Una vida de lujo y codicia en Enron
Un empleado relata en un libro el camino que llev¨® a la mayor quiebra de la historia
Brian Curver cre¨ªa que le hab¨ªa tocado el gordo cuando, con un flamante master de administraci¨®n de empresas bajo el brazo y 29 a?os, fue contratado por Enron en marzo del a?o 2001. El abrazo de la s¨¦ptima compa?¨ªa norteamericana, con un modelo de negocio que se estudiaba en las universidades y vocaci¨®n de l¨ªder universal, era lo m¨¢ximo a que se pod¨ªa aspirar. Ocho meses m¨¢s tarde, Curver estaba en la calle, sin trabajo y con tiempo libre que decidi¨® dedicar a contar con ojos de v¨ªctima ir¨®nica, en un libro titulado Anatom¨ªa de la codicia, el m¨¢s espectacular hundimiento corporativo de la historia, con sus fiestas, dinero a raudales y cursillos para evitar las consecuencias del acoso sexual.
'No era raro que los nuevos fueran invitados a fiestas con cuentas de bar de 50.000 d¨®lares'
La entrada de Curver en Enron fue complicada. 'Ha habido un problema en el proceso de contrataci¨®n', le comunican al poco de ficharlo. 'Hay gente que no te quiere aqu¨ª'. A pesar de todo se queda. Joven, con experiencia, bien formado y con ganas de comerse el mundo, Curver era el prototipo del enroniano. Por paradojas de la vida fue puesto al frente de un nuevo negocio dedicado a la gesti¨®n del riesgo de quiebras.
La divisi¨®n no tuvo tiempo de despegar, pero a Curver le permiti¨® ver que no era s¨®lo el crecimiento y la innovaci¨®n lo que llev¨® a Enron a lo m¨¢s alto. 'Era tambi¨¦n el miedo y la codicia'. Miedo dentro y fuera, con el despido cada seis meses del 15% de la plantilla que no produc¨ªa lo esperado y miedo a perder las fant¨¢sticas primas que redondeaban sueldos muy generosos. Cuando se pagaban las extras, los concesionarios de Houston aparcaban sus mejores Mercedes, Porsches y BMW junto a la torre de la Crooked E, la E inclinada del anagrama de Enron.
'No era raro que los nuevos fueran invitados a fiestas con esculturas de hielo, mariachis, transporte especial y cuentas de bar de 50.000 d¨®lares', escribe Curver para explicar un ambiente donde un directivo obtuvo 350 millones de d¨®lares con una venta de acciones, otro coleccionaba Ferraris y Ken Lay, el presidente y fundador, ten¨ªa una pasi¨®n por la propiedad inmobiliaria de lujo. 'El estilo de vida de los ricos y los poderosos permeaba toda la compa?¨ªa'.
Tampoco faltaban los gui?os sexuales. 'Algunos ejecutivos ten¨ªan sus propios harenes', le cuenta a Curver una colega con respecto a la historia pasada, en la que hubo 'promociones al viejo estilo'. '?Harenes? Conoc¨ªa la palabra, pero me sorprendi¨® o¨ªrla en el contexto de Enron'. Para evitar problemas, la empresa impart¨ªa cursillos sobre el acoso sexual. 'Los instructores se centraron en las implicaciones legales y en c¨®mo un incidente pod¨ªa da?ar tu carrera. 'Est¨¢ bien o est¨¢ mal' no entraba en el programa'.
'Enron era el Lado Oscuro o el Imperio, la fuerza dominante la energ¨ªa del universo que controlaba todo lo que le sal¨ªa al paso, tragando implacablemente otras compa?¨ªas y activos', se?ala el fugaz responsable de la divisi¨®n de quiebras al establecer un paralelismo entre Enron y la Guerra de las galaxias. 'Al consejero delegado, Jeff Skilling, le llamaban Darth Vader, un maestro de la energ¨ªa del universo que ten¨ªa la capacidad de controlar la mente de la gente'. Skilling era implacable, soberbio y gustaba de humillar. ?l fue quien promocion¨® a Andy Fastow hasta el cargo de director gerente. 'El trabajo de Fastow consist¨ªa en dejar fuera de los balances la deuda de Enron', un trabajo tan efectivo que cuando todo el desv¨ªo hubo de ser contabilizado hundi¨® a Enron. Fastow fue procesado el mi¨¦rcoles en Houston por fraude.
'A los ocho meses justos de mi primer d¨ªa de trabajo en Enron, todo se acab¨®. En mi corta estancia hab¨ªa visto caer la cotizaci¨®n exactamente de 61 d¨®lares a 61 centavos'. Ya sin trabajo, Curver se encontr¨® un d¨ªa en un restaurante japon¨¦s con Fastow. 'Fastow parec¨ªa relajado y feliz. Incluso se dir¨ªa que disfrutaba de que todo el mundo le mirara'. Cruzaron las miradas cuando el ejecutivo sal¨ªa. 'Durante d¨ªas se me estuvieron ocurriendo cosas perfectas para decirle'. Pero en aquel fugaz momento, Curver se qued¨® sin palabras. Las que ahora ha puesto en el libro que Fastow no querr¨¢ leer si se cumple la amenaza de los 60 a?os de c¨¢rcel que le pueden caer por su papel en la quiebra de Enron.
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