'El sue?o de una 'tercera v¨ªa' de izquierdas se ha desinflado'
Se acab¨® el trabajo. No hay para todos. Y no volver¨¢ a haberlo. O al menos de la forma en que lo conocemos ahora. Digan lo que digan los pol¨ªticos. Habr¨¢ que acomodarse. Inventar alternativas. Los empleos fijos, para toda la vida, pertenecen al pasado. Pero se puede cambiar de perspectiva. Si se admite que la crisis del empleo en las sociedades avanzadas en los ¨²ltimos 30 a?os, en lugar de cerrar puertas, abre nuevas posibilidades, todo cambia. Eso es lo que sostienen algunos soci¨®logos avanzados. Soci¨®logos que se dedican a escrutar c¨®mo va a ser ese futuro que hoy apenas podemos intuir. Ulrich Beck, de 58 a?os, profesor en el Instituto de Sociolog¨ªa de M¨²nich y en la London School of Economics, es uno de ellos. El profesor Beck viaja esta semana a Barcelona para presentar la edici¨®n espa?ola de su libro, ya cl¨¢sico en Alemania, Freiheit oder kapitalismus (Libertad o capitalismo, Paid¨®s), en el que analiza todas estas cuestiones.
'Trabajo 'fr¨¢gil' quiere decir que no dispone de la seguridad de un contrato fijo, que el tiempo se organiza de forma flexible, y que hay que trabajar en varios sitios para mantener el nivel de vida'
'Los principales problemas no tienen soluci¨®n ni siquiera a nivel europeo. Por ejemplo, el paro. Ya no se trata de algo entre Espa?a y Alemania, como en los a?os cincuenta'
'El problema consiste en que el Estado nacional ya no est¨¢ en condiciones de formular soluciones. Un ejemplo es la ca¨ªda de los ingresos fiscales a ra¨ªz de la globalizaci¨®n'
'Creo que los j¨®venes est¨¢n muy frustrados con la pol¨ªtica, porque no ven reflejados sus propios valores. Lo mismo que los prejubilados. C¨®mo pueden utilizar sus conocimientos'
'Resulta cada vez m¨¢s dif¨ªcil distinguir a Berlusconi de Blair, y naturalmente tambi¨¦n a Aznar, y cada vez es m¨¢s complicado trazar las l¨ªneas de demarcaci¨®n'
'Hay grandes discrepancias entre los debates que se producen en estas redes intelectuales y la forma en que eso se traduce en propuestas pol¨ªticas'
Beck, que recibi¨® a EL PA?S en su despacho de la Universidad de M¨²nich el martes pasado, cree que vivimos en un mundo cada vez menos predecible. Donde las consecuencias de las decisiones (de los Gobiernos, de las empresas, de los individuos) son cada vez m¨¢s dif¨ªciles de calcular, ya sean econ¨®micas o no. Y que existe la tentaci¨®n, por parte de los Estados, de trasladar a los ciudadanos las consecuencias de todo ello. Desmontar las redes de seguridad que los pa¨ªses industrializados han ido construyendo con gran esfuerzo en el ¨²ltimo siglo. Dejar al ciudadano s¨®lo con sus responsabilidades.
Beck reconoce que el t¨ªtulo del libro est¨¢ pensado como provocaci¨®n. 'Nos hemos acostumbrado a que hay dos elementos de la libertad: el capitalismo y la democracia; a que ambos se pueden fundir en una ¨²nica figura, a que no hay discrepancias internas entre capitalismo y libertad, y pienso que, en muchos aspectos, eso es cierto; pero si se analiza desde un punto de vista sociol¨®gico, se descubre, sin embargo, una cierta tensi¨®n, una cierta contradicci¨®n que cada vez se nota m¨¢s en Europa'.
Pregunta. Mucha gente se cuestiona si todav¨ªa podemos aspirar a solucionar algo en este mundo. Hace 20 o 30 a?os a¨²n se pensaba que exist¨ªan soluciones para determinados problemas. Ahora ya no est¨¢ tan claro.
