Traidores, arrepentidos y reinsertados
En la primavera de 1978, Aldo Moro -presidente entonces de la Democracia Cristiana- fue secuestrado en Roma a plena luz, interrogado durante 55 d¨ªas por sus captores y finalmente asesinado; Mario Moretti, responsable del comando encargado de la operaci¨®n, reconstruye de forma minuciosa en este libro el desarrollo y desenlace de un episodio que conmocion¨® la vida italiana. En la larga entrevista mantenida en la c¨¢rcel con Rossana Rossanda (una respetada figura pol¨ªtica e intelectual de la izquierda italiana) y la periodista Carla Mosca, el dirigente de las Brigadas Rojas hace tambi¨¦n un pormenorizado relato del nacimiento, auge y decadencia de la principal organizaci¨®n de la extrema izquierda violenta durante los a?os de plomo de la resaca de 1968. La pedante ret¨®rica de Moretti ('la simbolog¨ªa de las acciones armadas es afilada y precisa como una intervenci¨®n quir¨²rgica, pero al explicarla parece terriblementre abstracta') elude llamar a los cr¨ªmenes por su verdadero nombre y construye un pretencioso remedo de teor¨ªa destinado a ocultar la ausencia de un discurso conceptualmente convincente.
BRIGADAS ROJAS
Mario Moretti. Traducci¨®n de Carlos Prieto del Campo Akal. Madrid, 2002 333 p¨¢ginas. 19,33 euros
No hay espacio en estos recuerdos para la justificaci¨®n moral de los sangrientos atentados de las Brigadas Rojas: hasta la responsabilidad de la muerte de Aldo Moro es descargada sobre el Gobierno y el PCI de Berlinguer, supuestos culpables del crimen por su negativa a plantearse siquiera la posibilidad de negociar con los secuestradores. Las Brigadas Rojas se habr¨ªan conformado con que el Estado 'hubiese levantado acta de su existencia' con f¨®rmulas tales como 'hablemos, no estamos de acuerdo, pero razonemos'. Esa inveros¨ªmil exculpaci¨®n retrospectiva sirve para ilustrar la mentalidad y el comportamiento de los grupos terroristas tambi¨¦n en otros pa¨ªses: los llamamientos al di¨¢logo lanzados por este tipo de organizaci¨®n constituyen un simple ardid para forzar un reconocimiento simb¨®lico que les facilite la tarea de dividir a las fuerzas democr¨¢ticas y de proseguir el combate en mejores condiciones. Desde que el primer asesinato pone en marcha el mecanismo de 'autorreferencialidad' de las Brigadas Rojas, 'la ¨²nica verificaci¨®n de nuestra l¨ªnea estar¨¢ en la capacidad de llevarla a cabo, de reproducirnos y durar'.
Aunque el curso de la historia ha demostrado la falta de fundamentaci¨®n emp¨ªrica, la inconsistencia interna y los rasgos delirantes de los an¨¢lisis de las Brigadas Rojas (entre 1968 y 1972 'est¨¢bamos ante el umbral de una mutaci¨®n, una revoluci¨®n'), Moretti esgrime una coartada contraf¨¢ctica no s¨®lo para librarse de cualquier responsabilidad pol¨ªtica y moral por la sangre derramada, sino tambi¨¦n para eludir el reconocimiento de sus burdos errores cognitivos: 'Ahora se dice que esa potencialidad era aparente, pero lo que se ve hoy no estaba ayer necesariamente inscrito en las cosas'.
Esa blindada incapacidad de Moretti para reconocer el car¨¢cter disparatado de los an¨¢lisis de las Brigadas Rojas le obliga a construir una teor¨ªa de la identidad personal y colectiva situada al margen de la pr¨¢ctica y de la experiencia hist¨®rica. Moretti dirige sus m¨¢s duros ep¨ªtetos a los 'disociados' de las Brigadas Rojas, el equivalente de los reinsertados de ETA, de los GRAPO o de Terra Lliure. Esos ex militantes reconciliados con la democracia, que no entregaron a sus compa?eros ni testimoniaron contra ellos en los juicios, ser¨ªan peores que los 'arrepentidos' colaboradores con los tribunales y que los 'traidores' al servicio de la polic¨ªa. El motivo de tan extra?a aversi¨®n comparada es que los 'disociados' impidieron a Moretti conservar la buena conciencia necesaria para 'reconstruir despiadadamente' la experiencia de las Brigadas Rojas pero 'sin renegar de ella, sin arrojarla en bloque a los perros'.
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