El 'Ni?o' empieza a darse el gusto
Sergio Garc¨ªa y Westwood ganan sus dos puntos, uno de ellos ante Woods y Calcavecchia, y Europa cobra ventaja
?Sergio Garc¨ªa, El Ni?o, ha empezado a darse el gusto. Ya ha ganado a Tiger Woods aunque haya sido por parejas, en uno de los foursomes. Tampoco es la primera vez que lo consigue. Con la ayuda del ingl¨¦s Lee Westwood, super¨® ayer a Woods y a Mark Calcavecchia, como lo hizo hace tres a?os en la edici¨®n anterior. Entonces el estadounidense estuvo acompa?ado por Tom Lehman, y el espa?ol por el sueco Jesper Parnevik. Un espl¨¦ndido punto de apoyo en su deseo de protagonizar, derrot¨¢ndole en un hipot¨¦tico duelo entre ambos en los partidos individuales de ma?ana, la victoria de Europa sobre Estados Unidos en la Copa Ryder de golf. De momento, gracias tambi¨¦n al triunfo de su compa?ero y ¨¦l en los fourballs sobre Davis Love y David Duval, su equipo, dirigido por el escoc¨¦s Sam Torrance, ha cobrado ventaja por m¨ªnima que sea: 4,5-3,5.
La seriedad del n¨²mero uno mundial se fue convirtiendo en una mueca desencajada
'Esta semana he cambiado varias veces de opini¨®n'. A Torrance no le duelen prendas y confiesa sus limitaciones. Ha tenido tantas dudas en la composici¨®n de sus d¨²os que incluso recurri¨® a la permisividad del reglamento para alterar el orden cl¨¢sico del torneo anteponiendo los fourballs a los foursomes. Quer¨ªa darse m¨¢s margen para analizar a los suyos jugando cada uno con su propia pelota. Pero, dentro de esa prudencia, s¨ª que fue valiente para romper el t¨¢ndem de Garc¨ªa y Parnevik y colocar a Westwood junto al espa?ol. Una apuesta por la juventud absoluta, ya que, con 22 y 29 a?os, son los benjamines de su grupo.
Era una permuta arriesgada, contra la corriente del pasado. Parnevik y Garc¨ªa, en efecto, actuaron codo con codo en los dobles de 1999 y ganaron 3,5 de sus 4 puntos posibles. Entonces s¨®lo cedieron el empate frente a Love y Duval. Precisamente ese precedente fue el que le hizo a Torrance asignar una de las dos plazas de libre elecci¨®n de que dispon¨ªa -la otra la ten¨ªa garantizada Garc¨ªa- a Parnevik en vez de a Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal. Claro que eso sucedi¨® antes de que los atentados terroristas del 11-S aplazasen un a?o la competici¨®n y arruinasen el estado de forma del n¨®rdico.
Pero es que Westwood tampoco pod¨ªa presumir ahora de hallarse en su plenitud. Lo parad¨®jico es que se vino abajo en cuanto conquist¨® la cumbre. Desde 1996 hasta 2000 exhibi¨® una consistencia tal como para ser sexto, tercero, tercero, segundo y primero en el circuito europeo y clasificarse para la cita de The Belfry tras haber acudido ya a las del 97 y el 99. Y, de pronto, se derrumb¨® en la mediocridad, en la oscuridad. No s¨®lo no ha vuelto a ganar un trofeo, sino que ni siquiera se ha asomado a las alturas. Su rendimiento, pues, era una inc¨®gnita.
Torrance, eso s¨ª, tiene una fe ciega en Garc¨ªa. El castellonense ofici¨® ayer de aut¨¦ntico tutor de Westwood. No ces¨® de animarle y de darle consejos. Siendo menor, parec¨ªa su hermano mayor, su profesor particular. Y, entre ello y que la Ryder transforma a cualquiera, Westwood se super¨® a s¨ª mismo hasta el extremo de ganar tres de los cinco hoyos con los que aplastaron a Love y Duval en los fourballs. A su vez, Garc¨ªa fue en ese lance la regularidad personificada aunque s¨®lo lograra un birdie, pues en el otro hoyo que se anot¨® le bast¨® el par ante el bogey de Love.
Pero lo mejor estaba por llegar. El segundo plato dej¨® casi sin sustancia al primero. Curtis Strange, el capit¨¢n norteamericano, removi¨® sus piezas despu¨¦s del descalabro matinal. Y ello supuso que Garc¨ªa y Woods se mirasen de frente, a los ojos. Fue una lucha tenaz. Los estadounidenses reaccionaron con rabia tras perder el primer hoyo y concluyeron los nueve primeros con uno a su favor. Pero, poco a poco, se descompusieron ante la consistencia de sus adversarios.
Garc¨ªa y Westwood formaban ya una sola mente, un solo cuerpo. Estaban conjurados. Pu?os cerrados, manos estrechadas, para felicitarse por sus aciertos. Dientes apretados, comentarios positivos, para enmendarse tras sus fallos. La seriedad de Woods, que altern¨® las demostraciones de su estelar clase con aproximaciones al green que aterrizaban en la arena o putts que se le quedaban cortos o regateaban al agujero, se fue tornando una mueca desencajada. A su vera, Calcavecchia era la imagen de la impotencia. Tres bogeys en cuatro hoyos de sus rivales lanzaron a Westwood y Garc¨ªa, que resistieron la presi¨®n final en una prueba de madurez y se hicieron acreedores al abrazo de Torrance, encantado con su bravura. 'All¨¢ vamos', resumi¨® El Ni?o.
De los j¨®venes a los veteranos. Torrance tambi¨¦n opt¨® por asegurarse la baza de la experiencia con los viejos: el escoc¨¦s Colin Montgomerie, de 39 a?os, y el alem¨¢n Bernhard Langer, de 45. Su solidez fue incontestable por parte de Jim Furyk y Scott Hoch en los fourballs, pero Phil Mickelson y David Toms, aprovech¨¢ndose de su cansancio, les igualaron tres hoyos de desventaja, entre el 15 y el 17, en los foursomes.
La otra gran nota positiva la dieron el norirland¨¦s Darren Clarke y el dan¨¦s Thomas Bj?rn al derrotar en los fourballs a Woods y Paul Azinger. Desde luego, el enfado del l¨ªder mundial consigo mismo y con los hados golf¨ªsticos era comprensible.
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