El d¨ªa menos reprochable de Camacho
Nada se puede reprochar a Camacho en el ¨²ltimo partido. El dibujo respond¨ªa a su viejo criterio de jugar preferiblemente con dos extremos, en este caso Joaqu¨ªn y De Pedro. El primero lo es; el segundo, no. Pero s¨®lo hay un verdadero extremo izquierdo en Espa?a y no estaba en el Mundial: Vicente. Aunque siempre es necesario el desborde, ante Corea result¨® evidente la importancia de Joaqu¨ªn, al que Camacho ha utilizado con menos frecuencia de la debida a la vista de las graves dificultades de Luis Enrique en el ala derecha.
De los dem¨¢s titulares, la elecci¨®n de Romero parec¨ªa obvia, lo mismo que el traslado de Helguera al medio campo para robustecer esa zona junto a Baraja. El factor a?adido es que todos los jugadores ocuparon sus posiciones naturales. Otra cosa es que no pusieran de manifiesto la gran diferencia que tienen sobre los jugadores surcoreanos. Esa responsabilidad ya no corresponde al entrenador espa?ol.
El problema del t¨¦cnico fue otro: que nunca tuvo claro cu¨¢l era el equipo
Con Camacho ha habido otro tipo de problemas. Uno de ellos es que nunca se ha tenido claro cu¨¢l era el equipo. A Camacho le gustaba uno con Baraja de medio centro, Luis Enrique por la derecha y Valer¨®n junto al medio centro. Le gustaba, pero no encajaba. Y la prueba es que tuvo que rectificarlo en dos partidos -ante Eslovenia y Paraguay- y cambiarlo frente a Corea, cambio ayudado por la ausencia de Ra¨²l. La cr¨ªtica no se dirige tanto al dibujo como a lo poco id¨®neos que eran los jugadores designados para acometer dichas funciones.
Sorprendi¨® su patinazo en el partido con Irlanda. Al dif¨ªcil encaje de sus jugadores en el medio campo a?adi¨® el cambio de Morientes por Albelda, mensaje muy parecido al que envi¨® Trapattoni cuando sustituy¨® a Del Piero por Gattuso. Algunas necesidades concretas no son suficientes como para pervertir un discurso completo. ?se fue el caso: el equipo reaccion¨® mal a las se?ales que le enviaron del banquillo. Por supuesto, Camacho no reconoci¨® ning¨²n atisbo de error ni tampoco la posibilidad de cometerlo. No est¨¢ en su estilo.
Con respecto al estilo del equipo, Camacho ha tenido bastante m¨¢s osad¨ªa que la mayor¨ªa de los entrenadores. Es cierto que algunos jugadores no funcionaron a la altura esperada, pero Espa?a ha jugado con una alineaci¨®n de corte ofensivo. Desde el medio centro hasta el delantero centro, el n¨²mero de jugadores de ataque era inusual en el f¨²tbol de hoy: Baraja, Valer¨®n, Luis Enrique, De Pedro, Ra¨²l y Morientes o Trist¨¢n. Luego hab¨ªa un desarrollo picassiano de la idea -con la nariz en el ojo, el ojo en la oreja y la oreja en la nariz-, lo que no imped¨ªa valorar la generosa propuesta del seleccionador espa?ol.
El Mundial ha dejado ver algunas neuras preocupantes de Camacho. Se le ha visto excesivamente agitado y suspicaz. Entre otras cosas, acus¨® a la prensa antes del Mundial de torpedear deliberadamente a la selecci¨®n por el mero hecho de hacer su trabajo. Es decir, de hacer preguntas.
Fue un s¨ªntoma de nerviosismo que no ten¨ªa relaci¨®n alguna con la realidad. Pocos seleccionadores, ninguno quiz¨¢, han tenido mejor prensa que Camacho. Eso es tan cierto como que demasiado a menudo se pone a la defensiva y saca una profunda vena sectaria, tolerada por la fama de hombre campechano que le acompa?a.
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