La emoci¨®n de un toro

Bast¨® que saliera un toro para poner las cosas en su sitio; nada m¨¢s salir el primero, serio, hondo, con trap¨ªo y pitones, concit¨® la atenci¨®n y el respeto del p¨²blico. Padilla lo recibi¨® con dos largas cambiadas de rodillas, pas¨¢ndose los pitones muy cerca. Le hicieron la carioca en la primera vara y en la segunda demostr¨® que, aunque mentiroso, era toro. Mentiroso por su blandura de remos, porque acomet¨ªa con la cabeza alta tardeando, pero toro porque impon¨ªa respeto con su sola presencia, d¨¢ndole una relevancia especial a cualquier cosa que se le hiciese. Padilla lo hizo: fue extraordinario el tercer par, de dentro a fuera, cuadrando en la cara y apoy¨¢ndose en los palos.

El n¨²cleo de la faena se compuso de cinco pases de rodillas en tablas y dos series con la derecha, jug¨¢ndosela limpiamente, aguantando una enormidad y poniendo a los tendidos en tensi¨®n. No dio resultado la prueba con la izquierda y sobr¨® el ¨²ltimo intento con la derecha; mat¨® de una estocada ca¨ªda y el p¨²blico supo apreciar la dificultad y el valor de lo aut¨¦ntico.

Los dos siguientes toros no tuvieron nada que ver: despuntados al uso y con hechuras livianas, inv¨¢lido el segundo. Moreno se parapet¨® encorvado tras el pico y Daniel Duarte hizo ostentaci¨®n de sus naturales dudas y de su poco oficio. Los kilos del cuarto no justificaban su pertenencia a la misma especie que el primero; tuvo cierta nobleza que puso de relieve las carencias de Padilla, que en el primero hab¨ªan pasado inadvertidas ante el riesgo de una lucha cierta. El quinto era serio por todos los lados menos por las puntas de los pitones. Fue un ratero, que plante¨® peligro evidente sin grandeza, pues no es lo mismo el navajeo que la esgrima. Moreno lo intent¨® muchas veces y lo consigui¨® pocas.

Duarte apunt¨® algunos muletazos de buen trazo si bien falt¨® el sentido de la unidad para que hubiera faena.