Ra¨²l s¨ª quiso jugar
El delantero asumi¨® el riesgo de una lesi¨®n, pero Camacho le reserv¨® pensando en la semifinal
La Copa del Mundo comenz¨® para Espa?a con un roce entre Ra¨²l y el preparador f¨ªsico de la selecci¨®n, Carlos Lorenzana, y termin¨® con otro entre Ra¨²l y Jos¨¦ Antonio Camacho, el t¨¦cnico. Ra¨²l quiso jugar el partido de ayer. Quiso arriesgarse y saltar al campo a pesar de tener la pierna derecha medio lastimada. Pero Camacho no crey¨® necesario hacer semejante sacrificio para resolver un encuentro que afront¨® con optimismo. Sus futbolistas y ¨¦l hablaron el viernes como si jugar las semifinales y la final ya fuese un hecho. 'Seguimos a todas las selecciones, pero especialmente a Brasil, porque nos la vamos a encontrar en la final', asegur¨® Morientes. Nada de eso sucedi¨®. Muy a su pesar, Ra¨²l fue relegado al banquillo contra Corea del Sur por un Camacho cauto que opt¨® por hacer planes para un futuro que ya no existe.
Ra¨²l no jug¨® ayer ni jugar¨¢ m¨¢s partidos en este Mundial. Se march¨® del estadio neg¨¢ndose a decir una palabra. Cargando su bolso con la equipaci¨®n, r¨¢pido y forzando una sonrisa para disimular su inmensa contrariedad. Termin¨® el torneo con cuatro encuentros disputados, 216 minutos y tres goles. Un balance bastante pobre para un futbolista que quer¨ªa hacer de esta Copa su lanzamiento definitivo hacia la obtenci¨®n del Bal¨®n de Oro, el premio que entrega la revista France Football y que es considerado el reconocimiento internacional m¨¢s prestigioso a la carrera de un futbolista.
El primero en salir al c¨¦sped del estadio desde el t¨²nel de los vestuarios, ayer, fue Ra¨²l. Con el peto amarillo de los suplentes, patizambo y cabizbajo, busc¨® su lugar en el banquillo con la lentitud del resignado en medio del fragor de las gradas. El p¨²blico esperaba la aparici¨®n de las selecciones, los himnos, la ceremonia de presentaci¨®n... El partido m¨¢s importante para Espa?a, la posibilidad hist¨®rica de pasar a las semifinales por primera vez en la fase final de un Mundial, estaba por decidirse. Era un momento largamente esperado por el delantero madridista, pero, en el ¨²ltimo momento, hab¨ªa visto c¨®mo Camacho se negaba a dejarle jugar por miedo a perderle para unas supuestas semifinales. El duelo contra Corea se antojaba asequible. Hab¨ªa cierta confianza en los jugadores y en el propio seleccionador, que se hab¨ªa permitido el lujo de reservar a Ra¨²l, precisamente el hombre al que hab¨ªa encomendado abiertamente la misi¨®n de 'tirar del carro de Espa?a'.
'?l me ha dicho que quiere jugar', dijo el m¨¦dico del equipo, Genaro Borr¨¢s, el viernes; 'no est¨¢ al ciento por ciento, pero se puede arriesgar. Estamos en los cuartos de final de un Mundial'. Ra¨²l, Borr¨¢s, el fisioterapeuta Pedro Chueca..., trabajaron para forzar el aductor derecho del delantero, lesionado durante el partido contra Irlanda el domingo pasado. Lo intentaron hasta el ¨²ltimo momento. El viernes por la noche y el s¨¢bado por la ma?ana, Ra¨²l se puso en manos de Chueca, que le tumb¨® en la camilla y trat¨® su m¨²sculo en dos sesiones de masajes y movimientos especiales de recuperaci¨®n. Pero Camacho, con el equipo formado, no quiso considerar a la estrella y sigui¨® adelante con su plan. Que Ra¨²l le dijera que quer¨ªa jugar, que pod¨ªa hacerlo, no fue suficiente argumento. El t¨¦cnico consider¨® que no val¨ªa la pena poner a un jugador mermado a bregar contra un rival eminentemente f¨ªsico.
No habr¨ªa sido la primera vez que Ra¨²l jugara medio lesionado. Dos veces contra el Barcelona y en m¨¢s de un partido de Copa de Europa con el Madrid, el delantero ha saltado al campo sin haber terminado de recuperarse completamente de microrroturas musculares. La elongaci¨®n que sufri¨® en el aductor contra Irlanda le rompi¨® el m¨²sculo del muslo derecho en fracciones microsc¨®picas. Pero, como dijo Borr¨¢s, 'el aductor es un m¨²sculo 'bueno'. Es resistente y Ra¨²l quiso forzarlo. No le dejaron. En cambio, se qued¨® mirando el partido en la b¨®veda de metacrilato del banquillo, sentado junto a Albelda y Trist¨¢n. O de pie, seg¨²n las cosas se agravaban en un partido intenso, nervioso y pol¨¦mico. Seg¨²n pasaba el tiempo, Ra¨²l ve¨ªa con desesperaci¨®n estoica que el partido se perd¨ªa y su sue?o de ganar un Mundial, de hacer historia al frente de Espa?a, se desvanec¨ªa.
Atr¨¢s quedaban 216 minutos, cuatro partidos y tres goles. Un balance interesante, pero poco reluciente para un futbolista llamado a ser protagonista del mayor espect¨¢culo del f¨²tbol.
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