Crisis de aprendizaje
Los partidos pol¨ªticos son instituciones constitutivamente facciosas. No hay ninguna otra instituci¨®n en una sociedad democr¨¢tica en la que se genere una conflictividad interna tan intensa como la que se produce en los partidos pol¨ªticos. En todos, sin excepci¨®n, aunque el grado de intensidad pueda variar dependiendo de la cultura pol¨ªtica en la que se inscribe cada uno.
Los partidos son facciosos porque no pueden no serlo. Por eso digo que lo son constitutivamente. La raz¨®n de ser de un partido pol¨ªtico es la conquista del poder. Existe para intentar poner en acci¨®n un programa de gobierno y eso ¨²nicamente puede conseguirlo ocupando el poder, esto es, el Gobierno del Estado, de la comunidad aut¨®noma o del municipio, seg¨²n sea el nivel al que se compita en cada momento.
No hay ninguna otra instituci¨®n en una sociedad democr¨¢tica en la que se genere una conflictividad interna tan intensa como la que se produce en los partidos pol¨ªticos
Justamente por eso, porque tienen que estar compitiendo permanentemente con los dem¨¢s partidos por la conquista del poder, es por lo que tiene que existir tambi¨¦n una competencia interna muy intensa. La competici¨®n interna es el entrenamiento indispensable para la competici¨®n externa. Para que un futuro gobernante sea aceptado por la sociedad como tal, tiene que haberse afirmado previamente como l¨ªder en el interior de su propio partido, superando en la competici¨®n a otros posibles candidatos. Y el proceso a trav¨¦s del cual se consigue esto ¨²ltimo tiene que ser duro, pues la prueba interna que debe superar el candidato es la garant¨ªa de su idoneidad para la batalla ulterior.
Como el proceso electoral democr¨¢tico no acaba nunca y se produce simult¨¢neamente en todos los niveles en los que se ejerce el poder, que no son compartimentos estancos, sino vasos comunicantes, la competici¨®n interna no acaba nunca. El episodio de la designaci¨®n de Ruiz Gallard¨®n como candidato a la alcald¨ªa de Madrid, precedido por el rifirrafe entre ?lvarez Cascos y Javier Arenas por el m¨¦todo de designaci¨®n de los candidatos municipales por parte del PP, es un buen ejemplo de lo que acabo de decir. Es una designaci¨®n en la que est¨¢n presentes elementos de pol¨ªtica nacional, auton¨®mica y municipal y en la que se han tenido que producir reajustes internos en el reparto de poder en el partido, que todav¨ªa no podemos saber cu¨¢les son, pero que lo acabaremos sabiendo.Quiere decirse, pues, que lo primero que tiene que hacer un partido pol¨ªtico es aprender a manejar la competici¨®n interna. Tiene que aprender a resolver los conflictos que inevitablemente se producen por ocupar el poder en el interior del partido. Conflictos que no son puramente individuales, sino conflictos de 'familias' o 'corrientes', pues las alianzas, m¨¢s o menos estables o coyunturales, son condici¨®n sine qua non para poder competir con posibilidades de ¨¦xito. De qu¨¦ sepa hacerlo depende la estabilidad del partido y su capacidad de competir de manera permanente con los dem¨¢s partidos pol¨ªticos.
El PP est¨¢ haciendo su aprendizaje en este terreno. Se trata de un partido muy joven, cuya trayectoria hab¨ªa estado marcada hasta la fecha por la personalidad de su presidente-fundador, Manuel Fraga. La incuestionabilidad de la autoridad del presidente del partido se hizo muy visible en el proceso de transformaci¨®n de AP en el PP. Primero con la destituci¨®n fulminante de Hern¨¢ndez Mancha y despu¨¦s con la designaci¨®n de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar en el Congreso de Sevilla. Y ha continuado siendo muy visible durante la presidencia de este ¨²ltimo, hasta el punto de que el PP parec¨ªa ser una balsa de aceite en la que la conflictividad interna no exist¨ªa.
A medida que se aproxima el momento de la sucesi¨®n de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar estamos empezando a ver que no es as¨ª. A pesar del esfuerzo que se est¨¢ haciendo para posponer el debate sobre la designaci¨®n del sucesor, a nadie se le oculta que la vida en el interior del partido est¨¢ dominada por el hecho sucesorio.
Las escaramuzas empiezan a producirse por todas partes. M¨¢s en aquellas regiones donde el PP es m¨¢s d¨¦bil y menos donde se encuentra en una posici¨®n m¨¢s fuerte. De ah¨ª que no sea de extra?ar que las escaramuzas de mayor intensidad se hayan producido en Andaluc¨ªa. La destituci¨®n de la direcci¨®n del PP en C¨®rdoba y la convocatoria de un congreso extraordinario para sustituirla ha sido, sin lugar a dudas, el episodio de mayor conflictividad interna que ha vivido el PP en toda Espa?a. De la misma manera que el conflicto en el Ayuntamiento de Almer¨ªa ha sido tambi¨¦n el mayor conflicto en una capital de provincia.
En contra de lo que puede parecer, considero que estos son signos de normalizaci¨®n democr¨¢tica del PP y que, en consecuencia, no deben ser valorados negativamente. El PP no pod¨ªa seguir funcionando indefinidamente como lo ha hecho en estos ¨²ltimos a?os. Una vez consolidado como uno de los dos grandes partidos de la democracia espa?ola, era evidente que es mucho el poder que estaba en juego en la competici¨®n interna, porque es mucho el poder que se pod¨ªa ocupar en el Estado, en las comunidades aut¨®nomas y en los municipios. El enfrentamiento interno era inevitable. Y lo va a continuar siendo. Y el PP aprender¨¢ a manejarlo. Aunque la respuesta a la crisis de C¨®rdoba pueda dar a entender lo contrario, estoy casi seguro de que, cuando se la vea en perspectiva, se ver¨¢ que ha sido m¨¢s la excepci¨®n que la norma. No creo que en el futuro pueda volver a repetirse una soluci¨®n a una crisis como la que se ha producido en dicha provincia. Los aprendizajes siempre son dif¨ªciles.
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