H¨¦roes, dioses y poetas en el Peloponeso
Un recorrido por la m¨ªtica pen¨ªnsula griega donde nacieron los Juegos Ol¨ªmpicos
Fue un viaje al fondo de la luz. La tierra reluc¨ªa con brillo propio, iluminada por su luz interior'. El Peloponeso de Henry Miller, que desembarca en Grecia en 1939, invitado por Lawrence Durrell, es as¨ª: solar y apol¨ªneo. La cuna de la civilizaci¨®n occidental, con su tierra ¨¢rida y, sin embargo, inagotable. Durante una emocionante visita a Micenas, el escritor norteamericano, que entonces ten¨ªa 48 a?os, acab¨® por abrirse: 'Me rend¨ª ante las justas proporciones humanas, dispuesto a aceptar mi parte en el reparto y a dar todo lo que hab¨ªa recibido. De pie en el sepulcro de Agamen¨®n, nac¨ª verdaderamente por segunda vez'.
As¨ª es como hay que abordar el Peloponeso. Dejar atr¨¢s el estr¨¦pito del mundo y las certezas vanas para permitirse la ocasi¨®n de renacer en las fuentes del milagro griego. Cubrirse de humildad y respeto ante una regi¨®n que, desde siempre, ha sido 'la tierra de los h¨¦roes y los poetas, la tierra en la que el hombre era igual a los dioses y ¨¦stos asum¨ªan una dimensi¨®n humana', nos recuerda Miller en su indispensable El coloso de Maroussi.
Hoy, Corinto es famosa sobre todo por su impresionante canal, un corte brusco de 6,3 kil¨®metros de largo que convirti¨® el Peloponeso en 1893 en una especie de isla. Pero adem¨¢s alberga importantes vestigios antiguos en los que a¨²n planean las sombras del rey corintio S¨ªsifo, condenado por Zeus a hacer rodar eternamente una roca hasta la cima de una monta?a
Hay mil lugares en los que echar el ancla: los peque?os puertos de Koroni y Finikoundas, la ciudad de Methoni, coronada por una ciudadela veneciana espl¨¦ndidamente conservada, o la bah¨ªa de Pilos, una de las m¨¢s bellas de Grecia
Porque, a cambio, esta 'isla de Pelops', con forma de hoja de parra, no m¨¢s grande que la comunidad aut¨®noma de Valencia, se mostrar¨¢ muy generosa. Ofrecer¨¢ al visitante la antig¨¹edad -Corinto, Epidauro, Micenas u Olimpia-, la Edad Media de los francos y los bizantinos -la ciudadela de Monemvassia, los fantasmas de Mistras o su serie de iglesias bizantinas-, los paisajes desolados y asombrados del Mani, la verde Messinia, los pueblos adormecidos bajo los pl¨¢tanos y las higueras, los puertos de pesca inmaculados, y cientos de kil¨®metros de costas de agua l¨ªmpida. Una tierra tan pr¨®diga que el escritor franc¨¦s Maurice Barr¨¨s, pese a todo su nacionalismo, se sent¨ªa all¨ª 'bajo la popa de los tiempos, ba?ado, golpeado por una vaga embriaguez'. En realidad, la embriaguez comienza en Corinto, 'la gran libertina', a la que san Pablo dirig¨ªa sus ep¨ªstolas. Hoy es famosa, sobre todo, por su impresionante canal, un corte brusco de 6,3 kil¨®metros de largo que convirti¨® el Peloponeso en 1893 en una especie de isla. Pero adem¨¢s alberga importantes vestigios antiguos en los que a¨²n planean las sombras del rey corintio S¨ªsifo, condenado por Zeus a hacer rodar eternamente una roca hasta la cima de una monta?a, y su hijo Belerofonte, que se apoder¨® de Pegaso antes de ir a matar a Quimera.
El viajero llega despu¨¦s a Nauplia, una villa muy italiana que los griegos consideran la ciudad de los enamorados y que constituye un punto de partida ideal para descubrir la pen¨ªnsula de Arg¨®lida y los grandes yacimientos arqueol¨®gicos. 'No hay un solo signo de fealdad, ni en la l¨ªnea, ni en el color, ni en la forma, ni en la particularidad, ni en el sentimiento', observa Miller. 'Todo es pura perfecci¨®n, como la m¨²sica de Mozart. Es m¨¢s, me atrever¨ªa a decir que la presencia de Mozart se siente aqu¨ª m¨¢s que en ning¨²n otro lugar del mundo'.
