El juego favorito de Armstrong
El norteamericano lanza su esperado ataque y distancia m¨¢s a¨²n a Beloki y a Igor Gonz¨¢lez de Galdeano
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'En la primera etapa de los Pirineos', advierte el viejo profesor Ferretti en la salida, 'Armstrong hizo lo justo para alcanzar el liderato, en la segunda, en Plateau de Beille, atacar¨¢ desde mitad de puerto y empezar¨¢ a aumentar distancias con los rivales. Necesita ese tiempo. Necesita un colch¨®n por si, aunque parezca imposible, le llega un mal d¨ªa'. Profeta, dir¨ªa alguno. O simplemente sabio. O m¨¢s a¨²n, un t¨¦cnico que sabe su oficio. Armstrong hizo eso, como todo el mundo sabe ahora y sab¨ªa antes, y Manolo Saiz aterriz¨® en la tierra, vio el ¨²ltimo velo de ilusi¨®n desaparecer de sus ojos, y dijo: 'Armstrong est¨¢ jugando con nosotros'. Ni hubo crisis en la contrarreloj por equipos, ni tampoco en la individual ni subiendo el Tourmalet. Gran conclusi¨®n. Esto es un juego. Esto es el Tour, el juego favorito de Armstrong y sus amigos carteros.
El equipo de Armstrong, su equipo, los ocho corredores cuidadosamente seleccionados por el propio Armstrong en el mercado, cuidadosamente entrenados con las t¨¦cnicas que Armstrong y sus asesores tan bien manejan, alimentados, preparados y programados para la misi¨®n Tour, es una cosa tan perfecta, tan regulada, lo hace todo tan bien y tan sincronizado que mata cualquier incertidumbre. Esto del Tour de Armstrong, y vamos ya por la cuarta edici¨®n, revisada, corregida y aumentada, es un gui¨®n de serie televisiva de alto consumo, una novela que aplana los matices, que difumina el paisaje, que deja a los personajes en casi monigotes. Y no es as¨ª, que los ciclistas son hombres, hombres que luchan, que sufren que van m¨¢s all¨¢ de sus fuerzas, que se arriesgan, que dudan, que mienten, hombres generosos, solidarios, ego¨ªstas, perros, nobles y buenos. Que no son m¨¢quinas, que no son actores en la pel¨ªcula de Armstrong.
Todo el mundo sabe lo que va a pasar y cu¨¢ndo va a pasar. Tambi¨¦n c¨®mo. Ahora les toca a Padrnos (el coloso checo), a Hincapie (el jovial, elegante y colosal neoyorquino) o a Joachim (el taciturno luxemburgu¨¦s). Dicho y hecho, tren postal con destino al Plateau de Beille. La etapa se desarrolla a su ritmo de apisonadora. A su rodillo. Lo mismo da que se pase por la curva Oca?a (all¨ª, en el col de Ment¨¦, asfalto pegajoso, term¨®metro a 33 grados, donde en 1971, bajo una tormenta que convirti¨® al d¨ªa en noche, el bravo manchego de Mont de Marsan, se cay¨®, se hiri¨®, abandon¨® el Tour con el maillot amarillo sobre los hombros); o que se pase por el monumento Casartelli, en el mismo col de los Pirineos, en la curva donde se mat¨® el prometedor italiano, equipier de Armstrong en el Motorola, en 1995. Lo mismo da. A los colosos enormes, a los equipiers de los 90 kilos, les reemplazan los pesos medios, el Floy Landis que esperaba estar mejor, el V¨ªctor que est¨¢ mejor que nunca, el Vlada Ekimov, el viejo, el veterano, que sabe m¨¢s que nadie, el rodador que calcula, mide y ordena. As¨ª pas¨® el jueves, as¨ª pas¨® ayer. Las dos veces con Jalabert delante, su despedida de los ruedos y eso, atado por una cuerda que no le da m¨¢s de cinco minutos. Puro control.
Y lo hacen tan bien y tan as¨ª que la gente se piensa que eso es Jauja. Que cuando llegan al pie del ¨²ltimo puerto, el terrible Plateau de Beille, 16 kil¨®metros al 8,5%, y ven que hay 100 en el pelot¨®n y que todav¨ªa han aguantado Zabel y dem¨¢s culones, se frotan las manos y dicen que qu¨¦ bien. ?Ja! Que se lo han cre¨ªdo.
Olvidan que han recorrido ya 180 kil¨®metros, muchos, aunque sea al tran tran del US Postal, que han subido y bajado cuatro puertos, que han cambiado de vertiente de aguas , de la atl¨¢ntica han llegado a la mediterr¨¢neas, que han atravesado unos Pirineos pestosos bajo un sol inclemente, que han sudado y han sufrido para ventilarse. Lo olvidan, pero lo recuerdan enseguida. Comienza el ¨²ltimo puerto. Es el turno de Rubiera. Y cuando el asturiano incre¨ªble, la mirada azul siempre hacia el cielo, Armstrong a su espalda, de amarillo, guiando sus pasos, regula al grupo, anula el t¨ªmido intento de Marcos Serrano (el ¨²nico ataque de todos los Pirineos: viva), el pelot¨®n de 100 se queda en 15. Sufren detr¨¢s. Sufre Mancebo, Zubeldia, tambi¨¦n Sevilla... Escaladores hechos y derechos se agarran a su ritmo. Y es s¨®lo el aperitivo. Cuando s¨®lo faltan siete kil¨®metros se aparta Rubiera, toma el relevo Heras. Es el acabose. El tr¨ªo de la fama se queda solo. Los tres grandes escaladores. Heras, Armstrong, Beloki, por este orden. Lo hacen tan suave, tan naturalmente, que es claro, l¨ªquido, casi una revelaci¨®n, que Armstrong ser¨ªa capaz de ganar este Tour sin atacar ni una sola vez. Pero no. A falta de seis kil¨®metros se va. Deb¨ªa cumplir la profec¨ªa de Ferretti. Pese a la desesperada resistencia de Beloki, en seis kil¨®metros, Armstrong le saca 1.04m. El a?o pasado, en Alpe d'Huez, en 12 kil¨®metros, consigui¨® poco m¨¢s, 1.24m. Es su juego. Su juego favorito.

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