Sin final feliz
Sali¨® el sexto toro, salpicado de capa, bien hecho, en son de torito de casta y valor. Se hinc¨® de rodillas entre las rayas del tercio C¨¦sar Gir¨®n, que le tir¨® una ce?ida larga cambiada. A continuaci¨®n, la planta erguida, dibuj¨® un bonito lance a la ver¨®nica de manos bajas, y por fuera de las rayas decidi¨® lancear con las dos rodillas bien sujetas sobre la arena. Ver¨®nicas limpias, templadas. Subi¨® la temperatura ambiental. El p¨²blico se hizo de mieles, y presinti¨® que iba a haber despu¨¦s faena de gusto y empaque. Un final feliz.
Pero empez¨® a venirse abajo todo cuando el novillo, en el primer encuentro con el caballo, se parti¨® el pit¨®n izquierdo por la cepa. Son¨® un seco crujido en el encontronazo. Suponemos que el estribo hizo de yunque y verdugo. Intent¨® faena C¨¦sar Gir¨®n, que no fue posible, pues, aunque el buen novillo ten¨ªa bondad, iba agot¨¢ndose cual pavesa delgada y fatal.
Ruiz/Samos, Aguilar, Gir¨®n.
Novillos de Juan Antonio Ruiz, bien presentados, manejables en general; el 5? encastado; 3? y 5? aplaudidos en el arrastre. 4? y 5? cumplieron en el caballo. Jose Manuel Samos: silencio; aviso y silencio. Sergio Aguilar: aviso y silencio en los dos. C¨¦sar Gir¨®n: ovaci¨®n y silencio. Se guard¨® un minuto de silencio, por el fallecimiento de Jos¨¦ Tom¨¢s Albero, presidente de la Asociaci¨®n El Toro de Madrid. Plaza de Las Ventas, 15 de septiembre . M¨¢s de un cuarto de entrada.
El novillero sevillano realiz¨® la mejor faena de la tarde en su primero, oponente digamos que manejable, punta de casta, al que C¨¦sar Gir¨®n tore¨® bien al natural y por redondos. Un trasteo elegante, limpio, de sutiles muletazos incluso, al que le falt¨® ese paso adelante necesario para ligar los muletazos y sentir c¨®mo la plaza ruge, y el 'bien' prolongado y sentido se transforma en ol¨¦ cerrado. Hubo reposo, tambi¨¦n talento al manejar el trapo rojo de los sue?os toreros. Tal vez la pr¨®xima tarde al novillero le llegue el eco de la famosa sole¨¢: el pasito que yo doy, ¨¦se no lo da nadie... Y se temple y explote en sus manos el toreo grande.
Sergio Aguilar, en fin, cuesta decir que se dej¨® crudos sus dos novillos, manejables, que le repitieron en el ¨²ltimo tercio, una y otra vez. Le falt¨® ese acoplamiento, lucidez y estar convencido de lo que hac¨ªa, pues aquello se iba sucediendo con demasiada frialdad, parec¨ªa estar en los tr¨¢mites de un deber que cuesta cumplir, que no se sabe si se quiere o no hacer. Por cierto, un cero al picador de turno del quinto, que barren¨® con alevos¨ªa y sin decoro, el morrillo inocente del ejemplar, guapo de hechuras.
En el haber de Sergio Aguilar, su toreo de capa en el saludo a sus dos novillos. En especial a su primero, al que hizo su obra m¨¢s acabada, al lancear a la ver¨®nica con empaque, buen juego de brazos, en lances hacia los medios, que despertaron los mejores sentimientos, aplausos y parabienes del personal. Que luego vio c¨®mo muleta en mano, los versos sal¨ªan con cierta desgana, el temple se peleaba en no s¨¦ cu¨¢l ¨®rbita, digamos que olvidada.
Jos¨¦ Manuel Samos tuvo el lote menos propicio. Se pase¨® leve, entre nubes c¨¢rdenas, como de puntillas, por el coso vente?o. Aseado y con maneras en el muy flojo primero, y desilusionado demasiado pronto, en su segundo, al que sac¨® muletazos de corte aceptable.
La sensaci¨®n final, pues, era que la guapa novillada de la que es titular Espartaco no hab¨ªa sido aprovechada a modo por la terna de novilleros, de los que siempre tanto se espera. Para empezar, las muchas ganas. El hambre de triunfo.
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