Tambi¨¦n el silencio es precioso, tanto en las playas desiertas del mar Egeo como en los tranquilos pinares del interior o las gradas del antiguo teatro de Epidauro, engastado en un paisaje id¨ªlico en el que el escritor americano o¨ªa 'latir el coraz¨®n del mundo'.
Micenas es completamente distinto: le hace pensar en 'la agon¨ªa de un monstruo cruel e inteligente al que se ha sangrado hasta morir'. La ciudad de los ¨¢tridas, revivida por Heinrich Schliemann -el arque¨®logo que descubri¨® Troya-, de enorme refinamiento art¨ªstico, pero atormentada por asesinatos y maldiciones, y replegada sobre s¨ª misma 'como un ombligo reci¨¦n cortado, que arrastra su gloria hacia las entra?as de la tierra', todav¨ªa es objeto de fascinaci¨®n y asombro. ?Qui¨¦n puede permanecer indiferente ante la c¨¦lebre Puerta de los Leones, el c¨ªrculo real, el recinto cicl¨®peo o las tumbas de Clitemnestra y Agamen¨®n? Incluso el palacio, del que s¨®lo quedan los cimientos, impresiona al visitante por su exig¨¹idad. 'Todos estos muros colosales, ?para proteger qu¨¦? ?A un pu?ado de personas!', exclama Miller. '?Qu¨¦ aterradora noche pudo caer sobre ellos, en sus horas de desgracia, para empujarles a enterrarse de este modo, ocultar sus tesoros de la luz, cometer el asesinato incestuoso en las entra?as de la tierra?'.
Tres cabos
Al abandonar Nauplia, se emprende la bajada hacia el sur del Peloponeso y sus tres cabos. La agradable carretera costera, una sucesi¨®n de golfos y calas salpicados de peque?os lugares de vacaciones, se vuelve hacia el interior a partir de Laonidios, desde donde se llega a Monemvassia despu¨¦s de franquear varias gargantas y atravesar los deliciosos pueblos de Kosmas y Gheraki, con sus incontables capillas bizantinas.
Monemvassia es una aut¨¦ntica joya, una ciudad medieval de s¨®lidas fortificaciones disimulada tras un promontorio rocoso que mira al mar. Totalmente protegida, restaurada poco a poco por el Ministerio de Cultura griego, seduce sin remedio al viajero con sus casas de piedra -algunas, convertidas en hoteles-, sus calles estrechas, su ciudadela y su multitud de iglesias.
De vuelta hacia el oeste, la peque?a ciudad de Gythion -antiguo puerto de Esparta- es una buena base para descubrir la regi¨®n del Mani y el emplazamiento de Mistras.
Esta ¨²ltima, fundada en el siglo XIII por los francos cuando gobernaban la regi¨®n, es hoy una asombrosa ciudad fantasma, llena de espl¨¦ndidos monasterios, que domina la majestuosa llanura de Esparta. Por el contrario, de esta ¨²ltima, que fue la gran enemiga de Atenas y las democracias durante varios siglos, no quedan m¨¢s que unos cuantos restos de una pobreza sorprendente.
Tambi¨¦n es fantasmal la regi¨®n de Mani, con sus llanuras desoladas y ¨¢ridas que caen hacia el mar. Sus habitantes, que abandonaron el lugar despu¨¦s de haberse resistido a todos los invasores del Peloponeso, viv¨ªan en clanes, en mansiones erizadas de altas torres, todav¨ªa hoy omnipresentes en el paisaje. El burgo de Vathia, encaramado sobre una cresta rocosa y en parte abandonada, es un ejemplo del pueblo maniota t¨ªpico; desde all¨ª se llega, por un camino remoto, hasta el cabo Matap¨¢n. La punta meridional del Peloponeso, des¨¦rtica y batida por los vientos, se alza frente a la sima de Inoussis, el abismo m¨¢s profundo del Mediterr¨¢neo (4.850 metros).
Antes de partir hacia Messinia, una regi¨®n m¨¢s risue?a, no hay que olvidarse de visitar, junto a Aer¨®polis, las magn¨ªficas grutas de Diros, las m¨¢s bellas de Grecia, que se recorren en barca.
