El poder en entredicho
El autor de Los 'media' y la modernidad (Paid¨®s, 1998), influyente interpretaci¨®n goffmaniana de la comunicaci¨®n de masas, ofrece ahora este an¨¢lisis de los esc¨¢ndalos pol¨ªticos, que ha merecido el mismo Premio Amalfi de los soci¨®logos europeos que antes gan¨® Richard Sennett con La corrosi¨®n del car¨¢cter (Anagrama). El esc¨¢ndalo pol¨ªtico es un h¨ªbrido que puede ser analizado tanto desde el prisma de la ciencia pol¨ªtica, y entonces es conocido como corrupci¨®n, siendo Heidenheimer, Klitgaard o Rose-Ackerman sus autoridades m¨¢s reconocidas, como desde la perspectiva de la opini¨®n p¨²blica, que utiliza nuestro autor. Pero este libro no es un panfleto maniqueo contra la espectacularizaci¨®n de la videopol¨ªtica, como los de Bourdieu o Sartori, sino un an¨¢lisis riguroso, que no trata de denunciar ni denostar (lo que de por s¨ª ya implica dejarse afectar por el s¨ªndrome del esc¨¢ndalo), sino de describir y explicar.
EL ESC?NDALO POL?TICO
John B. Thompson. Traducci¨®n de Tom¨¢s Fern¨¢ndez A¨²z y Beatriz Eguibar Paid¨®s. Barcelona, 2002 392 p¨¢ginas. 23,45 euros
El esc¨¢ndalo pol¨ªtico presenta cuatro fases. Una fase previa donde un responsable pol¨ªtico comete alguna transgresi¨®n oculta que vulnera tanto los procedimientos como la integridad de su car¨¢cter. Luego adviene la fase del esc¨¢ndalo propiamente dicho, acontecimiento medi¨¢tico que se origina por alguna revelaci¨®n o levantamiento del velo de secreto que ocultaba aquella transgresi¨®n. Semejante descubrimiento desencadena una intensa campa?a p¨²blica de denuncia, condena y reprobaci¨®n, en forma de discurso p¨²blico de desacreditaci¨®n infamante, que a su vez genera una reverberante catarata de alegaciones, desmentidos, contra alegaciones y transgresiones de segundo orden. As¨ª se desarrolla una larga contienda por el buen nombre caracterizada por la m¨¢s radical incertidumbre, cuya estructura narrativa representa un moderno cuento edificante.
La tercera fase es la de culminaci¨®n cr¨ªtica, cuando se alcanza el cl¨ªmax que precipita su final, cuyo resultado es incierto porque est¨¢ abierto a cualquier desenlace, tal como sucede en los litigios jur¨ªdicos y en los deportes de competici¨®n, estando aqu¨ª en juego la reputaci¨®n de los responsables. Y queda por ¨²ltimo la cuarta fase, marcada por las consecuencias pol¨ªticas del esc¨¢ndalo, que al poner en tela de juicio la confianza que merecen los gobernantes, puede acabar con su carrera pol¨ªtica, arruin¨¢ndola quiz¨¢ para siempre.
Siempre ha habido esc¨¢ndalos pol¨ªticos, pero mucho m¨¢s en la deriva actual hacia la democracia medi¨¢tica, que multiplica la visibilidad tanto de los procedimientos usados por el poder (anta?o secretos, opacos y encubiertos) como de los gobernantes mismos, cuya figura es ahora constantemente escrutada en directo para transmitirla en todas direcciones, a larga distancia y en tiempo real. De ah¨ª que sea tan f¨¢cil levantar la tapadera y entrar en la trastienda del gobernante, all¨ª donde se cuece entre bastidores su prosaico ejercicio del poder. Y entonces se descubre su aut¨¦ntico rostro oculto, hecho de esc¨¢ndalos sexuales (que revelan falta de car¨¢cter), econ¨®micos (la sempiterna corrupci¨®n) y pol¨ªticos o procedimentales (el caracter¨ªstico abuso de poder), destacando entre estos ¨²ltimos los que se refieren a cuestiones que por su propia naturaleza (militar o de inteligencia) debieran permanecer encubiertas bajo el velo del secreto.
Thompson concluye demostrando que los esc¨¢ndalos pol¨ªticos son centrales para la democracia actual, al ser la arena de juego donde se lucha por el poder simb¨®lico que impulsa y derriba a los gobernantes. Pues en la democracia de audiencia, este capital simb¨®lico s¨®lo lo otorga la confianza que se adquiere y se conserva en funci¨®n de la reputaci¨®n. De ah¨ª que s¨®lo desacreditando a los gobernantes se los pueda desplazar del poder, lo que espolea la competencia entre periodistas promotores de esc¨¢ndalos. Pero con un precio que quiz¨¢ las democracias no puedan seguir pagando, que es el de la destrucci¨®n de la confianza que los ciudadanos depositan en sus instituciones, hoy sustituida por un esc¨¦ptico cinismo generalizado.
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