Respuesta. Yo soy de los pocos que piensan que todav¨ªa hay soluciones. Pero las soluciones no est¨¢n donde hasta ahora hemos supuesto que estaban. El problema consiste en que el Estado nacional ya no est¨¢ en condiciones de formular soluciones. Un ejemplo es la ca¨ªda de ingresos fiscales a ra¨ªz de la globalizaci¨®n. Las grandes empresas ya no pagan apenas impuestos. Pero existe la posibilidad de resolver el problema mediante la cooperaci¨®n entre Estados. En ¨²ltima instancia, en eso consiste el experimento europeo.
P. Ya, pero los principales problemas no tienen soluci¨®n ni siquiera a nivel europeo. Por ejemplo, el paro. Ya no se trata de algo entre Espa?a y Alemania, como en los a?os cincuenta y sesenta. Ahora, los puestos de trabajo que se pierden aqu¨ª van a Asia, o a Am¨¦rica Latina, o al norte de ?frica.
R. Naturalmente hay problemas que s¨®lo se pueden resolver en un marco global, donde todos tienen que cooperar. Hasta ahora pensamos de forma muy acusada en t¨¦rminos de pol¨ªtica nacional. Esta l¨®gica, y el realismo que la sustenta, resulta cada vez m¨¢s falsa, puesto que en este paradigma los problemas ni siquiera aparecen. Se le llama realismo, pero en realidad es de una irrealidad total.
P. De cualquier modo, usted ha dicho alguna vez que quien diga que se lograr¨¢ el pleno empleo, miente. ?De verdad no volveremos a vivir un tiempo de pleno empleo?
R. Nadie puede aventurar una respuesta ahora mismo. Los datos de los que dispongo muestran que, cuando uno estudia el desarrollo del mercado laboral en los ¨²ltimos tres decenios, Europa ha sufrido una contracci¨®n permanente del trabajo remunerado. Cuando se estudia de forma emp¨ªrica la situaci¨®n, est¨¢ claro que en Europa se da una situaci¨®n de divisi¨®n total: por una parte, hay todo un sector que, igual que antes, sigue trabajando a tiempo completo; por otra, hay cada vez un porcentaje mayor de lo que podr¨ªamos llamar trabajo fr¨¢gil. Trabajo fr¨¢gil quiere decir que no dispone de la seguridad de un contrato fijo, que el tiempo se organiza de forma flexible, y que posiblemente hay que trabajar en varios sitios para mantener el mismo nivel de vida. Este tipo de trabajo se ha multiplicado de forma notable en todos los pa¨ªses en los ¨²ltimos treinta a?os. En Alemania, un tercio de la fuerza laboral tiene empleos fr¨¢giles; en Estados Unidos y en el Reino Unido, la mitad. Incluso donde todav¨ªa existe el ideal del pleno empleo, ya no se trata tanto de la antigua forma de trabajo a tiempo total. Algunas de estas nuevas formas se pueden valorar de forma positiva.
P. ?S¨ª? En Espa?a la gente todav¨ªa prefiere un contrato a la antigua, a tiempo completo si puede ser.
R. Eso ya no es posible. La sociedad tiene que acostumbrarse a la nueva situaci¨®n.
P. Y el sistema pol¨ªtico no puede hacer nada.
R. Volvemos a la cuesti¨®n anterior: libertad o capitalismo. ?Qu¨¦ clase de seguridad se le puede ofrecer a los individuos? ?C¨®mo se puede fundar una familia, organizarse d¨ªa a d¨ªa, asumir la responsabilidad de tener hijos, cuando s¨®lo se dispone de un contrato de trabajo temporal?
