Arrepentidos no los quiere el Se?or
Ni arrepentidos, ni reinsertados, ni viviendo felices en sus pueblos o barrios aceptando la legalidad actual. Al nacionalismo moderado no le ha gustado que los etarras se reinserten, mucho menos que se arrepientan, y mucho menos que se atrevan a entrar en la arena pol¨ªtica enfrent¨¢ndose a sus dogmas.
El nacionalismo moderado admira demasiado al activista etarra, cuando se reinserta le acaba llamando traidor. Finalmente, el reinsertado acaba abandonando el nacionalismo porque no permiten su presencia. De h¨¦roe a traidor, h¨¦roe cuando mataba o purgaba en la c¨¢rcel y traidor cuando acepta la legalidad y la vida normal. En ese momento le recordar¨¢n sus fechor¨ªas.
Si el nacionalismo en Euskadi no fuera rupturista, etnicista, de encubierta, o no tan encubierta, vocaci¨®n totalitaria, si no existiera el Plan Ibarretxe -y antes el Pacto de Lizarra-, si los ac¨®litos de la violencia no gozaran de tanta comprensi¨®n por el llamado nacionalismo democr¨¢tico, la reinserci¨®n de los presos, incluso la desaparici¨®n de ETA, hubiera sido posible convirtiendo en innecesario este proyecto de ley para el endurecimiento de las condenas.
Al nacionalismo moderado no le ha gustado que los etarras se reinserten, mucho menos que se arrepientan
Nadie puede pensar que el endurecimiento de las condenas vaya a anular el mandato constitucional de la reinserci¨®n
Pero nunca ha sido m¨¢s necesaria ETA, a pesar que no paran de detenerle comandos, y por eso apenas hay preso que se reinserte, desde que el PNV empez¨® a barajar la salida "soberanista", a pesar de su contradictorio, vac¨ªo y reciente llamamiento a que de-saparezca.
Las declaraciones del consejero de Interior anunciando la existencia de trescientos fugitivos de la Kale Borroka a la espera de su encuadre en ETA, adem¨¢s de alarmistas, vuelven a incidir en la idea, tan cara para el PNV, de que policialmente es imposible su liquidaci¨®n. Lo es, y es muy dif¨ªcil su liquidaci¨®n, cuando se viene con declaraciones de este tipo y se rechazan sistem¨¢ticamente todos los instrumentos legales para combatirla. Es muy dif¨ªcil, porque est¨¢ en plena marcha un plan rupturista y desestabilizador como el de Ibarretxe. Un cerco pol¨ªtico, ideol¨®gico y moral desde el nacionalismo moderado a ETA por el que, a poca coherencia pol¨ªtica y moral que tenga un simpatizante o militante de esta organizaci¨®n, le impide arrojar la toalla.
De no desear que los que sigan sufriendo en Euskadi sean los ciudadanos normales, se presentaba como necesario el endurecimiento de las condenas como colof¨®n de las medias que le han precedido.
El problema, salvo para los familiares de las v¨ªctimas, no era especialmente que los presos saliesen pronto de la c¨¢rcel. El problema reside en que el ambiente dominante, minoritario, pero hegem¨®nico en las calles y los bares, les permit¨ªa volver como h¨¦roes, justificados en sus delitos, con todas las condiciones para incitarles a volver a cometerlos, lo que crea una enorme sensaci¨®n de indefensi¨®n y desamparo entre muchos ciudadanos normales.
Desamparo y coerci¨®n que evapora las reglas b¨¢sicas de la convivencia pol¨ªtica que deben ser garantizadas por el Estado de derecho. Situaci¨®n que ha ido desapareciendo a medida que el Estado ha puesto sus poderes al servicio de la necesaria convivencia democr¨¢tica y que tan mal ha sentado a todo el nacionalismo vasco.
Dijeran lo que dijeran los nacionalistas sobre las terribles consecuencias de las recientes medidas represoras del delito, lo cierto es que han tenido resultados bals¨¢micos para toda la sociedad. Que mucha prepotencia nazi ha desaparecido y que muchos colectivos democr¨¢ticos bullen con descaro saliendo de las alcantarillas.
Por eso, el endurecimiento de las condenas era bastante previsible, facultable en el Pacto Antiterrorista en su punto cinco y garantizado el respeto a la reinserci¨®n en su punto seis. O las fuerzas democr¨¢ticas y el Estado actuaban o se pon¨ªa a ¨¦ste en entredicho.
Para el nacionalismo el Estado es intr¨ªnsecamente perverso y malo. Es la fobia absolutista al Estado liberal, con algunos perjuicios a?adidos contra ¨¦ste procedentes de la izquierda. Es tan as¨ª que el propio Plan Ibarretxe no quiere promover un Estado, sino un estatus basado en el di¨¢logo -para qu¨¦ quiere un Estado si la instituci¨®n referente es el partido-.
El nacionalismo no puede favorecer la reinserci¨®n de los presos porque ser¨ªa legitimar al Estado. Alientan, por el contrario, campa?as tan poco h¨¢biles como su acercamiento, dejan ayuntamientos o plazas para homenajes, y subvencionan ayudas a las c¨¢rceles para mantenerles la moral.
Nadie en su sano juicio democr¨¢tico puede pensar que el endurecimiento de las condenas vaya a anular el mandato constitucional de la reinserci¨®n.
El que nunca la ha deseado, sobre todo desde su rechazo frontal de la Constituci¨®n, ha sido el nacionalismo, que, por cierto, es esa Constituci¨®n rechazada la que lo ampara.
Pero, ?qui¨¦n se va reinsertar en el a?o decido por el lehendakari para realizar la consulta de la autodeterminaci¨®n?. Nadie va desertar en el ¨²ltimo cap¨ªtulo previo a la soberan¨ªa, sino todo lo contrario, est¨¢n obligados a echar el resto. Otra cosa es que puedan.
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