F¨¢brica de ciudadanos
Las pol¨ªticas de formaci¨®n y la cualificaci¨®n de los trabajadores son, en los ¨²ltimos a?os, las protagonistas de las grandes l¨ªneas estrat¨¦gicas europeas: ya sea la formaci¨®n a lo largo de toda la vida, la incorporaci¨®n de los conocimientos informales a las certificaciones y sistemas nacionales de cualificaci¨®n, o la transparencia o equivalencia entre pa¨ªses, por mencionar algunas de ellas.
Tambi¨¦n en Espa?a los discursos sobre la necesidad de desarrollar y fomentar la formaci¨®n y cualificaci¨®n profesionales han obtenido un lugar de primer plano en las propuestas sobre la necesaria aproximaci¨®n de Espa?a a lo que se ha dado en llamar el modelo europeo de organizaci¨®n del trabajo.
La formaci¨®n y su utilizaci¨®n est¨¢n hoy en d¨ªa en primera plana de la actualidad, no precisamente por los resultados obtenidos en la aplicaci¨®n de las pol¨ªticas de formaci¨®n continua, sino por las irregularidades detectadas y hechas p¨²blicas recientemente.
Quisiera hacer algunas consideraciones que, yendo m¨¢s all¨¢ de la actualidad inmediata, me permitieran proponer algunas ideas que, sin duda, podr¨ªan colaborar a colocar las pol¨ªticas de formaci¨®n profesional en el importante lugar que merecen, no s¨®lo desde un punto de vista productivo, sino tambi¨¦n ciudadano.
De las distintas investigaciones que hemos venido llevando a cabo en este terreno, me gustar¨ªa destacar aqu¨ª algunos puntos fundamentales, que, a mi juicio, son s¨®lo un s¨ªntoma de que entre lo dicho, el gran papel que juega la formaci¨®n, y lo hecho, es decir, el lugar que ocupa en las transformaciones productivas, hay un trecho demasiado amplio.
En primer lugar, que la formaci¨®n continua, en muchos casos, es desconocida para los trabajadores, que se planifica de forma muy improvisada, que no se le da en las empresas el rango de pol¨ªtica principal de desarrollo de la misma, en la pr¨¢ctica, que se le da en los discursos oficiales.
En segundo lugar, que s¨®lo se tomar¨¢ en serio la formaci¨®n cuando pueda garantizarse su conversi¨®n en cualificaci¨®n en la negociaci¨®n colectiva. Esto es, cuando se pueda garantizar que esas nuevas competencias adquiridas tendr¨¢n un reconocimiento y un pago adecuados.
En tercer lugar, que una muestra del uso de la formaci¨®n poco rentable para nuestro sistema econ¨®mico (y social) lo indica el hecho de que se gaste m¨¢s en los trabajadores m¨¢s formados, o situados en posiciones de mando.
Una cuesti¨®n fundamental para el desarrollo de las pol¨ªticas formativas, y para la seriedad con la que se lleven a cabo, es, desde luego, el lugar que ocupen dentro del conjunto de pol¨ªticas econ¨®micas y laborales de un pa¨ªs: si a la vez que se pone a la formaci¨®n como la clave para el desarrollo de nuestra econom¨ªa se facilitan, amparan o promueven las pol¨ªticas de fluidez organizativa empresarial, la subcontrataci¨®n en cascada, la degradaci¨®n de la posici¨®n que ocupan los trabajadores en el mercado de trabajo, se est¨¢ fabricando la cuadratura del c¨ªrculo. No se puede proponer un sistema formativo para una organizaci¨®n de la producci¨®n cualificante, y simult¨¢neamente, proponer sistemas productivos que degradan y descualifican los puestos de trabajo.
O dicho de otro modo, si precarizando el trabajo, degradando las posibilidades de negociaci¨®n de los trabajadores, se quiere elegir la v¨ªa de los bajos salarios, de la descualificaci¨®n, de los trabajadores baratos, la formaci¨®n, ya sea inicial o continua, tendr¨¢ cada vez menos arraigo en las empresas y entre los trabajadores. No podr¨¢ favorecer el desarrollo personal de los trabajadores, ni mejorar sus condiciones de trabajo, ni contribuir a una mejor seguridad en el empleo, ni favorecer la promoci¨®n interna en la empresa. Lo que son, precisamente, algunos de los objetivos que se le atribuyen a las inversiones en formaci¨®n.
Las pol¨ªticas de formaci¨®n y cualificaci¨®n profesional forman parte, o deben formar parte, de un conjunto de pol¨ªticas, trabadas entre s¨ª, y no contradictorias. Si se le devuelve a la formaci¨®n el papel protagonista que se le da en los discursos oficiales, su misma importancia devolver¨¢ el rigor, la finalidad, la esperanza y el control de empresarios y trabajadores en el uso de unos recursos que debieran utilizarse, y rendir cuenta de su uso, con el cuidado de quien sabe que a trav¨¦s suyo no s¨®lo se fabrican trabajadores, sino tambi¨¦n ciudadanos. Ciudadanos justos y ben¨¦ficos, como ped¨ªa una antigua Constituci¨®n espa?ola, inteligentes y honrados.
Juan Jos¨¦ Castillo es catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense.
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