Enigmas en Aranjuez
Patrimonio Nacional descubre en el palacio real ribere?o frescos del XVII de Lucas Jord¨¢n enmarcados en pan de oro
El palacio Real de Aranjuez ha sido testigo de un sorprendente hallazgo, raro en recintos palaciegos: el de unos frescos de alto valor art¨ªstico atribuidos al pintor de la Corte de los Austrias Lucas Jord¨¢n (N¨¢poles, 1634-1705). Las pinturas se hallaban hondamente ocultas detr¨¢s de un falso techo, que ha escondido su delicada belleza durante tres siglos. Queda a¨²n por desvelar toda su entidad hasta el abatimiento completo del plaf¨®n superpuesto.
Los frescos se yerguen a unos 2,5 metros del suelo y ocupan una extensi¨®n de unos 50 metros cuadrados, distribuidos entre frescos, tondos y casetones. Las molduras que los enmarcan est¨¢n cubiertas de panes de oro puro. 'Una vez restaurados, los frescos quedar¨¢n integrados en los circuitos visitables del palacio', anuncia ?lvaro Fern¨¢ndez Villaverde, duque de San Carlos y presidente de Patrimonio Nacional. 'Hemos destinado entre 1999 y 2003 la suma de 9,4 millones de euros en restaurar la arquitectura, la seguridad, los ajardinamientos y la recepci¨®n de visitantes en el palacio de Aranjuez, tras los 14 millones que dedicamos al Real Sitio de La Granja', asegura. Un equipo de restauradores buscaba desde hace a?os los frescos descubiertos. 'Ha sido una grata sorpresa, debida a la constancia de los especialistas', dice.
Jano, divinidad romana expresiva de la dualidad, del acceso y la salida, de la puerta, que constituye la trama argumental de los frescos, dota a su hallazgo de rasgos de enigma. Para descifrarlo, Patrimonio Nacional indaga a partir de la disposici¨®n de las figuras, la iconograf¨ªa y el singular momento hist¨®rico en el que fueron pintados y trata de averiguar qui¨¦n dio la orden de cubrir tanta magnificencia. Los frescos exhiben tonalidades crom¨¢ticas azules tan caras al pintor napolitano.
No muestran, en absoluto, trasunto religioso ni b¨ªblico alguno, como el prol¨ªfico Lucas Jord¨¢n acostumbraba elegir. Su trasunto es profano. La hechura data de entre 1694 y 1696, fechas que marcan el declinar biol¨®gico del rey Carlos II de Habsburgo, al que el vulgo cre¨ªa hechizado por un conjuro ingerido con chocolate, del que era goloso aficionado. Su vida se vio jalonada por m¨²ltiples padecimientos y castigada por la impotencia. Ello significaba el fin de la estirpe de un monarca provisto a¨²n del cetro imperial hispano. Su corona despertaba apetitos sucesorios en la Casa de Borb¨®n, en el poder en Francia y en el linaje de Habsburgo, que tem¨ªa su p¨¦rdida.
En tal tesitura, Jord¨¢n expres¨® con su versatilidad t¨¦cnica y su luminosidad, con su intuici¨®n de Jano, quiz¨¢ la amanecida de una era y el ocaso de otra -tal vez la suya propia-, quiz¨¢ la dualidad de la guerra civil ya columbrada y preludio del reinado de Felipe V, ?autor del ocultamiento de los frescos...?
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