El tercer y ¨²ltimo cabo del Peloponeso, que comienza en Kalamata, es el m¨¢s f¨¦rtil. Entre los golfos y calas surgen valles, y a veces incluso llanuras. Antes de abandonarse a la suavidad de sus costas haremos una peque?a incursi¨®n hacia el interior para visitar Ithomi, la antigua Messini. Este lugar, uno de los m¨¢s cautivadores del Peloponeso, mezcla ruinas y naturaleza en una perfecta armon¨ªa, sobre todo al atardecer, cuando el sol arroja sobre el paisaje una luz rosada. El historiador franc¨¦s Edgar Quinet, que lleg¨® al Peloponeso en 1849, cay¨® seducido por los encantos del lugar. 'Todo el espacio que ocupaba la ciudad est¨¢ poblado por campos de trigo todav¨ªa verde, tupidos grupos de olivos, madro?os, algarrobos. Las masas de vegetaci¨®n, diseminadas aqu¨ª y all¨¢, crecen sobre los escombros de los edificios antiguos, donde las ruinas impiden los cultivos'.
Aguas c¨¢lidas
De vuelta a la costa, el viajero tiene mil lugares en los que echar el ancla, entre los peque?os puertos de Koroni y Finikoundas, ba?ados por aguas c¨¢lidas; la ciudad de Methoni, coronada por una ciudadela veneciana espl¨¦ndidamente conservada, o la bah¨ªa de Pilos (tambi¨¦n llamada Navarin), una de las m¨¢s bellas de Grecia. El pueblo, inmaculado y atravesado por escaleras, recuerda a las islas C¨ªcladas.
Desde all¨ª, para subir hacia el norte y Olimpia, el viajero puede escoger entre la encantadora carretera de la costa y los caminos del interior. Entre gargantas y carreteras llenas de recodos, salpicadas de exvotos -peque?os tabern¨¢culos con paredes de cristal-, se descubren las aldeas monta?esas de Arcadia, especialmente Karytena, Andritsena y Langadia, y se puede llegar hasta Tr¨ªpoli. La antigua Tripolizza turca, con 'sus tejados rojos, sus minaretes y sus c¨²pulas', que 'impresionaron agradablemente desde el primer momento' a Chateaubriand cuando se dirig¨ªa a Jerusal¨¦n, ha dejado sitio hoy a una ciudad moderna y sin especiales encantos, pero de vida muy animada.
Enseguida se llega al santuario de Olimpia, consagrado a Zeus y en el que se enciende cada cuatro a?os en medio de una ceremonia la llama de los Juegos Ol¨ªmpicos. Adem¨¢s de la riqueza de los restos -reconstituidos, en gran parte, gracias a los textos de Pausanias- y el peque?o museo anexo, se comprueba una vez m¨¢s, al contemplar la suavidad y la calma del entorno, que los griegos (?o los dioses?) ten¨ªan un gusto muy claro al escoger sus lugares de residencia. Entre otros, forzosamente, Olimpia, en el que todo el mundo griego observaba una tregua ritual durante los Juegos.
Cualquier viaje al Peloponeso se ve impregnado de una sensaci¨®n de paz que ha recorrido todas las ¨¦pocas. 'A fuerza de malicia y mala voluntad, es posible que el mundo, un d¨ªa, ceda y se derrumbe', auguraba ya Miller. 'Pero aqu¨ª, sea cual sea el hurac¨¢n gigantesco que pueda surgir al desencadenarse nuestras bajas pasiones, aqu¨ª se extiende una zona de paz y calma, un legado de pureza, la destilaci¨®n de un pasado que no se ha perdido del todo'.
TEATRO Y HOSPITAL
'LA RUTA DE EPIDAURO es la de la creaci¨®n. No hay que buscar m¨¢s. Nos callamos, reducidos poco a poco al silencio por la paz que desciende de los principios portentosos. Si se pudiera expresar, se har¨ªa melod¨ªa'. Henry Miller, que tan bien sinti¨® y comprendi¨® Grecia, qued¨® conmovido por el lugar que alberga uno de los teatros m¨¢s perfectos de la antig¨¹edad. 'He tenido que venir a Epidauro para conocer el aut¨¦ntico significado de la paz'. Una paz que irradia a¨²n m¨¢s de madrugada, cuando todav¨ªa no ha llegado la invasi¨®n de los turistas y la temperatura todav¨ªa es suave. Sentado en uno de los 12.000 sitios de esta concha de dimensi¨®n ideal y ac¨²stica asombrosa, ante un paisaje virgen y tranquilo, el viajero no tiene m¨¢s remedio que verse inundado por el bienestar e incluso, como Miller, quiz¨¢ oiga de repente 'latir el coraz¨®n del mundo'. Seguramente, el autor norteamericano o¨ªa latir tambi¨¦n los corazones de los cientos de miles de enfermos que, procedentes de todo el mundo antiguo, coincidieron durante varios siglos en Epidauro, con la esperanza de encontrar la curaci¨®n en el dios Asclepios. Porque, aunque el lugar sea famoso por su teatro, ¨¦ste no era m¨¢s que un edificio de tantos, dentro de un inmenso santuario con templo, gimnasio y estadio, repartidos alrededor de lo que se considera el primer hospital de la antig¨¹edad y del que a¨²n son visibles algunos restos muy deteriorados.
