"?sta es una profesi¨®n despiadada"
Con la moda en plena recesi¨®n, Giorgio Armani sigue superando r¨¦cords de ventas. El dise?ador, de 67 a?os, explica que en su negocio dos y dos no siempre son cuatro, y aunque presume de controlar f¨¦rreamente su empresa desmiente que sea un dictador. Adem¨¢s, afirma que no necesita salir a Bolsa, que sus productos son l¨®gicos e imaginativos y que el aut¨¦ntico lujo es poder decir lo que se piensa.
El creador de moda Giorgio Armani habla sobre las pasiones que mueven el sector de la moda y sobre los clamores de recesi¨®n que imperan entre la competencia.
Pregunta. Usted vende trajes que rara vez cuestan menos de 2.000 euros; pero desde hace d¨¦cadas s¨®lo se le ve con pantalones oscuros y camisetas. ?Por qu¨¦ los mejores creadores de moda visten de forma tan aburrida?
'Habr¨ªa podido descuartizar mi nombre. Pero no quise que uno se tropezara con Armani en cualquier esquina'.
'La gente carece de sentido cr¨ªtico. Los clientes se gu¨ªan mucho m¨¢s por la publicidad que por el producto'
Respuesta. Es una especie de actitud defensiva, igual que ocurre con los peluqueros, que muchas veces van sin afeitar. Tambi¨¦n se trata de una cuesti¨®n de comodidad: cuando estoy trabajando no paro de moverme y la verdad es que en esas condiciones las chaquetas y las corbatas no son de gran ayuda. Adem¨¢s, interviene tambi¨¦n una cierta dosis de narcisismo; sencillamente, los colores oscuros me hacen parecer m¨¢s joven.
P. Sus colegas del mundo de la moda se han visto gravemente afectados por el 11 de septiembre.
R. Salvo algunas excepciones, eso es cierto en la mayor¨ªa de casos.
P. Al igual que Gucci, Prada, su competidor milan¨¦s, tambi¨¦n est¨¢ pasando malos momentos.
R. Porque no hay un ¨²nico Prada, sino muchos. Cada a?o buscan una nueva historia. Esta temporada se trata de esas peque?as falditas adamascadas combinadas con blusas ce?idas. Prada no tiene una identidad genuina, siempre ha estado buscando su sitio y ese sitio se llama eclecticismo.
P. Ahora lo que m¨¢s cuenta es una imagen capaz de transformarse a toda velocidad.
R. As¨ª es, desgraciadamente. No s¨¦ cu¨¢nto tiempo podr¨¢ mantenerse esta situaci¨®n, porque llegar¨¢ un momento en que la gente terminar¨¢ d¨¢ndose cuenta de que muchas marcas son incoherentes, publicidad inflada. Hoy d¨ªa si uno se compra un vestido tiene que tirarlo a los seis meses; la cuesti¨®n es tener lo ¨²ltimo a cualquier precio.
P. Pero hasta ahora el cliente se ha prestado a este juego.
R. Hay que reconocer que la gente carece de sentido cr¨ªtico. Hoy d¨ªa los clientes se gu¨ªan mucho m¨¢s por lo que dice la publicidad que por el producto. Observe lo que pasa en el Este. All¨ª se vende de todo, bonito o feo, lo que importa es que lleve pegada una marca. Se trata de una clientela sin la menor sensibilidad est¨¦tica.
P. ?Qu¨¦ es lo que hace que Armani, al contrario de lo que ocurre con la competencia, siga superando r¨¦cords de ventas?
R. Creo que el verdadero secreto de mi ¨¦xito reside en que a lo largo de todos estos a?os he creado productos que eran l¨®gicos e imaginativos, pero que tambi¨¦n ten¨ªan en cuenta las necesidades de la gente, y adem¨¢s con un talante abierto a todas las capas sociales.
P. Pues s¨ª, un traje de noche de 5.000 euros...
R. ... Es tan s¨®lo una min¨²scula parte del total de mi abanico de creaciones, pero representa tambi¨¦n esa perdurabilidad caracter¨ªstica. Siempre he tratado de tener en cuenta que mi profesi¨®n no es una misi¨®n, un don divino, sino algo que vive de la demanda de la gente. La gente busca calidad, la calidad representa seguridad y verdad. Y m¨¢s a¨²n en tiempos inciertos. Pero tambi¨¦n es imprescindible contar con una cuidadosa pol¨ªtica de expansi¨®n.
P. ?Es cierta la leyenda de que al comienzo de su carrera tuvo que vender su Volkswagen Escarabajo para poder mantenerse?
R. Sergio Galeotti, mi socio de aquel entonces, y yo necesit¨¢bamos dinero para una oficina situada muy cerca de nuestra vivienda milanesa. Adem¨¢s, ten¨ªamos que pagar a un empleado. ?Uno! Pero jam¨¢s me ha asustado la falta de dinero. Nunca he vivido el drama de no poder pagar una factura.
P. Despu¨¦s de la muerte de su compa?ero y socio Galeotti en 1985 tuvo que ocuparse personalmente de las finanzas. Seguro que no fue tarea f¨¢cil para un creador como usted.
R. En aquel entonces ten¨ªa la sensaci¨®n de que deb¨ªa dedicarme a conocer de nuevo mi propia empresa. De repente tuve que pasar a defenderme de personas que pensaban, igual que pens¨® Sergio en su momento, que yo era exclusivamente la parte creativa del negocio: abogados, asesores fiscales, incluso clientes. Pero aqu¨ª me tiene ahora...
