pagando a ETA. Estaban convencidos de que como Pedro Luis Uriarte y otros consejeros son, o han sido, nacionalistas, el banco estaba en manos nacionalistas'.
En general, en estos ambientes, los argumentos esgrimidos por la actual direcci¨®n del banco, las cuentas cifradas en para¨ªsos fiscales que investiga el juez Baltasar Garz¨®n, son juzgados poco consistentes. Piensan que todos los bancos utilizan dinero negro pero que, en esta ocasi¨®n, la que gente de Francisco Gonz¨¢lez [actual presidente del banco] ha utilizado esas irregularidades pa-ra hacerse con el control aunque despu¨¦s hayan nombrado a Rom¨¢n Kn?rr y a Susana Rodr¨ªguez para no dar la impresi¨®n de que han roto completamente con lo vasco. Entre los nietos y bisnietos de aquellos grandes capitanes de empresas que trajeron la industrializaci¨®n a Vizcaya hay tambi¨¦n opiniones divergentes. 'Bueno, ese dinero era un pellizco muy suculento, bastante tentador, ?no? ?Por qu¨¦ cre¨ªan que el Gobierno de Madrid iba a permanecer inmutable viendo que el PNV, que sigue vinculado estrat¨¦gicamente con ETA, ten¨ªa un mont¨®n de gente en el consejo y en las altas esferas del banco? Esos fondos, ?no habr¨¢n servido igualmente para cubrir p¨®lizas antisecuestro y, en la pr¨¢ctica, para pagar a ETA?', insin¨²a el propietario de uno de esos apellidos ilustres de Bilbao.
Pocos comprenden la actitud de Emilio Ybarra de mantener ocultos esos fondos procedentes de la fusi¨®n con el Banco de Vizcaya. Piensan que hubiera sido m¨¢s l¨®gico haberlos hecho aflorar entonces para evitar problemas tras la fusi¨®n con un banco p¨²blico como Argentaria. Nadie se explica tampoco por qu¨¦ Emilio Ybarra acept¨® fusionarse con Argentaria en unas condiciones que no respetaban la supremac¨ªa financiera del BBVA y su mayor capacidad de gesti¨®n. Es ah¨ª donde reside la inc¨®gnita mayor que nadie ha conseguido desvelar en todos estos a?os. 'Emilio llev¨® esa fusi¨®n personalmente, primero al margen y luego en contra del propio consejo. Estaba tan empecinado', dicen, 'con la operaci¨®n que amenaz¨® con dimitir cuando el consejo le dijo que no'. La pregunta que vuelve ahora a cobrar fuerza es qu¨¦ le llev¨® entonces a Emilio Ybarra a aceptar que el pez chico (Argentaria) se comiera al grande (BBV). Ninguna de las respuestas posibles -'o le enga?aron, o le chantajearon'- contribuyen a rehabilitar al ex presidente del BBVA, y no faltan quienes, vista la aparente docilidad de los afectados, su falta de respuesta, se preguntan si por debajo del pulso librado en la c¨²pula del banco no ha habido una raz¨®n m¨¢s poderosa, un argumento tan contundente y pol¨ªticamente explosivo que ninguna de las partes en disputa quiere abordar p¨²blicamente.
A falta de una explicaci¨®n plausible, las sospechas circulan intensamente en los muy elitistas Club de Golf y en el Mar¨ªtimo, en el m¨¢s democratizado Club de Tenis Jolaseta, obligados puntos de encuentro de la sociedad negur¨ªtica. '?Hay un documento, algo, que pruebe los supuestos pagos a ETA?'. '?Es cierto que los americanos han encontrado esa conexi¨®n en el barrido inform¨¢tico sobre los para¨ªsos fiscales que llevaron a cabo tras el 11 de septiembre?'. Bajo la ret¨®rica solidaria hacia el principal afectado -'es muy lamentable toda esta mezquindad dirigida a hacer le?a del ¨¢rbol ca¨ªdo'-, corren por Neguri versiones de encuentros poco amistosos entre Emilio Ybarra y sus antiguos consejeros. 'Jos¨¦ Domingo Ampuero le dijo a la cara en el Mar¨ªtimo: 'Emilio, nos has vendido', 'Cuando lleg¨® Emilio, varios consejeros palmearon las mesas en se?al de reprobaci¨®n'.
