El misterio de la ciudad
Voy a narrarles un hecho realmente extraordinario. Un drama que adivino tremendo, pero del que s¨®lo puedo darles datos parciales. Hay quien lo prev¨¦ terrible aunque ignore todo al respecto. Yo, he de reconocerlo, preferir¨ªa ver su lado amable, que lo tiene. Cosas de este arranque de siglo, asuntos de envergadura y un tanto misteriosos. Algo que les podr¨ªan haber narrado con mucha mayor pericia los doctores E?a Queir¨®s y Ramalho Ortig?o de haber vivido. Murieron en 1900 y 1915, respectivamente, y hablaban de algo con apariencia de crimen.
Yo no. Quiero decir que ni he muerto ni quiero hablarles de cr¨ªmenes. Pero s¨ª de algo extraordinario que cambiar¨¢ la apariencia de esta ciudad, y de otras, en pocos a?os. Cambiar¨¢ nuestras propias vidas. S¨¦ que estamos de fiesta. Quiz¨¢ por ello les hable de esto. Quiz¨¢ por la confianza que nos da haber compartido estos d¨ªas.
El d¨ªa 5 no se entreg¨® la Medalla de Oro a las Casas Regionales. No por nada. Se lo merec¨ªan y se les hab¨ªa otorgado. Pero se aplaz¨® por fuerza mayor: se hab¨ªa asesinado a una ni?a y a un anciano en nuestro nombre, por 'nuestra ?libertad?' Horror e infamia ?Iron¨ªa o disparate? En todo caso, una tragedia y un hecho. Una ignominia que se hiciera en nuestro nombre. Hab¨ªa que decirlo (hubo quien no lo hizo).
Oro, por tanto, para las Casas Regionales. Andaluces en Vitoria, capaces de reproducir un pastiche de Roc¨ªo o de Feria en los alrededores de Arriaga, con blancos caballos briosos o alazanes. Gallegos de ribeiro y albairi?o, y de pulpo, que es sabido que fue gallego antes que la arruga o la moda. Extreme?os, aragoneses (o ma?os) de jota y del Pilar. Todos ellos son hoy Vitoria. Hasta el punto de haberla quintuplicado en poco tiempo.
Pero no les quiero hablar de esto. Ellos son ya Vitoria, forman la ciudad misma tal como la conocemos (aunque no todos los 'lugare?os' lo hayan aceptado, ?a¨²n hoy!; y se les d¨¦ entrada en la conmemoraci¨®n m¨¢s como curiosidad que como sustancia). No. Les quiero hablar de los verdaderos inmigrantes que dan nuevo tono a la ciudad (y a quienes no se ve en absoluto en la fiesta -salvo en los toldos de artesan¨ªa-).
Han sido ellos (los registrados) quienes han hecho que Vitoria crezca en el ¨²ltimo a?o. Y, registrados y no registrados (cuatro de cada cinco), comienzan a dar nuevo color a la ciudad. Latinoamericanos (38,3%) y magreb¨ªes (25,3%) forman el grueso. El hijab y shador de las mujeres empieza a formar parte del paisaje urbano (misteriosamente desaparecido en la feria; ?imperativos de aquella civilizaci¨®n?) ?ste s¨ª es un hecho realmente extraordinario. Un drama o, en todo caso, un cambio que adivino tremendo y decisivo, y del que s¨®lo puedo darles datos parciales. Se concentran, al parecer, en el Casco Viejo y Sansomendi, forman 'cofrad¨ªas', 'familias',... en el caso de los magreb¨ªes. Y ser¨¢n nuestros vecinos en los pr¨®ximos a?os. ?Conviviremos o nos enfrentaremos? Mejor convivir.
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