La voz debida
Pedro Salinas alcanz¨® la cima de su poes¨ªa en La voz a ti debida, verso adoptado de la ¨¦gloga III de Garcilaso de la Vega, quien hab¨ªa escrito anteriormente: 'Yo, que tanto callar ya no pod¨ªa'. Salinas nos insta a que nuestra voz sea 'voz nunca servidora'... y constante: 'Cuando el hombre cansado... se para / traiciona al mundo, / porque ceja en el deber supremo, que es seguir'. Voz debida a los sin voz. Voz de los que saben, de los libres. Voz de los que tienen el arrojo de hablar, de actuar como ciudadanos plenos. Voz para disentir, para asentir. Para que cambien tantas cosas que es urgente que cambien, debemos hablar antes de que se aten¨²en o desv¨ªen nuestros prop¨®sitos, antes de que sea demasiado tarde.
S¨®lo en las ¨²ltimas d¨¦cadas, en reuniones mundiales y 'cumbres' de la comunidad internacional, celebradas bajo los auspicios de las Naciones Unidas, se han formulado propuestas y recomendaciones para resta?ar grandes heridas, para reducir asimetr¨ªas intolerables entre los m¨¢s pr¨®speros y los m¨¢s indigentes, entre mujeres y hombres, entre generaciones. En 1990, en Jomtien (Tailandia), educaci¨®n para todos a lo largo de toda la vida; en 1992, en R¨ªo de Janeiro, sobre medio ambiente y un desarrollo global sostenible, y en 1995, en Copenhague, compromisos solemnes sobre desarrollo social, y en Pek¨ªn, sobre la mujer; en 1996, sobre la nutrici¨®n; en 1999, sobre una cultura de paz... Hace unos meses concluy¨® en Roma la reuni¨®n que pretend¨ªa situar en su justo lugar, como prioridad mundial, el acceso de todos a la alimentaci¨®n y evitar la verg¨¹enza colectiva que representa la muerte de 24.000 a 30.000 personas al d¨ªa por inanici¨®n. En medio del desinter¨¦s manifiesto de los pa¨ªses desarrollados, se lleg¨® a la clausura sin lograr desarrollo alguno. Lo ¨²nico que se consigui¨® -mal est¨¢ haberlo propuesto, pero peor est¨¢ haber accedido- es que, urgidos por la retransmisi¨®n de uno de los partidos del Campeonato Mundial de f¨²tbol, ?se adelantara la hora de clausura! Hac¨ªa muy poco que en Barcelona, al abordar el problema del sida a escala global, se hab¨ªa comprobado, como en la Cumbre sobre el Racismo celebrada en Durban, la enorme insolidaridad instalada a escala planetaria.
Lo mismo ha sucedido en Johanesburgo, en la reuni¨®n sobre medio ambiente denominada 'R¨ªo +10'. No, no ha sido R¨ªo +10, sino R¨ªo -10, porque se han perdido 10 a?os en los que la Agenda 21 no se ha puesto en pr¨¢ctica y el medio ambiente se ha deteriorado. Diez a?os durante los cuales los gobernantes de las grandes democracias han transferido buena parte de su responsabilidad desde el gobierno al 'mercado' y relegado a la ONU -¨²nico marco ¨¦tico y jur¨ªdico mundial existente- a una agencia humanitaria internacional de eventual intervenci¨®n en los ¨¢mbitos que le son propios, al tiempo que, faltos de los c¨®digos de conducta que s¨®lo el sistema de las Naciones Unidas podr¨ªa establecer, han proliferado los tr¨¢ficos de toda ¨ªndole -capitales, armas, drogas, personas...- y los para¨ªsos fiscales. Se calcula que las inversiones en armamento alcanzan unos 2.000 millones de d¨®lares al d¨ªa. Joseph Stiglitz, premio Nobel de Econom¨ªa y ex vicepresidente del Banco Mundial, ha escrito recientemente: 'Si queremos lograr la globalizaci¨®n con rostro humano, entonces debemos alzar nuestras voces'. No es posible seguir callados. Silencio... Silencio -con escasas excepciones que todos debemos aplaudir- de las instituciones internacionales. Silencio -con la brisa, de vez en cuando, de algunas voces comprometidas- de los grandes conglomerados p¨²blicos y privados que dominan el escenario internacional. Silencio de las comunidades cient¨ªfica y acad¨¦mica. Silencio -notoria la salvedad de Juan Pablo II- de las iglesias. Todos afanados en su 'cada d¨ªa', distra¨ªdos en medio de un vendaval de noticias y de esc¨¢ndalos. Con la caja de resonancias y de ecos en manos de unos cuantos, el resto de los ciudadanos tendremos que unirnos, a trav¨¦s de grandes redes, para elevar la palabra por encima de la espada, el esp¨ªritu indomable por encima de la fuerza.
