Luz y sonido
Recuerdo a Mat¨ªas en mi sof¨¢ berenjena, retozando con su novia ucraniana en la posici¨®n del nen¨²far ap¨¢tico, y me invade la ternura del caim¨¢n somal¨ª. Mi asesor jur¨ªdico me invita a denunciarlo, vislumbra para nuestro acusado un fin de semana en Alcal¨¢-Meco -eso que se llama darle un susto-, y por un momento yo, Saso Barasa, disfruto al imagin¨¢rmelo entre barrotes, como tantos congregantes de izquierda que incurrieron en la moda de las estafas. Pero con todo el mal que me hizo, a¨²n me lo comer¨ªa a besos, por lo que deseo que mi pesadilla venga motivada por el cochinillo que cenamos ayer y no por sus artes ap¨®crifas.
No dir¨¦ el nombre del asador que todo Madrid frecuenta desde el siglo de Gald¨®s. All¨ª nos citamos dos horas antes de que comenzara el espect¨¢culo de luz y sonido que Mat¨ªas hab¨ªa ideado para nuestra oferta tur¨ªstica veraniega. Mientras devor¨¢bamos el dorado lech¨®n recalqu¨¦ nuestra hermandad de pupitre en el parvulario de la ronda de Segovia y, en especial, aquella clase de geograf¨ªa encharcada por los orines de los que tem¨ªan ser preguntados. Cuando el profesor inclemente le llam¨® a la pizarra, Mat¨ªas se dirigi¨® por el hediondo pasillo como si pisara el albero de la Chata de Vista Alegre -?alguien tocaba en su honor Marcial, eres el m¨¢s grande?-. Y al evocar su voz viril recitando los afluentes del Brahmaputra, se me nubla todo porque me ofusca el hombre, y aunque hoy yo, Saso Barasa, bien quisiera triturarle las criadillas, un at¨¢vico respeto por la fuente de la vida me impide descargar la mano que mi indignaci¨®n levanta.
Madrid, agosto, el forastero es rey. S¨®lo la oposici¨®n corrupta niega el incentivo que representa para un et¨ªope o una indostana, no digamos un lap¨®n, la apertura de nuestros grandes almacenes en los domingos de agosto. ?Hurra por nuestra sagaz mercadotecnia! En busca de nuevas metas para el turismo matritense, yo, Saso Barasa, planteo concurso de cerebros, ?y qu¨¦ ocurre? Que esa voz de bar¨ªtono asociada a un rostro con espinillas y a un atlas que yo guardaba en el ba¨²l de los recuerdos -uuu-, me telefonea con la frase de nuestra ni?ez: '?Barasa, sarasa!'. Y yo le contesto aflautando la voz: '?Mat¨ªas, las t¨ªas!'. La vida le coloc¨® en la otra orilla er¨®tico-pol¨ªtica, pero del enemigo el consejo, me digo al proponerle contrato. Sin resistencia lo firma, y porque s¨¦ sus flaquezas, le invito a mi casa con una horizontal del antiguo tel¨®n de acero. ?Ah, estos rojos, qu¨¦ bien se entienden! En mi sof¨¢ berenjena Mat¨ªas remata la lidia de la ucraniana con un estoconazo hasta la bola. Pero no queda ah¨ª su pericia, porque nada m¨¢s reponerse del ¨¦xtasis, hasta cien distracciones al turista me brinda con su talento macho. Y mejor me callo, porque de continuar con este vocabulario me pierdo.
?Qui¨¦n pod¨ªa anticiparme el desenga?o? Para atraer a la villa y corte al g¨¢rrulo de los fiordos o al rentista del Ganges, mi Mat¨ªas hab¨ªa previsto explotar los variados encantos madrile?os: desde los suspiros de modistilla a la sangre de san Pantale¨®n, pasando por los bailes de candil, el eterno atasco, la manoler¨ªa, el acrisolado botijo y, de postre, la traca: desde el puente de los Franceses al de Praga, una canoa s¨®lo para extranjeros circular¨ªa por el Manzanares a lo bateau-mouche. '?Gitanazo!', le pirope¨¦ desmadrado. A cambio, me suplicaba inaugurar con su dama ese viaje tur¨ªstico en la postura del acebo sin Dios. ?Nada m¨¢s discreto! Acced¨ª, y en la noche de ayer, tras el cochinillo en su jugo y un arroz con leche de arrobo, Mat¨ªas se va a recoger a su ninfa y yo, Saso Barasa, me encamino a la ribera del estadio Calder¨®n con el floripondio que recibir¨ªa la ucraniana en la aventura fluvial...
?Preparados? ?Listos? ?Ya est¨¢, ya nos viene! Me acodo a la baranda del pretil, deslumbran los focos del Regimiento de Zapadores, trepan los bomberos por la fachada de la Puerta de Toledo, despuntan los cohetes, arranca la Sinf¨®nica con el chotis de Agust¨ªn Lara..., ?y qu¨¦ es lo que se me presenta dando m¨¢s tumbos que un borracho por nuestras aguas? P¨¦rfido Mat¨ªas, ?qu¨¦ te mueve a transformar a la ucraniana en morito y al bateau-mouche en patera? Me hiciste convocar a la prensa para el ringorrango y nos viene el hazmerre¨ªr de la Comunidad Econ¨®mica. Harto de concitar mofas y befas, yo, Saso Barasa, me arrojo al canalizado Manzanares con tu nombre en mis labios, y en esta ocasi¨®n mi salto del tigre no me depara el consuelo del caim¨¢n somal¨ª, sino los auxilios del Samur, que con cuatro puntos de sutura me corta la brecha del occipucio, pero no la duda met¨®dica: ?eres a¨²n m¨¢s falso que el aprendiz de r¨ªo, Mat¨ªas de mis entra?as?
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