La debilidad del d¨®lar fuerte
Siempre es arriesgado escribir sobre los tipos de cambio. Aunque el tipo de cambio de una moneda est¨¦ cayendo, es muy posible que est¨¦ subiendo cuando aparezca el art¨ªculo que uno ha escrito. Pero la cuesti¨®n de c¨®mo debemos plantearnos los tipos de cambio y su gesti¨®n adecuada es eterna.
Por lo tanto, lo que nos interesa aqu¨ª no es s¨®lo que el d¨®lar est¨¦ cayendo, sino m¨¢s bien qu¨¦ piensan hacer al respecto los pol¨ªticos estadounidenses. Paul O'Neill, el franco secretario del Tesoro estadounidense, da a entender que hay poco que Estados Unidos pueda o vaya a hacer para sostener el d¨®lar. Sus declaraciones fueron criticadas por algunos por considerar que significaba un abandono de la pol¨ªtica de d¨®lar fuerte que caracteriz¨® al Gobierno de Clinton.
La pol¨ªtica del 'd¨®lar fuerte' est¨¢ fuera de lugar en la era de la globalizaci¨®n
Ciertamente, una de las responsabilidades de los l¨ªderes de la econom¨ªa es disipar los mitos econ¨®micos en vez de crearlos. La pol¨ªtica del 'd¨®lar fuerte' representa un ejemplo especialmente insigne de mito econ¨®mico; parece insinuar que el Tesoro estadounidense podr¨ªa mantener y mantendr¨ªa la fortaleza del d¨®lar, y que un d¨®lar fuerte es bueno para Estados Unidos. Cuando yo era presidente del Consejo de Asesores Econ¨®micos del presidente, a menudo me preguntaban si apoyaba la pol¨ªtica del d¨®lar fuerte. Y yo respond¨ªa que yo cre¨ªa en un 'd¨®lar de equilibrio'.
En otras palabras, los tipos de cambio no son diferentes de otros precios. Al igual que el precio de las naranjas o el de las manzanas, deber¨ªan estar determinados por las fuerzas del mercado. Cualquiera que diga que cree en una 'pol¨ªtica para mantener la fortaleza de la naranja' har¨ªa el rid¨ªculo. Pero algunos de los que al parecer tienen la mayor fe en las fuerzas del mercado tratan los tipos de cambio como si estuviesen gobernados por leyes diferentes a las de la econom¨ªa general, de forma que una palabra o incluso una mirada del ministro de Econom¨ªa podr¨ªa hacer que una moneda se revalorice espectacularmente o se hunda.
Por supuesto, los mercados monetarios son profundamente irracionales. Keynes describi¨® en una ocasi¨®n los mercados de activos como concursos de belleza, en los que el objetivo no es decidir qui¨¦n es la persona m¨¢s guapa, sino qui¨¦n pensar¨¢n los otros que es la m¨¢s guapa.
De hecho, el objetivo de los mercados monetarios es a menudo adivinar qu¨¦ estar¨¢n pensando los otros. Pero aun cuando la intervenci¨®n estatal pueda afectar a los tipos de cambio a corto plazo, a la larga lo importante son los elementos estructurales del mercado. El Gobierno puede tener la funci¨®n leg¨ªtima de intervenir para evitar una volatilidad excesiva, pero si los fundamentos de la econom¨ªa subyacentes no determinan el tipo de cambio, ?en qu¨¦ se basa nuestra confianza en el sistema de mercado?
La creencia en nociones equivocadas conduce inevitablemente a disparates mayores. En una ocasi¨®n, un periodista pregunt¨® al Tesoro estadounidense sobre los efectos adversos de la fuerte apreciaci¨®n del d¨®lar para las exportaciones (en aquel momento, las ventas de coches y otras exportaciones se estaban resintiendo). La respuesta fue que la apreciaci¨®n del d¨®lar significaba una econom¨ªa fuerte, y la econom¨ªa fuerte fortalec¨ªa la capacidad exportadora. Pero, naturalmente, ni siquiera el Tesoro estadounidense, por poderoso que pueda ser, es capaz de contradecir las leyes de la econom¨ªa. La demanda presenta una curva descendente: por lo general, si los precios son m¨¢s altos, la demanda de mercanc¨ªas estadounidenses desciende, y un d¨®lar fuerte significa que los productos estadounidenses son m¨¢s caros.
Tal vez la objeci¨®n m¨¢s importante a la pol¨ªtica de la apreciaci¨®n del d¨®lar sea que anima precisamente esta confusi¨®n entre un d¨®lar fuerte y una econom¨ªa fuerte. No deber¨ªamos apegarnos emocionalmente m¨¢s al tipo de cambio que a cualquier otro precio. Un tipo de cambio m¨¢s alto frena las exportaciones, y cuando una econom¨ªa se enfrenta a un desempleo creciente, una mala situaci¨®n puede volverse todav¨ªa peor. Por otra parte, un tipo de cambio m¨¢s elevado puede reducir la inflaci¨®n, conforme caen los precios de las importaciones. Cuando la inflaci¨®n es la principal preocupaci¨®n, un tipo de cambio elevado puede ser bueno para la econom¨ªa.
La pol¨ªtica de un d¨®lar fuerte apesta a un nacionalismo econ¨®mico que est¨¢ fuera de lugar en la era de la globalizaci¨®n. Si el d¨®lar se revaloriza, el euro o el yen pierden fuerza. Pero, ?c¨®mo deben responder los l¨ªderes pol¨ªticos y econ¨®micos de otros pa¨ªses? ?Deben limitarse a aceptar la pol¨ªtica de mantener la fortaleza del d¨®lar, aun cuando eso implique una pol¨ªtica de debilidad del yen o del euro?
Lo que hace falta es un debate con Estados Unidos, porque la fortaleza del d¨®lar ha llevado a una situaci¨®n an¨®mala: el pa¨ªs m¨¢s rico del mundo parece incapaz de vivir dentro de sus posibilidades y se ve obligado continuamente a pedir prestados cientos de miles de millones de d¨®lares en el extranjero para financiar su enorme d¨¦ficit comercial. La fortaleza del d¨®lar -mucho m¨¢s que el proteccionismo japon¨¦s- aliment¨® el d¨¦ficit bilateral con Jap¨®n. Tambi¨¦n contribuy¨® al proteccionismo estadounidense, reflejado en sus nuevos aranceles sobre el acero.
Va siendo hora de dejar a un lado esta disparatada pol¨ªtica de mantener la fortaleza del d¨®lar. Paul O'Neill deber¨ªa ser elogiado por su contribuci¨®n a este esfuerzo. Quiz¨¢ ahora podamos empezar a pensar m¨¢s en serio en crear un sistema econ¨®mico internacional que reconozca las devastadoras repercusiones que la volatilidad del mercado entre las principales monedas tiene para los pa¨ªses menos desarrollados y que garantice una mayor estabilidad. Llevamos demasiado tiempo culpando a las v¨ªctimas. Eso meramente nos ha permitido evitar un an¨¢lisis serio del sistema.
Joseph E. Stiglitz es catedr¨¢tico de Econom¨ªa y Finanzas en la Universidad de Columbia, ganador del Premio Nobel de Econom¨ªa en 2001 y autor de La globalizaci¨®n y sus miserias.
? Project Syndicate, 2002.
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