Hace dos a?os, en la Universidad Polit¨¦cnica de Catalu?a pusimos en marcha Ubuntu, foro mundial de redes de la sociedad civil. Ubuntu es una antigua palabra africana para designar 'humanidad, compartir, estar en armon¨ªa con la creaci¨®n'. Las redes de redes pueden asociar las voces de millones de personas que pueden, de este modo, proclamar sus puntos de vista sin violencia. Ubuntu puede alcanzar progresivamente la intensidad suficiente para contribuir con eficacia a la gobernanza global, para que la sociedad en su conjunto tenga la posibilidad real de influir en la toma de decisiones.
La palabra no puede seguir cautiva, amordazada, filtrada, disfrazada. A veces, acallada para siempre por los enemigos de la vida y sus c¨®mplices. Pero, sobre todo, no puede seguir ausente. Silencio es la ant¨ªtesis de democracia. Es sumisi¨®n, es docilidad. Hoy pueden reprocharnos lo que decimos. Ma?ana -es lo ¨²nico que importa- nos reprochar¨¢n sobre todo lo que no tuvimos el coraje de decir hoy. 'Hoy -es un verso de Enrique Badosa- hablamos por quien quisiera hablar. Por quien no puede'. En 1995 escrib¨ª: 'La voz / a veces / no fue voz / por miedo. / La voz / que pudo ser / remedio y no fue nada'.
Los derechos humanos son indivisibles. Pero hay uno, el derecho a la vida, que condiciona el ejercicio de todos los dem¨¢s y, por eso, es el derecho primordial y b¨¢sico. Que nadie lo olvide, sobre todo quienes reclaman determinados derechos al tiempo que siegan vidas inocentes. Siempre existir¨¢n, en un colectivo de 6.100 millones de seres humanos, personas que pierdan la raz¨®n en un momento dado. Pero con la educaci¨®n de todos y justicia para todos, compartiendo m¨¢s equilibradamente conocimientos y recursos, podr¨¢n reducirse los 'caldos de cultivo' de decepci¨®n, radicalizaci¨®n, frustraci¨®n, rencor y desesperanza que se hallan en la ra¨ªz de tantos desatinos. El clamor no se levantar¨¢ hasta que sea la sociedad la que sepa y hable. A trav¨¦s de las escuelas, parlamentos, consejos municipales, de los medios de comunicaci¨®n, debe lograrse que la voz del pueblo sea la que dirija, a la postre, su destino, la que rectifique rumbos, la que ilumine espacios.
Los medios de comunicaci¨®n tienen una funci¨®n fundamental que no es descriptiva (retrospectiva, para explicar lo que acontece), sino prospectiva, es decir, escribir lo que piensan que deber¨ªa suceder. Estamos en 'tiempos de dudas y renuncias en los que los ruidos ahogan las palabras', como tan inspiradamente escribi¨® Miquel Mart¨ª i Pol en 1981. Ser diversos, infinitamente diversos es nuestra riqueza. Actuar unidos ser¨¢ nuestra fuerza. ?Por qu¨¦ se callan? ?Por qu¨¦ callamos? A veces, porque no se quiere, porque no se sabe. Pero, tambi¨¦n, porque buscamos fuera respuestas que s¨®lo hallaremos en nosotros. Que todos utilicen la palabra y no la fuerza para defender sus puntos de vista. Toda idea es digna de ser escuchada, pero cualquier idea se envilece en manos de la violencia.
