Islotes culturales de Europa
El ensayista austriaco Karl-Markus Gauss ofrece en su primera obra traducida al castellano, un buen ejemplo de ese tipo de periodismo antropol¨®gico que explora con profundidad pero sin pesadez realidades poco conocidas y ofrece el placer de un texto bien escrito. Gauss, que ha sido comparado con Hans Magnus Enzensberger, demuestra en los cinco reportajes de este libro que no es menester viajar a Ocean¨ªa para encontrar minor¨ªas en el ocaso de su existencia. A una hora o dos de vuelo de Madrid o Barcelona est¨¢n los sefard¨ªes de Sarajevo, los aromanos de Macedonia, los arberesche de Calabria, los sorabos y los gottscheer de Alemania. Son comunidades de apenas unos miles de personas que han sobrevivido secularmente en islotes ling¨¹¨ªsticos, culturales y religiosos, rodeadas por mayor¨ªas siempre deseosas de engullirlas en nombre de la pureza ¨¦tnica o nacional o del progreso de la raz¨®n o la lucha de clases. Y que ahora, justo cuando Europa reconoce sus derechos, ya no pueden m¨¢s, se mueren a chorros.
EUROPEOS EN EXTINCI?N
Karl-Markus Gauss Traducci¨®n de Inka Mart¨ª Poliedro. Barcelona, 2002 267 p¨¢ginas. 15 euros
'Hoy en d¨ªa la comunidad de jud¨ªos de Sarajevo es s¨®lo un asilo de viejos', escribe Gauss. Durante quinientos a?os los sefard¨ªes de Sarajevo llamaron a esa ciudad 'Yerusalaym chico', y lo hicieron en el m¨¢s preciado de los bienes que hab¨ªan podido conservar tras su expulsi¨®n de Espa?a: su castellano, el ladino. Pero el siglo XX les fue mortal. Tras sufrir en la II Guerra Mundial las atroces persecuciones de los nazis alemanes y los ustachi croatas, se les vinieron encima las guerras balc¨¢nicas de los noventa. No es que los nacionalistas serbios fueran a por ellos, no; pero al intentar destruir el Sarajevo plural quitaron a los sefard¨ªes cualquier raz¨®n para seguir all¨ª.
'Los jud¨ªos se fueron porque, para ellos, no ten¨ªa ning¨²n sentido quedarse en un lugar donde reinaba el nacionalismo', escribe Gauss. 'Si Bosnia ya no existe como un lugar que alberga a todos los grupos ¨¦tnicos bosnios, los jud¨ªos no pueden quedarse en Bosnia; pero si ya no hay jud¨ªos en Bosnia, ese pa¨ªs tampoco existe realmente'. Gauss subraya que Europa necesita el islam y el juda¨ªsmo para ser ella misma; pero que nadie se asuste: no el islam integrista o el juda¨ªsmo sionista, sino los que existieron en Al Andalus y Sarajevo, los de 'la apertura hacia el mundo y la alegr¨ªa de vivir'.
Cuando viaja a Calabria, Gauss constata tambi¨¦n que en los m¨¢s de treinta pueblos albaneses de esa regi¨®n italiana 'apenas se encuentra gente joven'. Los arberesche son albaneses que abandonaron su pa¨ªs hace cinco siglos y constituyen un grupo cristiano muy peculiar: cat¨®licos bajo la autoridad del Papa que celebran la misa seg¨²n el rito greco-ortodoxo y cuyos curas pueden casarse. En su caso, se?ala Gauss, la decadencia no procede de persecuciones o guerras, sino de la inmigraci¨®n, que lleva a sus j¨®venes al Norte, y la incorporaci¨®n de la mujer al trabajo asalariado, que deja la educaci¨®n de los ni?os en manos de las instituciones estatales italianas.
En cuanto a los sorabos de la regi¨®n alemana de la Lusacia, se las han tenido que ver con dos monstruos ideol¨®gicos producidos en el siglo XX por Occidente: el fascismo y el comunismo. Los sorabos -una peque?a tribu eslava que, desde los tiempos de Carlomagno, resiste en medio de un oc¨¦ano de millones de germanos- fueron perseguidos por los nazis, pero no con tanta eficacia como por los comunistas de la RDA, que arrasaron sus pueblos y destruyeron sus cultivos en aras de la industrializaci¨®n forzosa. Ahora son una comunidad que Alemania intenta proteger, pero que, falta de sus ra¨ªces naturales, va quedando en puramente folcl¨®rica.
El drama de las minor¨ªas, ob-
serva Gauss, es que el ¨²nico modo que han tenido de impedir su absorci¨®n ha sido replegarse sobre sus tradiciones hasta el punto de quedar atrapadas en 'un conservadurismo paralizante', de 'petrificarse en su orgullosa peque?a diferencia'. Lo que no ha hecho sino reforzar esa idea de ser m¨¢s civilizadas que las mayor¨ªas tienen de s¨ª mismas. C¨®mo conjugar un marco com¨²n de democracia y progreso con el mantenimiento de minoritarias peculiaridades ling¨¹¨ªsticas, culturales y religiosas que no sean contradictorias con los derechos humanos universales sigue siendo, pues, una asignatura pendiente para los europeos. Lo est¨¢ demostrando tambi¨¦n el asunto de la integraci¨®n de los inmigrantes musulmanes.
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