P. ... Con un volumen de ventas de cerca de 1.300 millones de euros. ?Ha cometido errores?
R. Ninguno grave. A veces, mi mayor error ha sido confiar demasiado. Lleg¨® un momento en que me plante¨¦ seriamente la cuesti¨®n de por qu¨¦ no delegar responsabilidades. Y as¨ª lo hice, delegu¨¦. Quiz¨¢ por miedo a que yo mismo tambi¨¦n pudiera equivocarme. Pero despu¨¦s hubo momentos en los que no se movi¨® absolutamente nada porque todo marchaba tan bien... Sin embargo, esos son precisamente los momentos en los que algo tiene que moverse.
P. Hace a?os, los inspectores de Hacienda pusieron a la industria italiana de la moda en el punto de mira. Usted fue condenado a nueve meses de prisi¨®n condicional. ?Ten¨ªa ya preparado el cepillo de dientes para llev¨¢rselo a la c¨¢rcel?
R. Eso no me daba ning¨²n miedo. Pero s¨ª el hecho de aparecer en los peri¨®dicos no por la calidad de mis colecciones de moda, sino acusado de ser un estafador.
P. ?Qu¨¦ aprendi¨® de todo eso?
R. Que confiar -incluso en un asesor fiscal- es bueno, pero siempre es mejor controlar.
P. Armani siempre ha mantenido su independencia frente a los grandes consorcios del lujo. ?Nunca ha tenido miedo de que le arrollara el delirio expansivo imperante?
R. Hubo un tiempo en que toda marca de moda que se preciara ten¨ªa que construir un palacio de siete plantas en cuanto la competencia inauguraba uno de cinco. Mi precauci¨®n ha dado sus frutos.
P. Su empresa tampoco vive de la haute couture, sino del negocio de los perfumes, accesorios y l¨ªneas vaqueras.
R. Eso no es cierto; probablemente somos los ¨²nicos que ganamos dinero en todos los ¨¢mbitos de la moda. Cuando empec¨¦ a ser conocido habr¨ªa podido descuartizar mi nombre por mucho dinero. Pero no quise que uno se tropezara con Armani en cualquier esquina. No cabe duda de que he ganado mucho dinero, pero para eso han tenido que transcurrir 25 a?os. Es decir, es algo que me ha llevado toda una vida.
P. ?Es descorazonador el mundo de la moda?
R. No te da la m¨¢s m¨ªnima tregua. Uno va al cine y sigue trabajando, se va de vacaciones y sigue trabajando, pasea por la ciudad contemplando a la gente y las tiendas y sigue trabajando. ?sta es una profesi¨®n despiadada.
P. ?Por qu¨¦ nunca se ha sentido tentado a cotizar en Bolsa como, por ejemplo, Prada y Burberry?
R. Todo aquel que sale a Bolsa es porque necesita dinero. Pero mi empresa siempre ha sido capaz de financiarse a s¨ª misma, siempre ha gozado de liquidez. Simplemente, no lo he necesitado.
P. Resulta dif¨ªcil imaginarse a alguien como usted rindiendo cuentas a sus peque?os accionistas.
R. S¨ª, habr¨ªa estado dirigido por el mercado y cada temporada el volumen de ventas tendr¨ªa que experimentar un incremento de dos d¨ªgitos. Adem¨¢s, los accionistas quieren ver cifras. Pero en el mundo de la moda dos por dos no siempre son cuatro. Es dif¨ªcil explicar a esta clase de personas que una fiesta en Los ?ngeles puede costar un mill¨®n de euros y, sin embargo, suponer una ganancia. Los especialistas en finanzas no entienden semejantes sutilezas. Pero mi profesi¨®n est¨¢ repleta de detalles de este tipo.
P. Probablemente usted ha sido el primer creador de moda que descubri¨® las posibilidades que brinda Hollywood como plataforma publicitaria. En 1980 trabaj¨® en el vestuario de American gigolo.
R. Realmente, nunca cre¨ª que esa actividad llegara a cobrar tanta importancia. Sencillamente, a Richard Gere mis trajes le sentaban estupendamente.
P. Desde entonces, los creadores de moda han invertido millones para lograr vestir a las actrices. ?Participa usted en esa feria?
R. La verdad es que no he pagado ni media lira por ello. Por supuesto, regalo los trajes, pero no pago encima para que se los pongan. Si Julia Roberts o Jodie Foster llevan un Armani es simplemente porque se sienten a gusto con ellos.
P. ?Hasta d¨®nde es capaz de dar su brazo a torcer con tal de satisfacer los gustos de una diva?
R. No hago la m¨¢s m¨ªnima concesi¨®n. Si una estrella quiere un vestido de gala rom¨¢ntico deber¨¢ buscarlo en otra parte. O se deciden por mi estilo o se deciden por el de otro. Hollywood est¨¢ lleno de sastrer¨ªas que cosen todo lo imaginable. Pero yo soy un estilista. ?Qu¨¦ inter¨¦s puedo tener en que la gente diga que fulanita lleva un Armani cuando no tiene en absoluto el aspecto de un verdadero Armani?
P. ?Le molesta que se le haya llegado a considerar un dictador dentro de su propio imperio?
R. No cabe duda de que tengo ideas muy precisas sobre c¨®mo debe ser mi casa de modas y, a veces, eso asusta a algunas personas. Pero en definitiva yo soy el propietario, el rostro y la cabeza de la empresa. Yo soy quien toma todas las decisiones definitivas. Pero eso no tiene nada que ver con una dictadura, sino con el esp¨ªritu de empresa. Y todav¨ªa me sigue divirtiendo trabajar aqu¨ª, en la oficina, de nueve de la ma?ana a ocho de la tarde.
P. ?Qu¨¦ es para usted el aut¨¦ntico lujo?
R. Poder decir lo que uno piensa. Eso es realmente el lujo.
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