Castigo a los m¨¢s pobres de Am¨¦rica
Las condiciones sociales y sanitarias de Hait¨ª son cada vez m¨¢s desesperantes. En la zona rural, donde viven las dos terceras partes de sus ocho millones de habitantes, la falta de recursos y de personal m¨¦dico-sanitario, junto con una creciente carga de enfermedad, se han a?adido a una larga historia de dificultades agravadas por la comunidad internacional. Las causas del empeoramiento actual son m¨²ltiples, pero la conexi¨®n entre el sufrimiento innecesario y el embargo de la ayuda humanitaria de la Uni¨®n Europea, de Estados Unidos y de la Organizaci¨®n de Estados Americanos (OEA) es innegable.
Durante los ¨²ltimos dos a?os, en nuestro hospital de 80 camas, situado en el interior rural de Hait¨ª, hemos constatado un gran declive en la infraestructura sanitaria y en el estado de salud de las poblaciones que rodean el hospital. Con un personal haitiano de 10 m¨¦dicos, 12 enfermeras y unos 500 trabajadores de salud comunitaria, nuestra organizaci¨®n, Zanmi Lasante, [ONG norteamericana financiada con fondos privados] opera uno de los mayores hospitales de caridad de Hait¨ª, gracias, en gran parte, a las donaciones de distintas personas y fundaciones. Desde hace un a?o, nuestros servicios de medicina general ambulatoria han tenido una demanda asombrosa: de 35.000 pacientes al a?o que sol¨ªamos atender hemos pasado a recibir 200.000 en 2002.
La poblaci¨®n infantil sigue muriendo innecesariamente por diarrea e infecciones del aparato respiratorio, agravadas por la falta de agua potable
Francia y EE UU, los pa¨ªses que m¨¢s han contribuido hist¨®ricamente al empobrecimiento de Hait¨ª, parecen desinteresados en restituir el derecho a la vida
La OEA ha explicado que el Gobierno de Hait¨ª est¨¢ dando los pasos necesarios para fomentar la democracia, e insta a normalizar la cooperaci¨®n econ¨®mica
El embargo actual est¨¢ penalizando a un pueblo que eligi¨® a su presidente por las urnas. La situaci¨®n contraviene los pactos suscritos por la UE y EE UU
Pobreza absoluta
Mientras tanto, en los hospitales m¨¢s cercanos ha sucedido lo contrario. Aunque algunos contin¨²an abiertos, venden o recetan los medicamentos a precios exorbitantes para la poblaci¨®n rural, de la cual m¨¢s del 80% vive en la m¨¢s absoluta pobreza. Los traumatismos por accidentes de tr¨¢fico han aumentado, en parte por falta de recursos para mantener la red de carreteras. Pero son las enfermedades infecciosas las causantes del mayor n¨²mero de muertes y del recorte de la esperanza de vida, y la falta de recursos para prevenirlas y tratarlas ha agravado la crisis. La malaria y la anemia que produce siguen matando de forma innecesaria. La polio, que se cre¨ªa erradicada de Am¨¦rica, ha vuelto a surgir en la isla por deterioros en el suministro de vacunas. La poblaci¨®n infantil sigue muriendo innecesariamente por diarrea e infecciones del aparato respiratorio, agravadas por la falta de agua potable. Hemos registrado brotes de carbunco, meningitis y tuberculosis multidrogo-resistente. El VIH/sida, con la prevalencia m¨¢s alta fuera del ?frica subsahariana, sigue progresando y arrasando Hait¨ª, y ha reducido la esperanza de vida en cinco a?os, tanto en mujeres como en varones, y ronda ahora los 50 a?os. El nivel al que se transmiten estos pat¨®genos estar¨¢ en parte determinado por la capacidad del sistema de salud p¨²blica para hacerles frente.
?Cu¨¢l el es v¨ªnculo entre el deterioro de la salud del pueblo haitiano y las acciones de la comunidad internacional? La retenci¨®n de m¨¢s de 800 millones de d¨®lares en ayudas y pr¨¦stamos para mejorar la salud, la educaci¨®n, la calidad del agua, y otros proyectos humanitarios y de desarrollo, son parte de la respuesta.
En diciembre de 1990, el pueblo haitiano eligi¨® por primera vez a un presidente por la v¨ªa democr¨¢tica. Pero un golpe de Estado violento, nueve meses despu¨¦s, destituy¨® a Jean-Bertrand Aristide. Con el fin de tratar de restaurar su presidencia, las Naciones Unidas impusieron un embargo comercial, hasta que en 1994 Aristide regres¨® a su cargo y a un pa¨ªs devastado que hab¨ªa perdido un 25% de su actividad econ¨®mica. Varios organismos internacionales y agencias bilaterales prometieron una ayuda de 800 millones de d¨®lares para el desarrollo del pa¨ªs, de los cuales la Uni¨®n Europea se comprometi¨® a desembolsar m¨¢s de 300 millones de euros. Este gran flujo de ayuda hubiera contribuido a resucitar al pa¨ªs m¨¢s pobre de toda Am¨¦rica si el caudal no se hubiera quedado retenido antes de llegar a su destino.
