Exquisitas casta?as
No son pocos los casos de patitos feos en el mundo de la vegetaci¨®n. De especies, o alguna de sus partes, que si bien en un primer momento poco o nada tienen de atractivo, al florecer o madurar sus frutos, tornan la distancia que repel¨ªa en algo cercano y bello. Tales metamorfosis quedan justificadas por la necesidad de pasar lo m¨¢s inadvertido posible o de protegerse f¨¦rreamente ante los posibles enemigos naturales. Las semillas de las plantas a menudo se acorazan en el seno de c¨¢psulas duras, feas o pinchudas, y en su interior van increment¨¢ndose a resguardo de amenazas. As¨ª, los frutos consiguen emerger sin da?os ni p¨¦rdidas en el momento oportuno, es decir, el de que pueda iniciarse la nueva fase de un ciclo de renovaci¨®n.
Es el caso de las casta?as, que en estos d¨ªas se asoman resplandecientes y eb¨²rneas y se pueden recolectar hasta finales de noviembre. Estos espl¨¦ndidos frutos han pasado los ¨²ltimos cinco meses en el seno de una esfera muy similar a la de los erizos marinos, es decir, por completo hirsuta e inabordable por estar recubierta de muchos centenares de espinas, en este caso fin¨ªsimas y en consecuencia muy disuasorias.
De Galicia a Sierra Nevada
Bolas primero diminutas y verdes que engordaron y amarillearon muy lentamente a lo largo del verano para reventar, tras rajarse por el impulso de la saz¨®n de los tres frutos que contienen. Las casta?as, una m¨¢s de las regal¨ªas del oto?o, que este a?o, por cierto, nos est¨¢ dando una de las mejores cosechas de hongos de la historia en Espa?a, vienen tambi¨¦n espl¨¦ndidas. Beneficiadas por las oportunas lluvias de septiembre, ya caen al suelo o son vareadas en los mejores casta?ares de Espa?a, que nos acompa?an en buena parte de la monta?a gallega, en la Sanabria zamorana, en casi todos los huertos de Asturias y Cantabria. En las tierras cacere?as del valle del Ambroz y de las cercan¨ªas de Guadalupe. Llegan hasta la sierra de Aracena y las laderas de Sierra Nevada.
No son pocos los casos de patitos feos en el mundo de la vegetaci¨®n. De especies, o alguna de sus partes, que si bien en un primer momento poco o nada tienen de atractivo, al florecer o madurar sus frutos, tornan la distancia que repel¨ªa en algo cercano y bello. Tales metamorfosis quedan justificadas por la necesidad de pasar lo m¨¢s inadvertido posible o de protegerse f¨¦rreamente ante los posibles enemigos naturales. Las semillas de las plantas a menudo se acorazan en el seno de c¨¢psulas duras, feas o pinchudas, y en su interior van increment¨¢ndose a resguardo de amenazas. As¨ª, los frutos consiguen emerger sin da?os ni p¨¦rdidas en el momento oportuno, es decir, el de que pueda iniciarse la nueva fase de un ciclo de renovaci¨®n.
Es el caso de las casta?as, que en estos d¨ªas se asoman resplandecientes y eb¨²rneas y se pueden recolectar hasta finales de noviembre. Estos espl¨¦ndidos frutos han pasado los ¨²ltimos cinco meses en el seno de una esfera muy similar a la de los erizos marinos, es decir, por completo hirsuta e inabordable por estar recubierta de muchos centenares de espinas, en este caso fin¨ªsimas y en consecuencia muy disuasorias.
De Galicia a Sierra Nevada
Bolas primero diminutas y verdes que engordaron y amarillearon muy lentamente a lo largo del verano para reventar, tras rajarse por el impulso de la saz¨®n de los tres frutos que contienen. Las casta?as, una m¨¢s de las regal¨ªas del oto?o, que este a?o, por cierto, nos est¨¢ dando una de las mejores cosechas de hongos de la historia en Espa?a, vienen tambi¨¦n espl¨¦ndidas. Beneficiadas por las oportunas lluvias de septiembre, ya caen al suelo o son vareadas en los mejores casta?ares de Espa?a, que nos acompa?an en buena parte de la monta?a gallega, en la Sanabria zamorana, en casi todos los huertos de Asturias y Cantabria. En las tierras cacere?as del valle del Ambroz y de las cercan¨ªas de Guadalupe. Llegan hasta la sierra de Aracena y las laderas de Sierra Nevada.
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