Cada cuatro a?os se celebraban fiestas g¨ªmnicas y dram¨¢ticas en honor del dios sanador, fulminado por Zeus por haberse atrevido a resucitar a los muertos. Seg¨²n Plat¨®n, all¨ª pod¨ªan verse, sobre todo, concursos de declamaci¨®n, durante los que se representaban en mimo los poemas de Homero.
Todav¨ªa hoy resuenan en el antiguo teatro, durante los meses de verano (julio y agosto), las tragedias de Esquilo, S¨®focles o Eur¨ªpides, con ocasi¨®n del festival de Epidauro. Un espect¨¢culo sobrecogedor que llena de arte este escenario casi intacto cuyas gradas se reparten en una enorme concha de 120 metros de di¨¢metro que construy¨® Policleto el Joven a finales del siglo IV antes de Cristo aprovechando los 24 metros de desnivel natural del terreno.
GU?A PR?CTICA
Prefijo telef¨®nico: 00 30. Poblaci¨®n: Grecia tiene 11 millones de habitantes; Patra, al norte del Peloponeso, es la tercera ciudad m¨¢s grande del pa¨ªs, con 191.000 habitantes.
El aeropuerto de Atenas se sit¨²a a unos 150 kil¨®metros de Corinto.
- Olympic Airways (915 41 99 45) vuela a Atenas desde Madrid y Barcelona, desde 255 euros m¨¢s tasas, hasta el 31 de octubre.
- Iberia (902 400 500) vuela a Atenas desde Madrid y Barcelona, 283 euros m¨¢s tasas, hasta el 31 de octubre.
Muchos mayoristas incluyen en sus circuitos cl¨¢sicos por Grecia cuatro d¨ªas en el Peloponeso.
- Grecotour (902 01 02 66) organiza circuitos por Grecia de hasta 12 d¨ªas que incluye el Peloponeso. Siete noches y ocho d¨ªas con estancias en Arg¨®lida, Olimpia, Delfos, adem¨¢s de tres noches en Atenas, con alojamiento y alquiler de coche. Desde 660 euros.
- Politours (en agencias) ofrece un circuito de seis d¨ªas (cinco noches) repartidos en Apria, Olimpia, Delfos y Atenas. Incluye avi¨®n, transporte en autocar, alojamiento y desayunos. Desde 639 euros.
- Transrutas (en agencias) organiza un recorrido de siete noches (ocho d¨ªas) que, adem¨¢s de Atenas, incluye Olimpia, Delfos y Nauplia. Avi¨®n, alojamiento y desayunos. Desde 769 euros.
- Pensi¨®n Acronafplia (7520 244 81). 6, Haghios Spiridon. Nauplia. En la vieja ciudad. La habitaci¨®n doble, de 25 a 60 euros.
- Hotel Malvasia (7320 611 13). Monemvassia. La recepci¨®n, en la calle principal, se encuentra a unos metros de la entrada del pueblo. Casas medievales restauradas y habitaciones con terraza frente al mar. La doble con desayuno, 50 euros.
- Hotel Gythion (7330 234 52). 33, Vassil¨¦ou Pavlou. Gythion. Grandes habitaciones frente al mar. La doble con desayuno, 67 euros.
- Hotel Karalis (7230 229 80). 26, Odos Kalamata. Pilos. Muy agradable, arriba del puerto. La doble, 50 euros.
- Hotel Phidias (6240 226 67). 2, Odos Spiliopolou. Olimpia. Sencillo y barato para el sitio. La habitaci¨®n doble,
30 euros.
En el Peloponeso, la cocina casera griega (ensalada griega, musaka, pimientos y tomates rellenos, pasticcio, tzatziki, caviar de berenjenas) se encuentra en las tabernas y en peque?os restaurantes populares donde se paga alrededor de 8 euros por persona. En los establecimientos de cocina m¨¢s elaborada, el precio suele subir a unos 15 o 20 euros por persona.
- Oficina de Turismo de Grecia en Madrid (915 48 48 90; www.gnto.gr).
- www.culture.gr. Una web con datos sobre monumentos y museos de Grecia.
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