Son versiones ap¨®crifas acogidas con incredulidad entre quienes por su posici¨®n familiar deber¨ªan estar al tanto de semejantes desplantes. 'Por supuesto que los consejeros est¨¢n muy enfadados con Emilio porque dicen que ellos no sab¨ªan nada, pero le aseguro que si ¨¦l entra ahora mismo aqu¨ª, todos nos levantamos para darle un abrazo. Otra cosa es que, luego, en privado, comentemos lo que comentemos'. De buenas a primeras, el prohombre financiero Emilio Ybarra ha pasado a ser un mal gestor, sin m¨¢s cualidades profesionales que su reconocida pasi¨®n por el trabajo. Es incluso probable que si el ex presidente del BBVA pretendiera hoy reingresar en el Club Mar¨ªtimo encontrar¨ªa en su camino la fat¨ªdica bola negra, o el c¨ªrculo negro, que permite a cualquier miembro de la junta directiva del club ejercer el derecho de veto.
Desguace general
Nuestro hombre del Tamarises sigue con la mirada perdida en la otra orilla. Lo que se divisa tiene poco que ver con la actividad incesante, fren¨¦tica, con la sucesi¨®n ininterrumpida de f¨¢bricas alineadas a lo largo de 14 kil¨®metros. Del desguace general de los a?os setenta queda la discreta acer¨ªa compacta, con capital extranjero y sede social en Luxemburgo, que ha reemplazado, es un decir, al gigante tel¨²rico de Altos Hornos; quedan los restos, temblorosos por la competencia coreana, de los Astilleros de la Naval de Sestao; queda lo que queda de la Babcock Wilcox. Por supuesto, las grandes fortunas de Neguri siguen bien presentes en el entramado empresarial vizca¨ªno y espa?ol, de forma que los apellidos Ampuero, Zubir¨ªas, Lipperheide, Ybarra, Delclaux o Castellanos... est¨¢n estrechamente unidos a firmas como Cementos Lemona e Iberdrola, al Grupo Correo y Tubos Reunidos, a Vidrala, a Metrovacesa, al Grupo Recoletos, a las multinacionales de los seguros y a las grandes consultoras. Pero, descontada su posici¨®n dominante en determinados grupos de comunicaci¨®n, puede decirse que han perdido casi completamente el control del capital y la gesti¨®n, el poder, adem¨¢s, por supuesto, del liderazgo econ¨®mico, pol¨ªtico y social que ostentaron durante generaciones.
Quebrada la capacidad de recambio generacional en un mundo empresarial mucho m¨¢s complejo -'para qu¨¦ nos vamos a enga?ar, nos hemos convertido en gente poco competente'-, Neguri es hoy un concepto mucho m¨¢s difuso, carente de su antigua significaci¨®n; un concepto que encuentra sentido como enclave geogr¨¢fico de un esplendor periclitado, como etiqueta nost¨¢lgica de una sociedad todav¨ªa muy pudiente, pero desprovista de brillo, fuerza y capacidad, condenada por la historia.
Tampoco el espect¨¢culo que se vislumbra desde la otra orilla guarda entera semejanza con el pasado de gloria. La primera l¨ªnea de edificaciones frente al mar formada por los palacetes de estilo ingl¨¦s o franc¨¦s, de los Lezama Leguizamon, Ampuero, Aldecoa, Ybarra, Gal¨ªndez, Arriluce, Echevarrieta..., ha quedado parcialmente desfigurada, aunque el palacete acastillado de los Lezama sigue aportando su impronta majestuosa a un lugar no exento, tampoco, de alg¨²n adefesio arquitect¨®nico. Parte de los viejos palacios, algunos ya derrumbados y sustituidos por apartamentos de lujo, han pasado a ser sedes sociales de grandes empresas, al tiempo que los profesionales selectos y la alta burgues¨ªa nacionalista se codean hoy, linde con linde, con los descendientes de la extinta oligarqu¨ªa vasca y espa?ola.
El mito de Neguri (en euskera, lugar de invierno) naci¨® con la aurora del siglo, en un terreno abonado para los nardos del que pronto empezaron a brotar extravagantes palacios de estilo ingl¨¦s o franc¨¦s, en un derroche lujuriante que, en su m¨¢ximo esplendor, durar¨ªa medio siglo. Situado a pocos kil¨®metros de Bilbao, entre Las Arenas y el pueblo costero de Algorta, la alta burgues¨ªa vizca¨ªna encontr¨® all¨ª el enclave ideal de residencia que le permit¨ªa contemplar a distancia la pujante actividad de sus industrias y ahorrarse los humos y la visi¨®n deprimente de la vida en las barriadas obreras pobladas por masas de desheredados que acud¨ªan a las industrias y a las minas de Vizcaya. En los palacetes levantados frente al mar, sobre grandes jardines dise?ados en ocasiones por los mismos jardineros de Versalles, los grandes se?ores convertidos en marqueses, condes y barones merced a su fidelidad a la monarqu¨ªa de la Restauraci¨®n prodigaban sus recepciones con vajillas de Sajonia y de Sevres bajo la direcci¨®n de los chefs franceses, muy particularmente de monsieur Alejandro Careriviere, bordel¨¦s cocinero de la Sociedad Bilba¨ªna que impuso su gusto exquisito a varias generaciones de negur¨ªticos.
