Infancia desvalida
A?o tras a?o, las cifras de ni?os que mueren de hambre o faltos de la m¨¢s m¨ªnima asistencia sanitaria son escalofriantes. Con motivo del D¨ªa Internacional de los Derechos del Ni?o, estas cifras turban por un momento las conciencias, pero no por ello dejan de crecer. A la inmensa geograf¨ªa de la infancia desvalida, coincidente con la de la pobreza, especialmente visible en el ?frica subsahariana, el Sureste Asi¨¢tico y determinadas zonas de Am¨¦rica Latina, se suma este a?o Argentina (primer productor mundial de alimentos per c¨¢pita), cuyos ni?os comienzan a morir de hambre, v¨ªctimas de la profunda crisis en que ha sumido a este pa¨ªs la pol¨ªtica corrupta y la p¨¦sima gesti¨®n econ¨®mica de sus gobernantes.
Que en el mundo mueran de hambre o por falta de vacunaci¨®n 30.000 ni?os cada d¨ªa (12 millones al a?o), que 250 millones est¨¦n sometidos a explotaci¨®n laboral, que 120 millones est¨¦n sin escolarizar y que un mill¨®n nutra cada a?o el negocio de la prostituci¨®n no es fruto del azar o un designio de la naturaleza. Como otros flagelos que azotan con especial rigor determinadas zonas del mundo, es la secuela del profundo desequilibrio que rige el orden econ¨®mico global y el mal gobierno, as¨ª como de los abusos de todo tipo que se ciernen sobre la parte m¨¢s vulnerable de sociedades ya de por s¨ª fr¨¢giles y desarticuladas.
Los gobiernos y los responsables de los organismos internacionales de cooperaci¨®n y desarrollo no pueden escudarse en la complejidad del problema para eludir responsabilidades. Existen medidas al alcance de los pa¨ªses ricos que ayudar¨ªan a recortar dr¨¢sticamente las cifras de ni?os muertos cada a?o en el mundo por hambre o por falta de asistencia sanitaria. La insoportable suerte de tantos inocentes exige menos ret¨®rica y lamentaciones piadosas y m¨¢s compromisos fundamentales, apoyados en medidas concretas para llevarlos a cabo. Espa?a, como otros pa¨ªses, se resiste a entregar el 0,7% de su PIB y la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) sigue a la espera de que algunos pa¨ªses ricos aporten fondos a sus programas de vacunaci¨®n infantil en los pa¨ªses pobres.
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