La derecha conf¨ªa en una gran mayor¨ªa con una sola idea: poner fin a la cohabitaci¨®n
El primer ministro Raffarin reclama el apoyo de 'la Francia de los de abajo'
La mayor¨ªa que hoy saldr¨¢ de las urnas en Francia parece que ser¨¢ contundente -los sondeos hablan de entre 380 y 440 diputados para la Uni¨®n para una Mayor¨ªa Presidencial (UMP)-, y podr¨¢ empezar a aplicar su programa enseguida, pero sin que nadie sepa muy bien cu¨¢l es. Es una m¨¢s de las paradojas de un largo ciclo electoral, un ciclo abierto en septiembre de 2001, cuando el soberanista Jean-Pierre Chev¨¨nement y el centrista Fran?ois Bayrou se declararon candidatos a la presidencia de la Rep¨²blica, y que se cierra hoy con la segunda vuelta de las legislativas.
Los nueve meses transcurridos deber¨ªan haber servido para discutir programas y soluciones, para mejor conocer a los l¨ªderes pol¨ªticos, para hacer balance de la gesti¨®n del equipo saliente. Nada de eso ha ocurrido.
Por sexta vez consecutiva desde 1981 en Francia, la mayor¨ªa saliente ser¨¢ derrotada y reemplazada por otra de signo contrario. Esa regularidad en la derrota de los sucesivos Gobiernos va acompa?ada de un progreso de la abstenci¨®n que, si en las legislativas de 1978 fue del 16,8%, ronda ahora el 36%.
Alejamiento
Ese alejamiento de la pol¨ªtica de parte de la ciudadan¨ªa es causa y consecuencia de unos idearios m¨¢s y m¨¢s vagos o confusos. Por ejemplo, la UMP, que hoy ser¨¢ coronada, propone 'liberar las energ¨ªas', hacer 'pol¨ªtica de proximidad' y 'acabar con el desastre de la cohabitaci¨®n'.
Las dos primeras propuestas, dignas de un club de encuentros, no significan nada, pero la tercera resume a la perfecci¨®n el embrollo en que anda metida la pol¨ªtica francesa. La llamada 'cohabitaci¨®n', es decir, el Gobierno conjunto de un presidente de un color con un Gobierno de tinte opuesto, fue ensayada con ¨¦xito por Fran?ois Mitterrand entre 1986 y 1988. En 1993 se repiti¨® la situaci¨®n, pero con la diferencia de que Mitterrand, enfermo, ya no era rival, sino testimonio de un cambio.
En 1997, Jacques Chirac, tras una incomprensible disoluci¨®n de la Asamblea Nacional, se ve forzado a cohabitar otra vez, s¨®lo que ahora ¨¦l es el presidente y no el primer ministro. En ese momento, y vista la experiencia de 1986-88, su dimisi¨®n hubiera sido coherente. Pero no, Chirac se agarra al poder, durante dos a?os intenta pasar inadvertido, espera que el Ejecutivo d¨¦ unos primeros s¨ªntomas de desgaste para dejar o¨ªr su voz. Nada dice en contra de la cohabitaci¨®n, ni ¨¦l ni los suyos, porque la situaci¨®n se lo impide. Los socialistas, en cambio, cada vez con m¨¢s fuerza, s¨ª ponen en evidencia lo absurdo de la situaci¨®n. El jefe de gabinete de Lionel Jospin, Olivier Schrameck, publica incluso en 2001 un inventario de los choques y problemas derivados de tener un Ejecutivo bic¨¦falo y estr¨¢bico.
El 21 de abril, a las ocho de la noche, Francia descubre con estupor y rabia que los dos candidatos calificados para la segunda vuelta de las presidenciales son Jacques Chirac -su 19% es el peor resultado jam¨¢s obtenido por un presidente saliente de la V Rep¨²blica- y el ultraderechista Jean-Marie Le Pen.
El socialista Jospin queda eliminado. ?Qu¨¦ ha ocurrido? Por un lado, Jospin es derrotado por sus aliados y competidores, por los votos que le arrebatan el ecologista Mam¨¨re, la radical Toubira, el comunista Hue, el soberanista Chev¨¨nement o el 10% que se llevan tres candidaturas trotskistas.
Pero tambi¨¦n es derrotado por el desgaste de cinco a?os al frente del Ejecutivo y, sobre todo, porque ¨¦l cree que han de votarle por el balance de su gesti¨®n al frente del Gobierno -900.000 parados menos, 2.000.000 de puestos de trabajo creados, ampliaci¨®n de la cobertura social para todo el mundo, etc.-, mientras Chirac y, sobre todo, Le Pen han sabido comprender que Francia tiene miedo, que basta con explotar a fondo los problemas de la inseguridad ciudadana y mezclarlos con el nuevo contexto surgido del 11 de septiembre para hacerse escuchar por el electorado.
Una vez reelegido Chirac, la izquierda ha tenido que hacer campa?a a contrapi¨¦, reivindicando una nueva cohabitaci¨®n, y no ha logrado que la derecha entrase en el debate de comparaci¨®n de programas.
Ausencia de debate
El flamante primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, que dice representar 'la Francia de los de abajo', as¨ª como varios miembros de su equipo, han concedido entrevistas a distintos canales de televisi¨®n, pero han evitado cualquier discusi¨®n con un rival pol¨ªtico.
Los socialistas se han cansado de criticar en el vac¨ªo propuestas tan demag¨®gicas e insensatas como la promesa chiraquiana de reducir en un 5% y para todos el IRPF, impuesto que s¨®lo paga el 50% de la poblaci¨®n y porcentaje que, uniformemente aplicado, s¨®lo hace felices a los m¨¢s ricos, es decir, precisamente, no est¨¢n 'abajo' en la escala social.
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