El gigantismo germano
Voeller: 'Alemania es un portero excelente y grandes cabeceadores'
'Necesitamos un poco de autocr¨ªtica y, aunque estemos en las semifinales, hemos estado flojos, hemos jugado mal en muchos momentos'. Un seleccionador ha decidido sincerarse, huir de las excusas y afrontar la realidad, aunque su equipo, Alemania, busque el t¨ªtulo. Rudi Voeller no se va por las ramas y reconoce que, pese a la victoria ante Estados Unidos en los cuartos de final, tuvo problemas para digerir lo mal que jug¨® su equipo: 'El viernes, al terminar el partido, estaba cenando y me sent¨ªa raro. No era normal, porque hab¨ªamos ganado, pero no estaba nada satisfecho con el desarrollo del encuentro. Creo que, si no nos esforzamos m¨¢s, no llegaremos a la final'.
Voeller es consciente de que la actual Alemania tiene poca cuerda. Lo que reclama bien alto es que su equipo saque todo el jugo posible a lo que le distingue: 'En cuanto a esp¨ªritu de sacrificio, no hay nada que reprochar. Todos los jugadores corren y luchan. Pero tenemos que aprovechar nuestro punto fuerte porque tenemos un portero excelente y tambi¨¦n somos fuertes en los remates de cabeza. ?Qu¨¦ problema hay con que ganemos jugando as¨ª?'.
El segundo m¨¢ximo goleador del torneo ha marcado por alto ocho de sus 13 tantos
Pocos mejor que este gran cabeceador que fue Voeller saben que desde hace 25 a?os Alemania es la primera productora del f¨²tbol a¨¦reo. Desde que se jubilara la generaci¨®n de Netzer, Beckenbauer, Overath y Breitner, los germanos, a falta de nuevos grandes talentos, decidieron supeditar todo al poder¨ªo de la raza a la reproducci¨®n sistem¨¢tica de jugadores esculturales con el centro de gravedad por las nubes. Antes ya hab¨ªan existido excelentes rematadores de cabeza, como Uwe Seeler, chaparro, pero con dos piernas de solomillo que le serv¨ªan de p¨¦rtigas. Tambi¨¦n M¨¹ller pon¨ªa la cabeza al servicio del gol, aunque en su caso era especial porque no hubo un hueso de su peque?a geograf¨ªa que alguna vez no cumpliera la misma misi¨®n.
A partir de mediados de los setenta, Alemania dio un considerable estir¨®n. De Seeler y el Torpedo se pas¨® a Hoeness, Dieter M¨¹ller, Hrusbesch, Fischer,Voeller y Klinsmann. Cada cual, m¨¢s grandote, con mejor muelle en las suelas. A ellos se enganch¨® todo el f¨²tbol alem¨¢n, que dej¨® al margen otras cuestiones m¨¢s sutiles y puso el ascensor en marcha frente a cada rival. Torneo tras torneo, causaba pavor en los rivales, a los que se les ven¨ªa el mundo encima cada vez que cargaban los tanques alemanes, siempre con el estimable apoyo de los pivotes centrales, desde Foster hasta Buchwald o Kohler. El furor por meter la cabeza era tal que hasta los porteros se fueron sumando al invento.
El modelo se fue manteniendo, solidificado por los ¨¦xitos, como las tres finales consecutivas jugadas por los germanos en 1982, 1986 y 1990. A falta de otras alternativas, hoy en d¨ªa, como suscribe el propio Voeller, est¨¢ en vigor. Klose -sin duda, este polaco de origen es el mejor cabeceador del Mundial-, Bierhoff, Jancker y Ballack de nuevo apuntan alto, como lo demuestra que Alemania, el segundo equipo m¨¢s goleador del campeonato tras Brasil -gracias a la endeble Arabia Saud¨ª-, haya conseguido ocho de sus 13 goles de cabeza. Voeller sabe que no hay m¨¢s, pero que sus gigantes tienen una virtud que les distingue.
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