P. Exacto, ?c¨®mo?
R. Aquellos que est¨¢n en esta situaci¨®n deber¨ªan tener claro que, aunque sigan aspirando a tener un puesto de trabajo tradicional, s¨®lo una parte de la sociedad puede lograrlo. As¨ª que deber¨ªan organizarse de otra manera, o votar a partidos pol¨ªticos que se ocupen de estos problemas en serio. Existen posibilidades de combatir el problema. Quiero citar dos, que desempe?an un papel importante en el libro. La primera es trasladar al individuo los riesgos de la flexibilizaci¨®n del trabajo. Otra consiste en reflexionar sobre c¨®mo se pueden asegurar las condiciones de vida de la gente, independientemente del puesto de trabajo. La forma extrema ser¨ªa pagar un salario social (b¨¹rgergeld). Es una utop¨ªa, pero hay otras formas. Creo que hay que dejar de pensar en las antiguas reivindicaciones sindicales de trabajo para todos, porque cada vez hay menos, y empezar a desarrollar estas nuevas formas de asegurarle la vida a la gente. Es posible. S¨®lo hay que pensar c¨®mo hacerlas practicables, c¨®mo financiarlas, y todo eso. Otra posibilidad consiste en intentar nuevas formas de trabajo, m¨¢s all¨¢ del trabajo remunerado, que sean atractivas y que refuercen la identidad del individuo, y que le den la posibilidad de hacer algo con sentido en la vida. No se trata s¨®lo de dinero, sino de reconocimiento, de participaci¨®n en la sociedad.
P. No s¨¦ si es una reflexi¨®n que sirva para Espa?a. La gente quiere un puesto de trabajo como el que tuvieron sus padres.
R. ?En Espa?a no pierde uno la identidad al perder el trabajo?
P. Se pierden muchas cosas. No s¨¦ si tambi¨¦n la identidad.
R. Bueno, hasta ahora siempre he sostenido que se trata de un rasgo muy marcado en los alemanes. Si usted pregunta a alguien, en una fiesta, que qui¨¦n es, nunca le contestar¨¢ que es criador de conejos, o cat¨®lico. Le dir¨¢ que es t¨¦cnico en la Siemens. As¨ª es como se presenta uno. Se trata de una forma de identificaci¨®n extrema. Pero eso dejar¨¢ de ser as¨ª en la pr¨®xima generaci¨®n. La cuesti¨®n es si es posible crear formas atractivas de empleo, que hagan m¨¢s f¨¢cil que la gente se autoorganice. Es un concepto que en el libro he llamado 'trabajo ciudadano' (b¨¹rgerarbeit).
P. Suena atractivo. Pero luego viene la pol¨ªtica, y todo es m¨¢s complicado. Usted dijo hace dos o tres a?os que estaba decepcionado con la tercera v¨ªa. ?Sigue decepcionado? ?O algo peor?
R. Mi amigo y colega Anthony Giddens hizo un trabajo maravilloso al formular la tercera v¨ªa.
P. Y sin embargo...
R. Ya en la elecci¨®n de las palabras cometi¨® un error, porque en ¨²ltima instancia la formulaci¨®n de la tercera v¨ªa fue de los pol¨ªticos. Es una invenci¨®n de Clinton o de Blair, no est¨¢ claro. Aunque Giddens se ha distanciado un poco del concepto. Lo que ¨¦l quer¨ªa, igual que yo, era formular una respuesta pol¨ªtica a una nueva situaci¨®n hist¨®rica. Pero sigue aceptando el postulado de que es posible el pleno empleo. O de que, en ¨²ltima instancia, la instancia en la que se resuelven los problemas es el Estado nacional.
P. Hablando de pol¨ªticos, tengo la sensaci¨®n de que hay poca relaci¨®n entre ellos y los cient¨ªficos sociales, como usted, que se dedican a estos problemas.
R. Hay grandes discrepancias entre los debates que se producen en estas redes intelectuales y la forma en la que eso se traduce en propuestas pol¨ªticas. Tengo la impresi¨®n de que ese proceso era m¨¢s intenso hace tres o cuatro a?os. Luego se ha producido un cierto alejamiento. No tengo claro por qu¨¦. Por ejemplo, ah¨ª donde usted se sienta estuvo sentado Gerhard Schr?der.
