Andreotti, el centro de todos los enigmas
La condena del pol¨ªtico m¨¢s poderoso en la reciente historia italiana ha despertado la memoria de los a?os oscuros del pa¨ªs
El 17 de noviembre de 2002 pasar¨¢ como una fecha hist¨®rica en Italia. Ese d¨ªa, el tribunal de Perugia conden¨® a 24 a?os de c¨¢rcel a Giulio Andreotti, el pol¨ªtico que mejor resume la historia de la Primera Rep¨²blica italiana (desde la posguerra al estallido del esc¨¢ndalo de corrupci¨®n llamado Tangent¨®poli en 1992), consider¨¢ndole instigador del asesinato del periodista Mino Pecorelli, ocurrido hace 23 a?os. Para entender el significado de esta sentencia basta un p¨¢rrafo del libro Cosecha Roja publicado hace siete a?os por otro periodista de izquierdas, Enrico Deaglio, en v¨ªsperas del juicio de Palermo en el que el veterano pol¨ªtico era acusado de colusi¨®n con la Mafia. "Andreotti ha representado el s¨ªmbolo de un mundo, de un m¨¦todo de gobierno, de un modo de pensar con el que se han identificado millones de ciudadanos italianos. Por otra parte, el anciano imputado se declara inocente y, hasta ahora, ninguna de las pruebas ha alcanzado la masa cr¨ªtica de la prueba decisiva. Las acusaciones contra ¨¦l son tales que han hecho necesario su procesamiento, pero no son suficientes como para condenar al imputado. El proceso es un proceso pol¨ªtico pero se basa en hechos pol¨ªticos probados. Es nuestro N¨²remberg, s¨®lo que no hay ni vencedores ni vencidos".
Las palabras de Deaglio son igualmente v¨¢lidas para el reciente proceso de Perugia. Y es que Andreotti, que a los 83 a?os de edad conserva intacta una mirada entre maliciosa y astuta, representa un pedazo fundamental de la historia de la Primera Rep¨²blica italiana. Un periodo turbulento en el que la Democracia Cristiana, el partido creado por Alcide de Gasperi con el apoyo del Vaticano, control¨® el poder con mano f¨¦rrea a trav¨¦s de ef¨ªmeros Gobiernos presididos en siete ocasiones por Andreotti, que en ese medio siglo de historia no abandon¨® jam¨¢s la sala de mandos de la pol¨ªtica italiana. Su condena equivale, por tanto, a una condena colectiva a la DC.
Son los setenta los a?os de guerras pol¨ªticas intestinas entre las diferentes corrientes democristianas y del "compromiso hist¨®rico" que lleva al poderoso Partido Comunista Italiano (PCI) a sostener primero y a colaborar directamente despu¨¦s, en 1978, con un Gobierno democristiano. Un tiempo de misterios en el que se suceden las muertes enigm¨¢ticas y los esc¨¢ndalos financieros, muchas veces en estrecha conexi¨®n. Por ejemplo, el de la bancarrota fraudulenta del Banco Ambrosiano que salpica al Vaticano, engullir¨¢ al banquero Roberto Calvi, encontrado ahorcado bajo un puente de Londres en 1982, y costar¨¢ la vida despu¨¦s al banquero mafioso Michele Sindona. Sindona, un personaje singular ligado a la Mafia, al Vaticano -del que ser¨ªa consultor financiero mucho tiempo- y a la Democracia Cristiana, est¨¢ en estrecha relaci¨®n tambi¨¦n con la logia mas¨®nica Propaganda-2, que ha llegado a los ganglios del poder pol¨ªtico y militar italiano y cuyo m¨¢ximo personaje, Licio Gelli, mil veces inculpado, es uno de los pocos testigos vivos de aquellas turbulentas aventuras.
Sobre la Democracia Cristiana, y en concreto sobre Andreotti, un personaje lo bastante importante como para disponer de su propia corriente, pesan las sospechas de una demasiado fluida relaci¨®n con la Mafia. En Sicilia, todos lo saben, no es posible triunfar en las urnas sin el apoyo de Cosa Nostra. Los andreottianos se apuntan un ¨¦xito tras otro en la isla, donde el astuto pol¨ªtico no desde?a el apoyo de un capo conocido, Vito Ciancimino -muerto la semana pasada en Roma, que llegar¨¢ a ser en 1970 alcalde de Palermo en las listas democristianas-, para afianzar su poder. Desde 1968, la corriente andreottiana cuenta con un pol¨ªtico clave, Salvo Lima, cuyas conexiones mafiosas son un secreto a voces.