Se ha dicho, y con raz¨®n (Gregorio Mor¨¢n, Los espa?oles que dejaron de serlo), que posiblemente no ha habido otro lugar en el mundo en el que la divisi¨®n de clases haya sido tan geogr¨¢fica como en Bilbao. Pero es igualmente cierto que los hacedores de este primer imperio de Neguri, capitalismo en estado puro, tuvieron verdadera impronta empresarial, se enriquecieron y crearon intensamente, participaron de una cultura del trabajo mucho m¨¢s pr¨®xima a la de las escuelas presbiterianas que del catolicismo acendrado que practicaban. Con ideas inglesas y libros franceses promocionaron un Bilbao pujante de gustos exquisitos y refinados que hizo nacer la revista Hermes y la tertulia Le Lion d'Or, el fruct¨ªfero centro cultural de la Sociedad Bilba¨ªna, la ?pera Abao, el Athletic de Bilbao, la Sociedad Filarm¨®nica y la Comercial de Deusto, vivero hasta hace poco de la clase empresarial espa?ola, por el que han pasado gran parte de los personajes de las finanzas espa?olas y de la pol¨ªtica vasca, desde Mario Conde hasta el ex lehendakari Carlos Garaikoetxea y el secretario general del sindicato nacionalista ELA-STV, Jos¨¦ Elorrieta.
Eran unas mil personas situadas alrededor de un tronco compuesto por ocho o diez familias que, como proclam¨® el escritor fascista Rafael S¨¢nchez Mazas, sostuvieron la pol¨ªtica nacional espa?ola en Vizcaya durante los siglos XIX y XX. Seg¨²n S¨¢nchez Mazas, personaje estrechamente vinculado a Neguri, la pol¨ªtica en Vizcaya sigui¨® siendo 'una cuesti¨®n de familias', mientras en el resto de Espa?a 'la pol¨ªtica se iba convirtiendo en una pol¨ªtica de individuos'. El exponente m¨¢s claro de esa intervenci¨®n no est¨¢ tanto, aunque tambi¨¦n, en los apellidos de los pol¨ªticos que ejercieron el poder en esas ¨¦pocas como en la complicidad establecida entre esas familias para evitar que los resultados electorales cuestionasen su dominio. Enemiga de las incertidumbres electorales, la oligarqu¨ªa vasca se confabul¨® en un pacto conocido como La Pi?a que les compromet¨ªa a hacer lo necesario, incluida la compra masiva de votos, con tal de cerrar el paso al socialismo y al nacionalismo vasco.
La Arcadia feliz
A esa sociedad olig¨¢rquica se le sum¨® en las primeras d¨¦cadas del siglo pasado una burgues¨ªa nueva apoyada en los partidos emergentes. Es el caso de Ram¨®n de la Sota, hombre clave en el desarrollo del nacionalismo vasco, que hizo su fortuna exportando hierro al Reino Unido burlando el bloqueo alem¨¢n durante la Primera Guerra Mundial. Y tambi¨¦n el de Horacio Echevarrieta, republicano que cultiv¨® amistades tanto dentro del partido socialista como entre los militares relacionados con Marruecos, pa¨ªs en el que despleg¨® parte de su negocio. Las diferencias pol¨ªticas no impidieron que todos unidos echaran por tierra la ley Alba de 1916, que acarreaba una merma de sus beneficios.
En su libro Las cenizas del esplendor, el escritor Antonio Menchaca, que ha reflejado como nadie aquella atm¨®sfera de la sociedad de Neguri, pone en boca de su protagonista la marquesa de Avenda?o el siguiente comentario: 'Era una Arcadia feliz ignorante de que viv¨ªa sobre un barril de p¨®lvora, pese a que su silueta se adivinaba detr¨¢s de los humos, en la otra margen, en aquel territorio ignoto de minas y f¨¢bricas'.
La guerra civil merm¨® considerablemente a las familias de la oligarqu¨ªa, algunos de cuyos miembros, encarcelados desde el primer momento de la contienda, fueron asesinados en represalia por los bombardeos sobre Gernika y Bilbao. Pero la victoria del franquismo, al que apoyaron casi en bloque, les devolvi¨® plenamente sus poderes en aquella Espa?a aut¨¢rquica que les convirti¨® en beneficiarios principales de la pol¨ªtica proteccionista aplicada a la siderurgia, la energ¨ªa y la banca.