Es, pues, imperioso romper el silencio que pesa sobre tantos acontecimientos pret¨¦ritos que deben estar muy presentes en nuestras mentes para orientar los pasos y hechos del ma?ana. Memoria del pasado..., pero 'temblando de futuro', como escribi¨® Pedro Salinas. Deber de recordar y de hablar en favor de los m¨¢s olvidados, m¨¢s despreciados y excluidos. Los cr¨ªmenes contra la humanidad, como la trata de esclavos, como el exterminio y la tortura por raz¨®n del color de piel, sexo o creencia, como el asesinato y la imposici¨®n violenta en nombre de ideolog¨ªas y culturas, como el sometimiento por el terror y la amenaza, como el genocidio imperceptible de miles de ni?os, mujeres y hombres muriendo cada d¨ªa de hambre y desamparo... no caducan. Si no se reparan, seguir¨¢n removiendo la conciencia de quienes, sinceros consigo mismos, no han puesto fronteras a sus sentimientos y saben mirar m¨¢s all¨¢ de su entorno inmediato y de las condiciones en las que transcurre su propia vida. Memoria para la acci¨®n. 'El fr¨ªo arrasa la memoria y ya empezamos / a no ser', nos ha recordado Jos¨¦ ?ngel Valente.
La voz debida.
?Debemos tantas palabras, tantos clamores, a los j¨®venes, a los que llegan! Debemos la palabra exacta y rigurosa. De vez en cuando, el grito. Siempre la mano tendida, la voz tendida hacia el futuro com¨²n.
Voz debida a los ni?os y adolescentes, promoviendo que no consuman los productos de las compa?¨ªas que permiten una publicidad que envilece, que trivializa las cosas esenciales, que conduce a la indiferencia.
Voz debida a los ni?os de la calle, a todos los que viven en el olvido, en el desamparo, en la marginaci¨®n.
Voz debida siempre, hasta el ¨²ltimo instante. Que nadie diga: yo ya habl¨¦ lo suficiente.
Voz para recordar a los grandes creadores de nuestro tiempo. Grandes artistas, arquitectos, fil¨®sofos, cient¨ªficos... que se olvidan en la turbamulta de los acontecimientos 'estelares' de cada d¨ªa.
Voz para recordar que no pueden privatizarse las responsabilidades del Estado, ni transferirse a la escuela las que son propias de la familia.
Voz para recordar de d¨®nde proceden los bienes de los que disfrutamos: de los pa¨ªses a los que, con gran frecuencia, explotamos sin cumplir las promesas que les hicimos y sin facilitar su desarrollo end¨®geno.
Voz debida a los que se evaden en el alcohol o en la droga, rodeados de artificios, pero carentes de ternura y de di¨¢logo. Voz por los que malviven y mueren de temblor de adicci¨®n. Voz por sus familias destrozadas, hundidas.
Voz debida a la voz ausente de la mujer, excluida de tantos escenarios y foros, donde su presencia es m¨¢s necesaria que nunca
Voz debida, sobre todo, a los invisibles, a los an¨®nimos.
Voz alta debida a quienes, situados en la cumbre, no oyen a veces, a veces no escuchan, las palabras que se elevan de los que todav¨ªa aguardan, de los que todav¨ªa esperan.
Voz debida a los que han muerto, a los que han sufrido todo tipo de inclemencias, porque nadie supo, porque nadie se atrevi¨® a levantar la voz.
Voz debida a las madres, a los maestros, a cuantos, a pesar de los pesares, en medio de vendavales y aguaceros, avanzan cada d¨ªa en el camino del amor y del desprendimiento. Voz debida a los que llegan, a los que todav¨ªa no han llegado, y corren el riesgo de hallar la casa 'desvencijada y fr¨ªa'.
Voz debida a los j¨®venes de hoy que, tan plurales, tan dispares, son todos, sin excepci¨®n alguna, nuestra esperanza.
Sus ojos nos miran ya. Y nos impiden guardar silencio. Sin cesar. Sin descansar. Jos¨¦ ?ngel Valente escribi¨®: 'Es tiempo de dolor. Es tiempo, pues, de alzarse. / Tiempo de no morir'. Sin descanso, para que los j¨®venes no miren atr¨¢s un d¨ªa y nos digan con tanta decepci¨®n como desprecio: 'Aguard¨¢bamos la palabra, y no lleg¨®'.
Voz debida. Voz de vida.
Federico Mayor Zaragoza es catedr¨¢tico de Bioqu¨ªmica de la Universidad Aut¨®noma de Madrid y presidente de la Fundaci¨®n Cultura de Paz. (www.fund-culturadepaz.org).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.