V¨ªctimas de la globalizaci¨®n financiera
El autor atribuye la crisis del pa¨ªs suramericano al Estado y advierte de que la globalizaci¨®n puede agravar a¨²n m¨¢s las cosas
Tras el fracaso del modelo 'neoliberal de salarios altos', Argentina ensaya hoy el proyecto 'neopopular de salarios bajos'. ?Tendr¨¢ ¨¦xito? Parad¨®jicamente, el empleo y las exportaciones siguen cayendo.
?Se animar¨¢ alg¨²n d¨ªa a aplicar el modelo 'neoproductivo de impuestos bajos', que promueva el rol de las pymes, del trabajo, de la producci¨®n y de la exportaci¨®n? Para ello tendr¨¢ que resolver el dilema de su Estado, insaciable devorador de recursos y responsable absoluto de las tasas impositivas que desalientan la contrataci¨®n de mano de obra y la producci¨®n.
Al final de cuentas, y si hacemos un an¨¢lisis m¨¢s afinado, ?qui¨¦n hizo perder los ahorros a la gente? El Estado. Los bancos fueron la cortina de humo usada por ciertos sectores de la clase pol¨ªtica para disimular la realidad. ?Por qu¨¦ entraron en crisis los grandes bancos nacionales, p¨²blicos y privados? Por la monta?a de bonos que les forz¨® a comprar el Estado presionando con los sutiles instrumentos a su alcance. ?Por qu¨¦ se acentu¨® la fuga de capitales del pa¨ªs? Porque los analistas (internacionales y locales) advirtieron de la inevitable insolvencia del Estado. Proyectando gastos e ingresos fiscales, el default era inminente.
La globalizaci¨®n financiera puede prolongar y profundizar la crisis 'sine die'
Las peque?as y medianas empresas s¨®lo pueden sobrevivir con parte de su actividad en 'negro'
Buena parte del ahorro de la gente fue a parar al Estado a trav¨¦s de los bonos. Si bien la deuda p¨²blica representaba entre el 20% y el 30% de la cartera de los bancos, su insolvencia fue el disparador de la crisis. El sector privado entr¨® en insolvencia despu¨¦s, como consecuencia de la devaluaci¨®n y de la profundizaci¨®n de la recesi¨®n. Los bancos fueron el jam¨®n del sandwich, y pagaron bien cara su cuota de responsabilidad ante la falta de valent¨ªa para enfrentar las presiones del Estado.
Cuando la comunidad financiera internacional le ped¨ªa al Estado argentino que redujera su d¨¦ficit para poder seguir prest¨¢ndole y asegurarse la posibilidad del repago de esos nuevos cr¨¦ditos, bastaba con bajar los salarios p¨²blicos un 30% (de por s¨ª, sustancialmente m¨¢s altos que los privados). Es verdad que en ese momento era humana y pol¨ªticamente inviable.
En cambio, el Estado prefiri¨® cortarnos la cabeza a todos los argentinos: la reducci¨®n de salarios fue para todos por igual, p¨²blicos y privados. Medido por inflaci¨®n y hasta que se sinceren las tarifas de los servicios p¨²blicos en el pr¨®ximo Gobierno, ha sido del 30% al 40% (para los sectores de menores ingresos, entre el 50% y el 60%). Medida en la moneda que cuenta para los argentinos, el d¨®lar, la bajada fue ?del 300%! Y la ca¨ªda del producto interior bruto, del 15%. ?Qu¨¦ barbaridad! ?Qu¨¦ sacrificio! ?Qu¨¦ ego¨ªsmo! La historia del perro del hortelano. Hecho de esta forma fue pol¨ªticamente viable, ?pero a qu¨¦ coste para la sociedad? Para colmo, agrav¨® el desequilibrio entre gasto p¨²blico y producci¨®n privada. O sea, ese esfuerzo descomunal para estar peor.
El Estado, que en las primeras d¨¦cadas del siglo XX cumpli¨® un fundamental rol integrador y de expansi¨®n, est¨¢ hoy postrando a la sociedad argentina. La comunidad se siente agobiada por un Estado que no cumple sus funciones espec¨ªficas: brindar seguridad y justicia, educaci¨®n y salud, empleo y retiro digno. Un Estado que ahoga impositivamente a los que producen, y como consecuencia de ello, destruye empresas y puestos de trabajo. Y, de esta forma, se ahoga a s¨ª mismo y a toda la comunidad, ya que cada vez son menos los que quedan vivos para pagar la factura del Estado. Reacciona entonces con m¨¢s impuestos. ?Pero hasta cu¨¢ndo? Basta no m¨¢s comprobar esta realidad consultando a las peque?as y medianas empresas: s¨®lo pueden sobrevivir gracias a que una parte importante de su actividad se realiza en negro. Si tuviesen que blanquear toda su operaci¨®n, es decir, pagar todos los impuestos, como deben hacerlo las grandes empresas, autom¨¢ticamente ser¨ªan inviables y deber¨ªan cerrar sus puertas. ?C¨®mo es esto posible? Las peque?as y medianas empresas son el sustento fundamental de cualquier pa¨ªs. Y su rol en el empleo es vital. El empleo es hoy nuestra prioridad absoluta. A su vez, al tener que realizar buena parte de sus negocios en la marginalidad, se autoexcluyen de toda posibilidad de financiamiento.