P. ?En esta misma silla?
R. S¨ª. Todav¨ªa no era ni siquiera candidato a canciller, la primera vez. Hablamos de todos estos problemas. Estuvo de acuerdo, durante aquella conversaci¨®n, en que es imposible alcanzar el pleno empleo y que hay que empezar a pensar en alternativas. Pero luego, de todo eso, no queda nada en su pol¨ªtica.
P. Ya, pero es que no se puede decir en p¨²blico que la pol¨ªtica es impotente para lograr el pleno empleo.
R. S¨ª se podr¨ªa decir que se est¨¢ trabajando en proyectos alternativos. Queremos el pleno empleo, lo intentamos, pero mientras os ofrecemos alternativas.
P. ?Cree que as¨ª se ganan elecciones?
R. Se podr¨ªa hacer, con grupos muy espec¨ªficos. Creo, por ejemplo, que los j¨®venes est¨¢n muy frustrados con la pol¨ªtica, porque no ven reflejados sus propios valores. Lo mismo con los prejubilados. C¨®mo pueden utilizar sus conocimientos y sus intereses. Los desempleados, etc¨¦tera. Si todo eso se hiciese bien, se podr¨ªa formular como una oferta que hiciese atractivos de nuevo a algunos partidos. Mucha gente est¨¢ m¨¢s dispuesta a lanzarse a cambios radicales de lo que lo est¨¢n los partidos pol¨ªticos. Mucha gente sabe que las viejas recetas ya no funcionan.
P. Tambi¨¦n los partidos lo saben. De hecho, me parece que comienza a aparecer una tercera v¨ªa al rev¨¦s: de derecha a izquierda. La l¨ªder de la CDU, Angela Merkel, dijo el otro d¨ªa que el partido ten¨ªa que abrirse a las mujeres y a lo que llam¨® 'otras formas de vida': parejas de hecho, homosexuales, etc¨¦tera, algo impensable hasta ahora. ?Qu¨¦ es eso? ?Una tercera v¨ªa conservadora?
R. S¨ª. Creo que es una posibilidad. Se empieza a notar en todos los terrenos. Por una parte, la apertura a esas formas de vida que usted ha nombrado. Pero piense en otro tema. Si se observa la historia de Europa, resulta que en realidad fueron los partidos conservadores los que han hecho posible un cierto cosmopolitismo. En Alemania fue Adenauer; en Francia, De Gaulle; en Italia, otros, que tambi¨¦n ven¨ªan de la tradici¨®n cristiano-liberal-conservadora. No existe s¨®lo un cosmopolitismo de izquierdas. Tambi¨¦n existe un cosmopolitismo de derechas.
P. Cada vez resulta m¨¢s evidente este intento de establecer una tercera v¨ªa desde la derecha. ?Quiz¨¢ como reacci¨®n al ¨¦xito de Blair o Schr?der?
R. Totalmente correcto. Resulta cada vez m¨¢s dif¨ªcil distinguir a Berlusconi de Blair, y naturalmente tambi¨¦n a Aznar, y cada vez es m¨¢s complicado trazar las l¨ªneas de demarcaci¨®n entre las distintas posiciones. La tercera v¨ªa de izquierdas, o izquierda neoliberal, la de Blair, para entendernos, est¨¢ ahora presionada por el potencial pol¨ªtico que supone el problema de la inmigraci¨®n. Y trata de adelantarse. Es una presi¨®n que se nota incluso all¨ª donde no gobierna la derecha, pero se trata de un sentimiento generalizado que los partidos anticipan, y convierten en pol¨ªticas de Gobierno. Desgraciadamente, el sue?o de una tercera v¨ªa de izquierdas se ha desinflado, y cada vez m¨¢s est¨¢ siendo sustituido por una copia de derechas de esa misma tercera v¨ªa.
