Armstrong da vida a sus rivales
Igor mantiene el liderato despu¨¦s de que Botero infligiera al americano su primera derrota en una contrarreloj larga

El hotel Pasadoiro, en Navacerrada, es un avispero de ciclistas en cuanto llega la primavera. Profesionales de todo el mundo acuden all¨ª. Hablan de los beneficios de la altitud, de ox¨ªgeno para la sangre, de las virtudes del aire sano. Santiago Botero tambi¨¦n est¨¢ all¨ª. Es mediados de junio. Faltan un par de semanas para el comienzo del Tour. El incre¨ªble colombiano rubio pasa un par de semanas con su mujer, Catalina, pero no piensa en la altura, que bastante ha tenido todo el invierno, pasado en los 1.900 metros de su Medell¨ªn, en Colombia. 'La verdad es que me fui a Navacerrada porque en Alicante, donde tengo la casa espa?ola, no pod¨ªa dormir, no aguanto ese calor pegajoso'. All¨ª se prepar¨® Botero, la fuerza de la naturaleza sobre una bicicleta, la revoluci¨®n. All¨ª, Armstrong empez¨® a perder la primera contrarreloj larga desde que venci¨® al c¨¢ncer y se convirti¨® en emperador del Tour.
A partir de ahora todo le est¨¢ permitido a una generaci¨®n que ha vivido sometida
Entre el colombiano y el espa?ol han derribado un mito y el Tour ha cambiado de repente
Armstrong tambi¨¦n hab¨ªa pasado medio junio en altura, en los Alpes franceses, cerca de Morzine, pero no lo hizo por una raz¨®n tan sencilla como la de Botero. Armstrong, el norteamericano que controla hasta el ¨²ltimo detalle, busc¨®, junto a medio equipo, el ajuste fino, el toque final de su puesta a punto. Largas jornadas con el SRM, el aparato que mide velocidad, pulsaciones, cadencia y potencia, vatios, latidos, potencia media, cadencia alta, pura ciencia. Ox¨ªgeno en la sangre, hematocrito, las virtudes de la altura. Estaba preocupado. Estaba afectado. Botero le hab¨ªa ganado en la contrarreloj de la Dauphin¨¦ Lib¨¦r¨¦. Hab¨ªa necesitado un golpe de orgullo para ganar la carrera francesa. Algo no marchaba a la perfecci¨®n.
Mientras, en Vitoria, Igor Gonz¨¢lez de Galdeano, una fuerza tranquila, un hombre imperturbable, una ambici¨®n controlada, daba tambi¨¦n las ¨²ltimas pinceladas a su cuerpo. Salidas con su vecino Beloki. Dieta. Mantenimiento del peso y de la forma. De la fuerza. As¨ª, tambi¨¦n de forma simple, prepar¨® Igor su contribuci¨®n a la revoluci¨®n, aunque s¨®lo sea simb¨®lica. Pero los s¨ªmbolos en ciclismo tienen mucho que decir.
Un mito cay¨® ayer, aunque sea por pocos segundos, el de la invencibilidad de Lance Armstrong, el norteamericano que quer¨ªa ganar la contrarreloj y qued¨® segundo; que pod¨ªa recuperar el maillot amarillo y qued¨® segundo. Se qued¨® a 11 segundos de Botero en la lucha por la etapa; se qued¨® a 26 segundos de Igor en la pelea por el amarillo. Ahora todo les est¨¢ permitido, por lo menos creer en sus fuerzas, a una generaci¨®n sometida.
Todo ocurri¨® en una jornada dram¨¢tica y teatral, en las costas bretonas, un d¨ªa de sol y playa. Fue una contrarreloj absurda por su desarrollo, con Botero saliendo hora y media antes que Igor y una hora antes que Armstrong. Y siete del ONCE-Eroski ocupando los momentos estelares, el final de la pel¨ªcula. Botero se ha bebido un par de litros de agua, se ha puesto unos leotardos negros para no coger fr¨ªo en las piernas y sufre. Sufre m¨¢s que en la contrarreloj, la prueba en la que el ciclista colombiano m¨¢s at¨ªpico, menos escarabajo, m¨¢s europeo, parece disfrutar, doblado sobre la bici, paralelo a la barra, como si una bisagra permanente en la cadera le permitiera rotar la pelvis a su antojo, y los muslos, las piernas, entes aut¨®nomos, generan vatios, caballos de potencia, mueven bielas, platos, desarrollos incre¨ªbles, 10 metros por pedalada, y plato en los repechos. Y, en el o¨ªdo la voz suave de Lagu¨ªa, nada de meg¨¢fonos extempor¨¢neos, un arrullo por auricular, un grito de ¨¢nimo, un consejo.
Botero ha terminado su actuaci¨®n y ha terminado sufriendo, viento de cara, repechos interminables subiendo hacia Lorient. Duda (como siempre: se cree tan bueno como es pero le da miedo pensarlo). Mira la tele y casi reza. 'Venga, que gane, con lo bien que le ir¨ªa a Colombia una victoria m¨ªa, con lo mal que lo est¨¢ pasando el pa¨ªs'. Lo dice mientras ve a Armstrong, su incre¨ªble cadencia, su estilo de cowboy sobre una bicicleta, las piernas abiertas, la mirada de hielo. La necesidad. Ve a Armstrong y le ve sufrir, una lucha interior, entre las informaciones que le transmite Bruyneel, su director, por el auricular, y la capacidad de su cuerpo, que por primera vez parece limitada. Armstrong lo dijo luego: 'Hac¨ªa falta un Superarmstrong para ganar, hoy he sido s¨®lo Armstrong'. Y tambi¨¦n ve a Igor, alto, fuerte, impresionante, potente, la cabeza siempre alta, tragando viento, pero tan arm¨®nico, tan limpio de amarillo, tan pulido. La imagen le dice algo, que Igor marcha muy bien, pero no le dice nada, necesita referencias Botero, el incr¨¦dulo, necesita cifras, datos, no impresiones. Le ve tragarse los repechos, toboganes, ondulaciones, la carretera que nunca es lisa, avanzar como si fuera una aspiradora. Y oye a Marino Lejarreta por el meg¨¢fono, al mago de las comunicaciones, d¨¢ndole consignas, ¨¢nimos. Y cuando llega la ¨²ltima referencia, a seis kil¨®metros de la llegada, se da cuenta de que la lucha de Igor es por conservar el maillot. Grita de alegr¨ªa porque sabe que la lucha de Igor es la misma que la suya, que entre los dos han derribado un mito y que el Tour ha cambiado de repente.

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