Y punto final
Por su manera de transpirar, cualquiera de las decisiones que toma Camacho suena m¨¢s que nada a un arrebato. Si ya fue capaz de dejar de entrenar al Madrid sin haberse sentado en el banquillo, a nadie le deber¨ªa extra?ar ahora que renuncie a la selecci¨®n, venga o no a cuento. Tampoco se sabe muy bien qu¨¦ ocurri¨® con el Rayo y el Espanyol, clubes a los que rescat¨® en momentos de apuro, y una vez les hubo acomodado se quit¨® del medio como si no hubiera ya mucho m¨¢s que rascar. Por su temperamento, cuesta creer que esta vez haya consultado con la almohada antes de decir que se pira. Y, como se dice en estos casos, las reclamaciones, al maestro armero, as¨ª que ser¨¢ dif¨ªcil despejar las dudas que deja un adi¨®s con el que se especulaba m¨¢s como una amenaza que como una resoluci¨®n madurada.
Expresa la incapacidad federativa para articular un proyecto que vaya m¨¢s all¨¢ del ¨¢nimo del seleccionador
Nadie se hab¨ªa metido de veras con Camacho ni pedido su destituci¨®n, entre otras razones, porque no se le considera culpable de que Ra¨²l fallara un penalti en la Eurocopa ni Joaqu¨ªn otro en el Mundial. Puede discut¨ªrsele un par de nombres de la ¨²ltima lista de convocados; se le reproch¨® su planteamiento contra Irlanda; y tambi¨¦n que no fuera a por el partido contra Corea ni en el inicio ni al final, aun cuando en el intermedio, el ¨¢rbitro y los linieres les quitaran las ganas de jugar. Hilando fino, pueden encontrarse un par de cosas m¨¢s, como sus relaciones con la prensa y sus auxiliares, pero ni sum¨¢ndolas todas dan como para solicitar que no renueve.
Por contra, hab¨ªa motivos de sobra que parec¨ªan animarle a seguir, como su identificaci¨®n con la selecci¨®n o lo bien que pinta la nueva generaci¨®n de jugadores. La suya, por lo dem¨¢s, ha sido una trayectoria con m¨¢s puntos altos que bajos y cuyo referente tardar¨¢ en superarse: a¨²n se recuerda el 9-0 a Austria en marzo de 1999.
Camacho pod¨ªa haber aguardado la Eurocopa de Portugal sin contratiempos, pero se ha bajado del carro d¨ªas despu¨¦s de que lo hiciera el capit¨¢n Fernando Hierro. Ocurre, sin embargo, que aun siendo una decisi¨®n dif¨ªcil de comprender, tampoco deber¨ªa crear ning¨²n trauma. Al igual que otros seleccionadores, Camacho ha tenido un comportamiento tribal y consigo se ha llevado cuanto trajo. La selecci¨®n contin¨²a sin tener un estilo de juego, se mantiene esclava de la fatalidad y sus vicios de equipo peque?o se reproducen en cada torneo. Camacho ha ido trampeando la situaci¨®n, entrenando sobre la marcha, como si el equipo estuviera por hacer, tal que hubiera insistido en una idea de juego y ahora se diera cuenta de que no tiene futbolistas para que cuadre en la cancha. Habr¨ªa mucho que discutir sobre el trabajo t¨¢ctico de un seleccionador y su capacidad para calzar a cada jugador en su puesto o respetar su carta de naturaleza.
Por una cosa u otra, Camacho no ha podido crear las condiciones que pusieran a salvo a la selecci¨®n de un accidente, de un arbitraje, de un capricho, de la perplejidad que provoc¨® la eliminaci¨®n de un Mundial que parec¨ªa hecho a su medida. Precisamente porque en Corea y Jap¨®n tuvo el podio m¨¢s cerca que nunca se deduce que de ahora en adelante lo tendr¨¢ m¨¢s lejos que en toda su historia. A Camacho no le gustar¨ªa que le siguieran preguntando por lo mismo, y por su decisi¨®n parece que no ve manera de revertir el asunto, de manera que lo ha dejado y santas pascuas.
El seleccionador m¨¢s espa?ol se cans¨® de la selecci¨®n espa?ola y la Federaci¨®n no le ha podido dar ni una raz¨®n para hacerle cambiar de opini¨®n. Un mal trago. Igual resulta que el problema no est¨¢ en los t¨¦cnicos que van y vienen sino en la falta de seducci¨®n de una federaci¨®n discutiblemente organizada, sin poder, y que se pliega a los acontecimientos sin ponerle remedio, siempre en inferioridad ante los clubes.
Harto de responder 'y punto', Camacho ha puesto el punto y final, como diciendo: tal y como est¨¢n las cosas, si la Federaci¨®n no puede hacer m¨¢s por m¨ª ni yo por ella y los jugadores encima hacen la pirula, pues yo no juego m¨¢s; que lo pruebe otro.
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