Pero la explicaci¨®n de nuestra crisis no se agota en un Estado ineficiente, despilfarrador y desordenado, que consumi¨® todo el patrimonio nacional y el ahorro de argentinos y de extranjeros que prestaron al pa¨ªs.
Hay dos aspectos, originados fronteras afuera, que marcan nuestra actual situaci¨®n. Por un lado, a Argentina, y por desgracia de las circunstancias, le toc¨® ser el conejillo de la India de una nueva realidad, consecuencia directa de la globalizaci¨®n. La globalizaci¨®n econ¨®mica, aparte de ser una realidad, un fact, como dicen los americanos, puede ser una cosa muy buena, una gran oportunidad para todos los pa¨ªses de la Tierra, pero la globalizaci¨®n financiera, y en la forma en que puede golpear a un pa¨ªs emergente como en este caso a Argentina, puede ser un instrumento mortal para una sociedad en v¨ªas de desarrollo. Hoy los pa¨ªses desarrollados no quieren comprender la magnitud del problema y sus consecuencias. De otro lado, Argentina ha hecho tan mal las cosas que eso no ayuda a separar la paja del trigo.
La globalizaci¨®n financiera puede significar para Argentina una profundizaci¨®n y prolongaci¨®n de la crisis sine die, hasta que llegue finalmente el d¨ªa en que los pa¨ªses centrales decidan sentarse a una mesa, no ya para retar a Argentina, sino para encontrar una f¨®rmula, un modelo, que permita un desarrollo m¨¢s integral de toda la humanidad. ?Por qu¨¦ le toc¨® a Argentina ser el conejillo de la India? Por un lado, porque es el m¨¢s antiguo de todos los emergentes, comenz¨® antes que los otros pa¨ªses latinoamericanos (y all¨ª se qued¨®) y tambi¨¦n mucho antes que los asi¨¢ticos. En segundo lugar, porque es el m¨¢s dolarizado de todos. Argentina tiene una larga tradici¨®n de desencantos monetarios y financieros que no han hecho m¨¢s que convencer a su poblaci¨®n de que la ¨²nica moneda posible es el d¨®lar y que la ¨²nica alcanc¨ªa segura est¨¢ fuera.
En este contexto, es muy dif¨ªcil, en el tiempo que est¨¢ hoy a la vista, que haya un argentino que ahorre en su tierra. Si no hay ahorro, no habr¨¢ cr¨¦dito y ninguna posibilidad de que la econom¨ªa vuelva a funcionar. Es de esperar que al haber contagiado a Uruguay y a Brasil, y al haber adquirido por tanto dimensi¨®n regional, la crisis haga reaccionar a los pa¨ªses centrales para buscar una soluci¨®n de fondo. Sin duda que Argentina tiene mucho que corregir, pero ha encendido la mecha de una hoguera latente de alcance insospechado.
Los pa¨ªses centrales deber¨ªan abrir los ojos, escuchar, trabajar junto a los emergentes por una soluci¨®n que contemple la posici¨®n de todos, pero sin olvidarnos de hacer nuestros propios deberes. Sin duda que gran parte de la culpa es nuestra, tampoco es que queramos ados¨¢rsela a los pa¨ªses centrales. Ellos simplemente estoquean el ahorro mundial y controlan las reglas del comercio internacional. Nada m¨¢s y nada menos.
Sobre este escenario se cierne adem¨¢s un nuevo factor: un nuevo rol de EE UU como potencia hegem¨®nica mundial. Esta nueva potencia, que arrasa a Afganist¨¢n y est¨¢ dispuesta a atacar a los pa¨ªses del eje del mal, no piensa mover un dedo a favor de un Gobierno (o incluso de un ministro de Econom¨ªa) que no le caiga en gracia, pase lo que pase y caiga quien caiga. Este dato, que implica un descarnado sinceramiento de su efectivo poder en el mundo, deber¨¢ ser tenido en cuenta por cualquier administraci¨®n que quiera contar con la buena voluntad del T¨ªo Sam para la soluci¨®n de los grav¨ªsimos problemas que golpean hoy sobre las espaldas del pueblo argentino.
Ricardo Esteves es empresario argentino.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.