Postal de Mil¨¢n
Mil¨¢n, martes, 10 de diciembre, mediod¨ªa. Es la hora del aperitivo -en Mil¨¢n se almuerza a la una, una y media- y me encuentro en la esquina de la Piazza Duomo con la Galleria Vittorio Emanuele II. Me encuentro en la barra del Zucca y me estoy tomando un Negroni (Ginebra, Campari y Martini rosso, a partes iguales, con mucho hielo). El Zucca es uno de los luoghi de Mil¨¢n, uno de sus lieux de m¨¦moire, como dicen los franceses. Ha tenido varios nombres -Campari, Caffe Miani, Camparino y, desde hace poco, Zucca-, pero desde el 14 de noviembre de 1867 sigue ah¨ª, en la misma esquina, pr¨¢cticamente igualito -salvo el mosaico y otras lindezas de principios de siglo- a como lo abri¨® Gaspare Campari, un self made man de Novara que un buen d¨ªa lleg¨® a Mil¨¢n con 60 liras en el bolsillo.
El Zucca, para entendernos, viene a ser para Mil¨¢n lo que el Z¨²rich es para Barcelona. En el sentido de que ambos dominan dos plazas gemelas, muy distintas, pero gemelas: Piazza Duomo es la gran plaza de Mil¨¢n como la plaza de Catalunya lo es de Barcelona. Ambas plazas son el rovell de l'ou de ambas ciudades. Y si las miramos detenidamente, llegamos a la conclusi¨®n de que tampoco son tan distintas como a simple vista podr¨ªa parecer.
La Piazza Duomo es, desde el punto de vista urban¨ªstico, una plaza horrible. Tiene una fachada impresionante: la catedral, el Duomo, de Mil¨¢n y frente a ella un rey, un Saboya, a lomos de un imponente caballo; un Saboya clavado en medio de la plaza, no sabemos si rindiendo homenaje a la bas¨ªlica o prepar¨¢ndose para atacarla. Detr¨¢s del rey a caballo hay hoy instalada una peque?a pista de hielo -obsequio de la firma Nivea- en la que patinan los chavales. Rodeando la plaza, comercios y un mont¨®n de quioscos, como los de nuestra Rambla, con diarios, revistas, camisetas de los equipos de f¨²tbol, calendarios del Padre Pio y de se?oritas en pelotas.
Tambi¨¦n hay alg¨²n que otro Tancredo, puestos de casta?as -y de helados, a pesar de que estamos a dos grados de temperatura- y un ej¨¦rcito de improvisados vendedores de gorros, guantes y bufandas. Pero eso no es todo, frente al Zucca, al otro lado de la plaza, en el Palazzo dell'Arengario, han colocado un cartel de grandes proporciones en el que se muestra un tibur¨®n blanco, con la boca abierta, ense?ando toda su impresionante dentadura. Es el reclamo de una exposici¨®n sobre tiburones (nada que ver, pues, con el Gobierno de Berlusconi y las crisis de la Fiat).
Total, que el efecto es digno de una de las mejores pinturas de Alberto Savinio (gran enamorado de Mil¨¢n, autor de uno de los mejores libros que se han escrito sobre ella: Ascolto il tuo cuore, citt¨¤): el Duomo, con la fachada cegada (la est¨¢n limpiando), el Saboya a lomos del imponente caballo, el tibur¨®n de Spielberg, las ratas del cielo, las palomas volando raso a la caza de la comida que les echan los japoneses y, a cuatro pasos del Zucca, ese ¨¢rbol navide?o, un abeto de unos 20 metros, que unos operarios municipales est¨¢n colocando con la ayuda de una gr¨²a. Un abeto trist¨®n, todav¨ªa sin bolas, sin luces, seguramente el mismo abeto que el a?o pasado se alzaba en medio de la Galleria y que este a?o han dejado a la intemperie, para que lo vista la nieve o las palomas se caguen en ¨¦l, o se lo zampe el terrible tibur¨®n, o el hambriento caballo del Saboya (a no ser que teman que lo roben de la Galleria como hicieron ayer los napolitanos con un primo suyo que un par de d¨ªas antes hab¨ªan colocado en la Galleria partenopea, gemela de la milanesa).
La Piazza Duomo es una gran plaza provinciana, como la plaza de Catalunya. S¨®lo que la nuestra en vez de un Saboya a caballo tiene un monumento a Maci¨¤, Maci¨¤ subiendo las escaleras del metro, y en vez de una catedral tiene El Corte Ingl¨¦s y media docena de bancos. Pero las palomas son las mismas. Y los japoneses. Falta el tibur¨®n, eso s¨ª. Por suerte todav¨ªa tenemos el Z¨²rich.
Esta noche voy a la ¨®pera: Iphig¨¦nie en Aulide, de Gluck. Me dicen que es una maravilla. La funci¨®n tiene lugar en el Teatro degli Arcimboldi, lejos del centro (la Scala est¨¢ en obras). El estreno fue apote¨®sico. Gran ¨¦xito de Ricardo Muti. Antes de empezar se ley¨® un comunicado en solidaridad con los trabajadores de la Alfa Romeo (el buque insignia de la Fiat). El ministro de Econom¨ªa, Giulio Tramonti, se cabre¨® y amenaz¨® con retirar la subvenci¨®n a la Scala. Esta ma?ana, leo en los diarios, el presidente de la Rep¨²blica y el jefe del Gobierno han mandado sendas cartas a Muti felicit¨¢ndolo por el ¨¦xito. Al parecer, la subvenci¨®n estatal a la Scala no peligra. Mil¨¢n podr¨¢ haber perdido peso y su Piazza Duomo puede que sea una plaza provinciana -siempre lo fue-, pero la Scala todav¨ªa sigue siendo la Scala.
P. S. Mis amigos milaneses me llevaron ayer a cenar a un excelente restaurante: A Conte Ugolino (Piazza Cesare Beccaria, 6). Llam¨¢ndose Conte Ugolino resulta innecesario decirles cu¨¢l es su especialidad: la carne. La fiorentina tagliata alla moda del conte est¨¢ a la altura del mejor chulet¨®n donostiarra. Buen ambiente, buen servicio y muy buenos vinos (y buen precio).
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