Naci¨® entonces un segundo imperio de Neguri que tambi¨¦n irradi¨® su modelo al resto de Espa?a, un imperio de menor iniciativa, carente del ingenio y la audacia de los pioneros, representado por una sociedad encerrada en s¨ª misma, hip¨®crita y de doble moral, poblada de personajes grises, cat¨®licos y reaccionarios que abandonaron las referencias culturales vasquistas y la funci¨®n de mecenazgo de sus antepasados. Un ejemplo altamente elocuente de la hipocres¨ªa y la doble moral reinante la aport¨® el gobernador civil de la provincia el falangista Jenaro Riestra en el discurso que pronunci¨® en marzo de 1951, con motivo del medio centenario del nacimiento del Banco de Vizcaya. 'Es indudable', dijo, 'que si el dinero se administra como cual merece en calidad de dep¨®sito pasajero para m¨¢s altos fines, puede ser un gran medio de acercarse a Dios (...). Pueden ser los grandes bancos un instrumento del que Dios quiera valerse para que muchos hombres puedan encontrar el camino cierto de su vida'.
Anclados en sus tres grandes poderes: el Banco Bilbao, el Banco Vizcaya y la Universidad Comercial de Deusto, donde los jesuitas continuaban aleccionando a los hijos de la alta burgues¨ªa en las virtudes del capitalismo y en la doctrina de las ¨¦lites -'no basta con ser muy bueno, hay que ser el mejor en la situaci¨®n m¨¢s imprevisible y aprovechar a fondo las oportunidades'-, Neguri era tan falsamente virtuosa que Blasco Ib¨¢?ez dec¨ªa sentir verdaderas n¨¢useas. Cuando el proceso de liberalizaci¨®n econ¨®mica en Espa?a empez¨® a ponerles en aprietos, los grandes hombres de empresa vascos utilizaron sus poderosos resortes en la Administraci¨®n para trasladar sus ruinosas empresas sider¨²rgicas al hospital del Instituto Nacional de Industria. La depresi¨®n iniciada en 1974 les llev¨® a redoblar sus actividades en el campo de la especulaci¨®n financiera e inmobiliaria, en un momento en el que, muerto Franco, carec¨ªan de interlocutores entre la nueva clase pol¨ªtica. 'Parec¨ªan marcianos, no entend¨ªan lo que pasaba ni en Espa?a ni en Euskadi, eran el ¨²ltimo n¨²cleo franquista', comenta uno de los hijos rebeldes de la sociedad negur¨ªtica. Los desarmes arancelarios impuestos para la entrada en la UE quebraron definitivamente el viejo imperio industrial, y r¨¢pidamente la p¨¦rdida de su funci¨®n social dej¨® al descubierto su condici¨®n de privilegiados. El terrorismo hizo el resto.
ETA en Neguri
El primer aviso inquietante se produjo en 1973 con el incendio, provocado por ETA, que destruy¨® el Club Mar¨ªtimo, m¨¢ximo emblema de Neguri, un edificio singular de estilo belle ¨¦poque, y preciadas maderas que guardaba los recuerdos de largas d¨¦cadas de esplendor. Reconstruido a base de cemento y acero, el nuevo Mar¨ªtimo ilustra hoy tanto el temor a la agresi¨®n como el prop¨®sito de resistencia. Pero lo que deshizo la uni¨®n entre las diferentes familias y dio paso a la etapa caracterizada como la del s¨¢lvese quien pueda fue el secuestro y posterior asesinato, en 1977, de Javier Ybarra y Berg¨¦. Las diferentes familias y sus representantes en los bancos Bilbao y Vizcaya no se pusieron de acuerdo sobre la conveniencia de pagar a ETA y los hijos del secuestrado apenas lograron reunir 50 de los 1.000 millones de pesetas fijados como rescate. La herida sigue estando a flor de piel. Consciente o inconscientemente, todos est¨¢n todav¨ªa bajo el efecto del aquel trauma y las relaciones entre ellos siguen estando envenenadas. El p¨¢nico llev¨® entonces a algunas familias a vender sus mansiones por un precio inferior incluso al que pagaban por el impuesto municipal y muchos miembros de la segunda y tercera generaci¨®n abandonaron Euskadi. El terrorismo, que ha visto en Neguri una fuente inagotable de recursos, se ha ensa?ado ciertamente con este grupo social, aunque los coches bomba que coloca peri¨®dicamente en la calle dedicada al arquitecto por antonomasia del barrio, Manuel Mar¨ªa Smith Ibarra, pueden ahora perfectamente alcanzar a una persona de ideolog¨ªa nacionalista.
