Armstrong es Superarmstrong
Roberto Heras destroza a Igor Gonz¨¢lez de Galdeano y el estadounidense gana la etapa y recupera el jersey amarillo
En los tiempos m¨ªticos, el Aubisque era un misterio. Una carretera estrecha y sombr¨ªa, mal asfaltada, rodeada de prados en los que sesteaba el ganado. Pero eso los corredores no lo ve¨ªan. La bruma, una niebla baja y pegajosa, h¨²meda, lo oculta todo. Dicen que hay duendes, brujas, trasgos. A Algunos, como a Indurain, dicen, les anunciaban un futuro sin l¨ªmites; para la mayor¨ªa, malos augurios. Los ciclistas, de siempre, bajaban el Aubisque con miedo. Miedo a caerse por la carretera resbaladiza, miedo a apariciones fantasmag¨®ricas, miedo a encontrarse una vaca, o un oso, tambi¨¦n dicen que hay osos, cruzados en la carretera. Pero eso era entonces. Ahora no, ahora en el Aubisque luce el sol, la gente est¨¢ en camiseta naranja y en pantal¨®n corto esperando a los ciclistas, tomando kalimotxo y cantando alegres canciones. Ya no hay misterios. Es el tiempo del ciclismo programado. El auricular y la emisora. El orden y la disciplina. ?Qui¨¦n teme a los osos?.
No los teme, y eso es evidente, Pavel Padrnos, que es checo y muy grande, un coloso de m¨¢s de 1,90 metros y casi 90 kilos. Una fuerza de la naturaleza que lleva al pelot¨®n en fila india, que poco a poco va descremando al grupo, que en las rampas del Aubisque, soleadas, sorprendentes, marca un ritmo de mantenimiento pero fuerte. Es el primer col del Tour. Empieza la carrera de verdad. Jalabert va escapado, como siempre, se busca en libertad, no parar¨¢ hasta encontrarse, pero no ser¨¢ hoy. El franc¨¦s no ceja, pero madura, se ablanda, se excede pero nunca pasa de tres minutos y medio de ventaja. Hoy es el Aubisque de los fuertes, de Padrnos y de Pe?a, y tambi¨¦n de Hincapie. Hoy no hay misterio. El ONCE-Eroski ya anunci¨® que su liderato era virtual, provisional, que no real, que el verdadero l¨ªder era Armstrong, que trabaje su equipo. El US Postal trabaja; trabajan todos menos Landis, la revelaci¨®n americana del a?o, que sufre. Pero cuando trabajan, orden, disciplina, esfuerzo voluntario, superaci¨®n de sus propios l¨ªmites, todo lo que el ciclismo simboliza, cuando trabajan no lo hacen para salir guapos, ordenados, disciplinados, esforzados y sudorosos en una foto o en la televisi¨®n, que tan bonito queda; cuando trabajan lo hacen con un sentido, con un sentido ¨²nico: trabajan porque el jefe lo ha mandado, trabajan porque el jefe los necesita, trabajan porque Armstrong es Superarmstrong.
El pelot¨®n lo presiente. El pelot¨®n teme. El 'enigma Armstrong', el ¨²nico misterio (y a medias), queda desvelado. La voz se corre. Armstrong quiere ganar la etapa y coger el maillot amarillo, quiere ganar en La Mongie, cerca de la cima del Tourmalet. Ninguna novedad, por supuesto. Ya lo hizo en el 99, cuando gan¨® en Sestriere, el d¨ªa de la primera llegada en alto; y en 2000, que no gan¨® la etapa de Hautacam porque Javier Otxoa resisti¨® m¨¢s de lo que nadie pod¨ªa pensar, pero s¨ª fue l¨ªder; y en 2001, que se exhibi¨® en Alpe d'Huez y aunque no cogi¨® el maillot, que lo ten¨ªa un fugado de 35 minutos, s¨ª que marc¨® diferencias con todos. Pero para 2002 s¨ª que hay novedades. Armstrong quiere hacer lucirse a su equipo. M¨¢s a¨²n: lo que de verdad quiere Armstrong es que el US Postal gana la general por equipos. M¨¢s a¨²n: lo que de verdad de verdad quiere es que no la gane el ONCE-Eroski. Contin¨²an las charlas entre soplidos y resoplidos: Armstrong est¨¢ rabioso, a Armstrong no le gusta que cierta prensa espa?ola le haya dado por muerto, y todo porque no gan¨® la contrarreloj. Chechu Rubiera est¨¢ con Armstrong, el corredor que lo idolatra. Hablan y parece que se cuentan un chiste. Los dos se r¨ªen. El pelot¨®n se mosquea. ?Qu¨¦ se habr¨¢n dicho? Todos sufriendo su ritmo y ellos riendo, ?qu¨¦ se traen entre manos? Rubiera dijo luego que Armstrong, simplemente, le pregunt¨® que c¨®mo se encontraba, y que ¨¦l le dijo que el jefe no debe preguntar esas cosas, que la conversaci¨®n debe ser al rev¨¦s. 'Y cuando me dijo eso', confes¨® Rubiera, 'ya sab¨ªa lo que me esperaba'. Dos palabras: trabajo duro. A ¨¦l y al otro escalador espa?ol, a Roberto Heras. Para eso est¨¢n.
Si Lance Armstrong no gana el Tour lo gana Roberto Heras. Esto es un Tour de escaladores. Armstrong lo sabe y, seg¨²n sus ex¨¦getas, ha planificado todo milim¨¦tricamente para alcanzar el punto justo en las etapas de monta?a. El resto, la gasolina, se lo da la rabia y el orgullo. Y si Armstrong cree que esto es un Tour de escaladores, y que la contrarreloj es un asunto secundario, es que es verdad. Y si esto es un Tour de escaladores, y todav¨ªa quedan el Plateau de Beille (hoy), e Mont Ventoux (el domingo), Deux Alpes (el martes), La Plagne (el mi¨¦rcoles) y Cluses (el jueves) para probarlo, lo l¨®gico ser¨¢ que lo gane un escalador. El mejor escalador es, en teor¨ªa, Armstrong, y el siguiente, no hay duda, es Heras.
As¨ª que lleg¨® el Tourmalet y Armstrong no atac¨® a pie de puerto. Tampoco atac¨® mediado el puerto, que por entonces era el trabajo de Rubiera, ni a final. No pod¨ªa siquiera. Estaba en territorio Heras. Justo bajo la pancarta de cinco kil¨®metros para la cima se abri¨® Rubiera. Justo ah¨ª se puso a tirar Heras. Justo entonces el grupo de favoritos, que contaba con Rumsas, Basso, Sevilla, Beloki, Kivilev y Azevedo se queda en tres. Superheras tirando de Superarmstrong y detr¨¢s, aguantando Beloki. Fue la l¨®gica definitiva. S¨®lo quedaba jugarse entre ellos el triunfo de etapa. Entre Armstrong y Beloki. Heras lanz¨® y Armstrong remach¨®. Beloki entr¨® m¨¢s cerca que nunca del americano. A 7s. Pero 7s que son un mundo. Y a fin de cuentas, Armstrong hizo lo acostumbrado: gan¨® la primera etapa de monta?a y se visti¨® de amarillo, y encima acab¨® con las dudas y fard¨® de equipo. Y por si fuera poco, recuper¨® a Roberto Heras, el bejarano de la mirada triste, para el ciclismo. Y todo sin perder la sonrisa, sin dejarse llevar por la urgencia. Como quien lava.
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