El embargo de asistencia humanitaria y ayuda al desarrollo contin¨²a siendo una gran carga para Hait¨ª. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), que depende de la OEA, aprob¨® una serie de pr¨¦stamos, ratificados por el Parlamento de Hait¨ª, de un total de 146 millones de d¨®lares para mejorar los sistemas de salud, de educaci¨®n, de agua potable y de carreteras. El BID presupuest¨® m¨¢s de 300 millones de d¨®lares adicionales, que est¨¢n pendientes de atribuci¨®n. Pero Estados Unidos bloque¨® la ayuda en respuesta a supuestas irregularidades en las urnas durante las elecciones legislativas y municipales de Hait¨ª en mayo de 2000, durante el Gobierno democr¨¢tico de Pr¨¦val, y en las que se mostr¨® una elevad¨ªsima participaci¨®n electoral. Las acusaciones, apoyadas por la Uni¨®n Europea, se refer¨ªan a la elecci¨®n de ocho senadores, que tomaron el cargo por mayor¨ªa absoluta, pero sin pasar a la segunda vuelta.
Veto de EE UU
Tras las elecciones presidenciales de noviembre de 2000, que dieron la gran mayor¨ªa a Aristide por segunda vez, y cuando los pr¨¦stamos ten¨ªan que haberse desbloqueado, el Gobierno de Estados Unidos utiliz¨® su poder de veto en el BID para continuar el embargo de la ayuda, aduciendo que Hait¨ª todav¨ªa no hab¨ªa demostrado su compromiso con la democracia. Para entonces, uno de los ocho senadores hab¨ªa sido reelegido. Europa se uni¨® a las protestas estadounidenses y el 29 de enero de 2001, unos d¨ªas antes de la toma de posesi¨®n de Aristide, el Consejo de la Uni¨®n Europea decidi¨® concluir la ayuda al Gobierno de Hait¨ª. En vista de estas presiones, los otros siete senadores renunciaron a su cargo en julio de 2001. Pero esto no bast¨® a la Uni¨®n Europea, que en enero de 2002, bajo la presidencia espa?ola, decidi¨® renovar la suspensi¨®n de la ayuda, que consist¨ªa en una suma anual de 30 millones para el sector de la salud y la educaci¨®n, adem¨¢s de 300 millones que se hab¨ªan presupuestado para infraestructura y educaci¨®n. Con esa cantidad se hubiera podido mejorar la red de hospitales y centros de salud y evitar una parte de las muertes que han ocurrido desde entonces. No cabe duda de que la retenci¨®n de esa ayuda est¨¢ contribuyendo a la agravaci¨®n de la agon¨ªa del pueblo haitiano. Incluso el Consejo Permanente de la OEA, en una resoluci¨®n del 4 de septiembre de 2002, explica que el Gobierno de Hait¨ª est¨¢ tomando los pasos necesarios para fomentar la democracia, e insta a las instituciones financieras internacionales (BID, Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial) a normalizar la cooperaci¨®n econ¨®mica. Pero la ayuda todav¨ªa no se ha desembolsado por desacuerdos en el pago de atrasos.
El inter¨¦s creciente de la comunidad internacional por velar por la democracia en Hait¨ª es laudable, sobre todo si tenemos en cuenta las tomas de posici¨®n durante las d¨¦cadas anteriores. En 1957, Fran?ois Duvalier, Papa Doc, se hizo con el poder e instaur¨® una dictadura sangrienta que perpetu¨® su hijo Jean Claude, quien enmend¨® la Constituci¨®n para autodenominarse presidente vitalicio con el benepl¨¢cito de Estados Unidos, hasta su huida, en 1986, a bordo de un avi¨®n estadounidense. Durante los 30 a?os de dictadura, la ayuda internacional hab¨ªa fluido de forma constante, as¨ª como durante las juntas militares que gobernaron el pa¨ªs hasta 1990. En esa ¨¦poca de guerra fr¨ªa, la salvaguardia de los derechos pol¨ªticos y civiles de la ciudadan¨ªa latinoamericana no s¨®lo no era una prioridad, sino que era una amenaza para la defensa del capitalismo abanderada por Estados Unidos.
Hait¨ª quiere y necesita ayuda para reforzar sus instituciones p¨²blicas. ?Por qu¨¦ la presi¨®n para mejorar un tipo de instituciones tiene que perjudicar la construcci¨®n de otras? ?Por qu¨¦ la promoci¨®n de los derechos pol¨ªticos y civiles tiene que realizarse a expensas de los derechos econ¨®micos y sociales, sobre todo cuando consideramos que son indisolubles de los anteriores, seg¨²n la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos y de m¨²ltiples pactos y convenios ratificados por la Uni¨®n Europea y sus Estados miembros? S¨®lo el Grupo de Estados de ?frica, Caribe y Pac¨ªfico y la Comunidad del Caribe han solicitado formalmente la reposici¨®n de la tan necesitada ayuda para Hait¨ª. Por el contrario, Espa?a, Francia y Estados Unidos, los pa¨ªses que m¨¢s han contribuido hist¨®ricamente al empobrecimiento de Hait¨ª, parecen desinteresados en contribuir a la restituci¨®n del derecho a la vida y de otros derechos fundamentales.