El equilibrio de fuerzas saltar¨ªa por los aires en 1992. Ese a?o, clave en la historia italiana porque se destapa el esc¨¢ndalo de Tangent¨®poli que barre del poder a democristianos y socialistas, representa un punto de inflexi¨®n en la brillante carrera de Andreotti, que en esos momentos es primer ministro del pa¨ªs. Lima es asesinado en Sicilia, lo que puede considerarse un aviso de que la suerte del siete veces primer ministro ha cambiado. El 23 de mayo, en la carretera que une el aeropuerto de Punta Raisi con Palermo, salta por los aires el coche que traslada al juez Giovanni Falcone y a su esposa, y entonces un arrepentido de la Mafia, Tommaso Buscetta, que durante casi un decenio ha colaborado con el magistrado, se decide a revelar la identidad del pol¨ªtico de referencia de Cosa Nostra en las altas esferas del poder romano. "Es Andreotti", dir¨¢.
De Buscetta parten los problemas judiciales de Andreotti que truncan su carrera pol¨ªtica (su aspiraci¨®n de ocupar la presidencia de la Rep¨²blica se ver¨¢ frustrada para siempre). Porque a su testimonio se suman los de Balduccio di Maggio y Francesco Maninno Manoia, entre otros mafiosos arrepentidos, que aseguran haber sido testigos de las visitas del senador democristiano al padrino de Cosa Nostra, Tot¨® Riina. La fiscal¨ªa de Palermo se pone en marcha en 1993, mientras la de Perugia aborda otro fil¨®n de la declaraci¨®n de Buscetta, el que relaciona a Andreotti con la muerte del periodista Mino Pecorelli, asesinado en Roma, el 20 de marzo de 1979. Las absoluciones que recibi¨® el senador vitalicio en primera instancia en 1999 se han revelado transitorias, al menos en el juicio de Perugia.
Las connivencias de la Democracia Cristiana con Cosa Nostra no son, con todo, el ¨²nico episodio tormentoso del pasado del gran partido, atomizado ahora en media docena de grupos menores. El largo reinado DC engloba los turbulentos a?os de plomo, a?os del terrorismo de izquierda y de derecha, que entre 1969 y 1988 deja una estela de casi 500 muertos. En el coraz¨®n de este tr¨¢gico periodo estalla el caso Moro, un suceso todav¨ªa hoy misterioso y oscuro, un equivalente a la italiana del asesinato de John Fitzgerald Kennedy.
Aldo Moro es el presidente de la DC cuando un comando de las Brigadas Rojas lo secuestra en Roma, el 16 de marzo de 1978, despu¨¦s de matar a los cinco escoltas que le acompa?an. El cad¨¢ver de Moro ser¨¢ encontrado 55 d¨ªas despu¨¦s, dentro del maletero de un coche aparcado en una c¨¦ntrica calle de Roma entre las sedes de la DC y del PCI, con un tiro en la nuca. Pero durante su largo cautiverio -mientras los secuestradores intentan negociar su rescate a cambio de la libertad de 13 brigadistas detenidos y el Gobierno (presidido por Andreotti) se divide sobre qu¨¦ actitud tomar-, el l¨ªder democristiano es sometido a un minucioso interrogatorio recogido por escrito en un largo memorial. Documento que se ha convertido ahora en el elemento clave de la condena de Andreotti, como si los muertos del pasado clamaran venganza contra el pol¨ªtico que ocup¨® durante medio siglo la cima del poder.
El memorial Aldo Moro
Aldo Moro, que ve desesperado c¨®mo el Gobierno opta por la l¨ªnea dura de no pactar con sus secuestradores, cuenta a los brigadistas todos los secretos que conoce de la Democracia Cristiana y no ahorra acusaciones a sus colegas de partido ("Mi sangre caer¨¢ sobre todos vosotros", escribe). El memorial que recoge sus declaraciones es un insondable misterio. Del documento no se ha encontrado nunca el original, sino dos copias desiguales, lo que ha dado origen a numerosas teor¨ªas conspirativas. Una de ellas asegura que el general de carabineros Carlo Alberto dalla Chiesa, uno de los primeros en investigar el asesinato de Moro, encontr¨® el documento, enormemente comprometedor para la DC y para su hombre fuerte, Giulio Andreotti, y confi¨® su contenido al periodista Mino Pecorelli. Ser¨ªa ¨¦se el m¨®vil que indujo a Andreotti a solicitar a la Mafia un peque?o favor, la eliminaci¨®n de Pecorelli, seg¨²n los jueces que le han condenado ahora. Las hip¨®tesis son tan numerosas como indemostrables porque los principales protagonistas de la historia -con la excepci¨®n de Andreotti- est¨¢n muertos. Despu¨¦s de los asesinatos de Moro y de Pecorelli le lleg¨® el turno a Dalla Chiesa, asesinado en 1982 junto a su esposa en una calle de Palermo por la Mafia.
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