Un salto de gigante

Las pardas hechuras de Sierra Morena pierden la compostura al poco de nacer entre las inmediaciones de las localidades jienenses de Aldeaquemada y Santa Elena. Un paisaje de inusitada belleza roto de mil formas entre barrancas, desfiladeros y cancharreras, reconocido como la ¨²ltima frontera de Al-?ndalus. Despe?ar a los enemigos calificados de 'perros infieles' por las cortaduras del r¨ªo fue la triste manera de celebrar la victoria de las huestes cristianas sobre el ej¨¦rcito almohade, tras la batalla de las Navas de Tolosa en 1212. Desde entonces, las estrechuras p¨¦treas que forman el paso del r¨ªo, desde las llanuras castellanas a las tierras andaluzas, se conocen con el nombre de Despe?aperros. Un lugar de paso, que cualquier viajero reconoce y sit¨²a, pero que muy pocos se han parado a disfrutar desde cerca. Su declaraci¨®n como parque natural en 1989 sirvi¨® de llamada de atenci¨®n para los amantes de la naturaleza sobre un lugar del que hasta entonces se sab¨ªa muy poco. Sus casi 8.000 hect¨¢reas de superficie est¨¢n cubiertas de encinares y alcornocales por los que campan un buen n¨²mero de especies de fauna, entre las que destacan jabal¨ªes, ciervos, meloncillos y gatos monteses, mientras se descubren en el aire las siluetas inconfundibles de los buitres leonados.

En este paisaje de paredones verticales, la fantas¨ªa pone nombre propio a las rocas cuarc¨ªticas m¨¢s llamativas; los ?rganos, el Salto del Fraile, las Correderas o el Cerro del Castillo son algunos de estos parajes singulares. Viejas cuevas dan cuenta de la presencia humana en estos predios desde los tiempos del Neol¨ªtico, y a pocos pasos de los l¨ªmites del parque natural de Despe?aperros se guarece, entre umbr¨ªas de la sequedad jienense, un peque?o r¨ªo de veneros manchegos y cauce andaluz, el Guarrizas. Sus aguas zigzaguean entre las fincas y huertas de la cercana localidad de Aldeaquemada, con la querencia del desnivel cedido por los montes tronzados que por aqu¨ª medran. Una tierra fragmentada y agreste cincelada a golpes de erosi¨®n, que sorprende al forastero con una de las visiones m¨¢s atractivas para cualquier amante de la naturaleza, un salto de agua de 50 metros de altura por donde el Guarrizas se despe?a, conocida como la cascada de la Cimbarra.

Una eterna rutina

No cabe duda de que se trata de uno de los rincones m¨¢s fastuosos de la provincia, por lo que la Administraci¨®n andaluza le otorg¨® protecci¨®n con la figura de paraje natural. Las lluvias convierten esta catarata en un lugar de ensue?o. Encajada entre las cortaduras, la corriente del r¨ªo olvida la horizontalidad ante la presencia de una falla compuesta por dos gigantescos escalones. La eterna rutina de las aguas golpeando el fondo del saltadero ha dado forma a una inmensa poza esmeralda de escarpadas paredes, conocida como Marmita del Gigante, que idealiza a¨²n m¨¢s la imagen de postal de la Cimbarra. Unos cientos de metros corriente abajo, los pelda?os del cauce dan lugar a otro grupo de peque?os saltos llamados las Cimbarrillas.

Para acceder hasta este paraje natural se toma un camino carretero que sale de Aldeaquemada. Tras un par de kil¨®metros paralelos al r¨ªo, el sendero se empina hasta lo alto de una loma donde un cartel se?ala la estrecha senda que, entre jaras, brezos y chaparros, lleva al mirador de la Plaza de Armas. Este oteadero, por encima de la cascada, tiene la mejor vista de todo el entorno.