P. Tampoco hay mucha diferencia en el tema del terrorismo internacional.
R. Se trata de una cuesti¨®n que no se puede resolver en el marco nacional. Incluso Estados Unidos, la potencia militar del planeta por excelencia, ha equiparado de forma natural la seguridad nacional con la seguridad mundial. Por tanto, incluso EE UU necesita cooperar en la soluci¨®n de estos problemas, aunque esta colaboraci¨®n se defina de forma muy unilateral. Es decir, que para resolver problemas nacionales, incluso Estados Unidos debe intentar, de alguna manera, crear instituciones m¨¢s all¨¢ del marco nacional. En Europa tenemos el problema de que no disponemos de una fuerza militar europea. La OTAN no es un ej¨¦rcito europeo. Deber¨ªamos tener un ej¨¦rcito europeo. Es una condici¨®n necesaria.
P. ?Y los ciudadanos? ?Est¨¢n dispuestos a asumirlo?
R. Si dispusi¨¦ramos de una fuerza militar europea, que se implicase en la lucha contra el terrorismo, esto forzar¨ªa a una pol¨ªtica exterior com¨²n. Necesitamos una pol¨ªtica com¨²n. Aunque cada pa¨ªs ceda parte de sus competencias, ¨¦sa es la manera de aumentar su presencia y su poder en la escena internacional. S¨®lo entonces se tomar¨¢ en serio a los espa?oles, a los ingleses o a los alemanes. Los europeos ya no tendr¨ªan que mirar siempre hacia Estados Unidos, porque dispondr¨ªan de una fuerza militar propia.
P. Pero si usted pregunta a la gente si quiere dedicar m¨¢s dinero al ej¨¦rcito, probablemente le conteste que no. Igual que el euro. Si se hubiese sometido a refer¨¦ndum, probablemente hubiese sido rechazado.
R. ?se ser¨ªa el paso siguiente, de forma l¨®gica. Se deber¨ªa adoptar, por as¨ª decirlo, el euro militar.
A izquierda y derecha
HASTA AHORA, LOS SOCI?LOGOS se han dedicado a estudiar los problemas de la sociedad. Y a clasificarlos. A establecer categor¨ªas. Cuando se les ha intentado clasificar a ellos, han protestado. Por lo general, no les gustan las etiquetas. Por ejemplo, la tercera v¨ªa. Pero Internet ha cambiado todo eso. Cuando uno busca libros de Ulrich Beck en Amazon, la mayor librer¨ªa del mundo en la Red, el programa inform¨¢tico le informa a uno escuetamente: 'Los lectores que han comprado libros de Ulrich Beck tambi¨¦n han comprado libros de Anthony Giddens, Manuel Castells y Zygmunt Bauman'. No hay vuelta de hoja. Los lectores les han clasificado. Beck se r¨ªe cuando se le explica la an¨¦cdota. 'Que interesante: hay una red de autores que trabajan y tratan de discutir preguntas similares. Y efectivamente, entre ellos est¨¢n Castells o Giddens. Ellos dos son quiz¨¢ los m¨¢s conocidos en Espa?a. Pero tambi¨¦n tenemos a Mary Calder, que reflexiona sobre nuevas y viejas guerras, o David Health. En general, se trata de autores asociados con la London School of Economics'. A sus 58 a?os, Beck se ha convertido en una figura fundamental en la sociolog¨ªa europea, entre otras razones por su doble vinculaci¨®n a Alemania y el Reino Unido: al Instituto de Sociolog¨ªa de la Universidad de M¨²nich y a la London School of Economics. Su obra clave, La sociedad del riesgo, apareci¨® en 1986, y desde entonces su prestigio no ha cesado de aumentar. Uno de los aspectos que alejan a Beck de las costumbres de otros colegas es su inter¨¦s porque los pol¨ªticos asuman sus propuestas y traten de llevarlas a la pr¨¢ctica. Eso le ha llevado a colaborar con partidos pol¨ªticos y a formular propuestas imaginativas. Tanto en la izquierda, donde ha colaborado con el canciller alem¨¢n, Gerhard Schr?der, como en la derecha, donde recientemente particip¨® en un comit¨¦ sobre el futuro del trabajo en Baviera.
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