Democratizaci¨®n de un barrio
Despu¨¦s de tantos titubeos, el mundo de Neguri se ha democratizado considerablemente, bastante m¨¢s que los c¨ªrculos de la alta burgues¨ªa andaluza, madrile?a o catalana, y ha terminado por aceptar el estatuto de autonom¨ªa, aunque es verdad que la ikurri?a no entr¨® en el restrictivo Club de Golf hasta finales de los ochenta y que lo hizo de tapadillo y por compromiso, entre las protestas de algunos socios. 'Yo tambi¨¦n me abrazo con el lehendakari, por supuesto, pero la verdad es que no es lo mismo que hacerlo con un pol¨ªtico espa?ol como yo', indica una persona muy significada de ese grupo social.
Tal y como hizo con los pasados Gobiernos socialistas, el mundo de Neguri ha llegado a una relativa simbiosis con el nacionalismo vasco que se refleja, quiz¨¢, en la aparente cesi¨®n de las presidencias de Confebask, de la ?pera de Bilbao o del Athletic. Es una relaci¨®n forzada, cargada de desconfianzas, que la tirantez extrema actual entre el PP y el PNV est¨¢ poniendo a prueba. Revitalizado econ¨®micamente gracias al despegue de los ¨²ltimos a?os y a la incorporaci¨®n de la burgues¨ªa nacionalista ascendente, el barrio de Neguri muestra hoy un paisaje humano bien diferente. Aunque las generaciones j¨®venes no participan ya de la endogamia pasada, los v¨ªnculos matrimoniales entre apellidos de alcurnia siguen primando en algunos casos, al igual que la b¨²squeda de la diferencia, bajo un panorama general de informalidad y campechan¨ªa que en algunos casos resulta m¨¢s ficticia que aut¨¦ntica. En el caso de Neguri, muchos se reconocen en los t¨®picos: la obsesi¨®n por el dinero, el af¨¢n por reba?ar el plato, el clasismo, el tonto sentimiento de superioridad... 'Lo que queda de antiguo Neguri s¨®lo existe en los funerales, y eso porque son gratis. Es un mundo m¨¢s bien siniestro, de falsas amistades, en el que la navaja puede salir a relucir siempre que haya un paquete de acciones de por medio', dicen los cr¨ªticos m¨¢s ¨¢cidos.
Como ya no tienen otra manera de distinguirse del resto de los mortales, llaman mec¨¢nico al ch¨®fer; dicen guiar por conducir, y convidar por invitar. El dinero es el ¨²nico elemento que permitir¨ªa hoy envidiar a la sociedad negur¨ªtica. 'Todo lo que queda ahora', dice Antonio Menchaca, 'es el esplendor de las cenizas'.
Dos orillas, dos miradas
LAS DOS ORILLAS, las dos miradas, llevan ah¨ª entrecruz¨¢ndose desde principios del siglo pasado. La burgues¨ªa comercial, naviera, bancaria (cre¨® el Banco de Bilbao en 1857) e industrial, que despeg¨® con fuerza gracias a que la explotaci¨®n de las minas de Somorrostro dej¨® de ser comunal en 1841 y a que los aranceles proteccionistas cubrieron todo el Pa¨ªs Vasco, entr¨® en su apogeo en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XIX. V¨ªctor Ch¨¢varri, el gran pionero -'con media docena de hombres como ¨¦l, Espa?a se habr¨ªa salvado f¨¢cilmente del atraso industrial', se escribi¨® como epitafio en el semanario socialista La Lucha de Clases-, pens¨® que merec¨ªa la pena transformar en la misma Vizcaya el mineral de hierro que se exportaba fundamentalmente al Reino Unido. Dicen las cr¨®nicas que V¨ªctor Ch¨¢varri se ech¨® a llorar en la hermosa vega de Barakaldo el d¨ªa en que decidi¨® que aqu¨¦l era el lugar m¨¢s id¨®neo para albergar los Altos Hornos. La difusi¨®n en el Reino Unido y en otros pa¨ªses del sistema Bessemer de producci¨®n sider¨²rgica, sistema que precisaba un material de hierro rico en hematites, multiplic¨® la demanda de este mineral, que en Vizcaya se encontraba abundante y a flor de tierra. La adquisici¨®n en el extranjero de buques de casco de hierro y a vapor hizo el resto, y as¨ª, en pocas d¨¦cadas, esa burgues¨ªa industrial, presente tambi¨¦n en los sectores energ¨¦ticos e inmobiliarios, acumul¨® unas riquezas inconmensurables.
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