Una historia tr¨¢gica
La sequ¨ªa de derechos sociales y econ¨®micos ha marcado por siglos la historia de Hait¨ª, mucho antes de que estos derechos se conceptualizaran en tratados internacionales. En diciembre de 1492, Crist¨®bal Col¨®n escogi¨® una bah¨ªa caribe?a de la parte norte?a de una isla, La Espa?ola, a quienes sus habitantes llamaban Ayiti. Estos ind¨ªgenas arawak no sobrevivieron mucho tiempo a una mezcla mortal de enfermedades infecciosas importadas, esclavitud y puro exterminio. A finales del siglo XV se estimaban en ocho millones, pero en 1510 s¨®lo quedaban 50.000 en toda la isla. Menos de 30 a?os despu¨¦s, la poblaci¨®n ind¨ªgena se contaba por centenares, y el cronista franc¨¦s Moreau de Saint-M¨¦ry apuntar¨ªa despu¨¦s que "no quedaba ni un solo indio cuando los franceses vinieron a arrebatar la isla a los espa?oles" a finales del siglo XVII. Para paliar la desaparici¨®n de la poblaci¨®n local y poder abastecer con mano de obra barata los trapiches e ingenios de az¨²car y otras tareas agr¨ªcolas, la corona espa?ola hab¨ªa iniciado en 1501 el tr¨¢fico transatl¨¢ntico de esclavos africanos.
El noroeste de la isla se fue convirtiendo en un lugar marginado frecuentado por piratas, muchos de ellos franceses, y a partir de ah¨ª se fueron extendiendo y estableci¨¦ndose hasta el sur. En 1697, por el Tratado de Ryswick, Espa?a cedi¨® a Francia el tercio occidental de La Espa?ola, a quienes los franceses llamaron Saint-Domingue. El siglo XVIII fue una m¨¢quina infernal de la esclavitud azucarera para esta parte de la isla, que lleg¨® a retener a casi la mitad de los esclavos de todo el Caribe. A finales de ese siglo, el mismo cronista franc¨¦s escribi¨®: "De todas las posesiones francesas del Nuevo Mundo, la parte francesa de la isla de Santo Domingo es la m¨¢s significativa en t¨¦rminos de la riqueza que procura para su metr¨®poli y en t¨¦rminos de su influencia en la agricultura y el comercio". La confusi¨®n que cre¨® la distante Revoluci¨®n Francesa, de 1789, foment¨® una mayor desigualdad entre los 60.000 blancos y mulatos hacia el casi medio mill¨®n de esclavos, y fue la chispa que hizo estallar dos a?os m¨¢s tarde la Revoluci¨®n Haitiana, y, m¨¢s tarde, la independencia del Gobierno franc¨¦s, en manos de Napole¨®n.
El 1 de enero de 1804 se constituy¨® la Rep¨²blica de Hait¨ª, primera naci¨®n independiente de toda Am¨¦rica Latina. Pero los haitianos nunca superaron las heridas del colonialismo, del racismo y de la desigualdad. El nacimiento de Hait¨ª fue una pesadilla para todos los pa¨ªses de alrededor, donde subsist¨ªa la esclavitud. La joven rep¨²blica incluso ayud¨® a Sim¨®n Bol¨ªvar en su lucha por la independencia de las colonias espa?olas, a condici¨®n de que liberara al mismo tiempo a los esclavos, lo cual no sucedi¨® a pesar de la proclamaci¨®n de emancipaci¨®n que el Libertador anunci¨® desde Hait¨ª. En los a?os posteriores a la independencia haitiana, Estados Unidos y las potencias aliadas de Europa ayudaron a Francia a orquestar una cuarentena diplom¨¢tica de la Rep¨²blica Negra, como la denominaron los dirigentes de la isla. Incluso Estados Unidos, tras presionar a los nuevos pa¨ªses independientes de Latinoam¨¦rica, consigui¨® boicotear la participaci¨®n de Hait¨ª en el Congreso de Panam¨¢, en el a?o 1826, convocado por Bol¨ªvar, y que asent¨® las ra¨ªces para la creaci¨®n de la Organizaci¨®n de Estados Americanos. Fue sin duda un precedente hist¨®rico de la situaci¨®n actual de negligencia t¨¢ctica hacia Hait¨ª y de la intromisi¨®n de Estados Unidos en asuntos latinoamericanos.
La necesidad de ver reconocida su independencia hab¨ªa llevado en 1825 al Gobierno haitiano a aceptar pagar a la reestablecida corona francesa 150 millones de francos y reducir a la mitad las tarifas aduaneras para el comercio franc¨¦s como indemnizaci¨®n por las p¨¦rdidas ocasionadas a los colonos. Estas condiciones desembocaron en d¨¦cadas de dominio franc¨¦s sobre las finanzas haitianas y en el preludio de la dependencia econ¨®mica de Estados Unidos, que se convirti¨® en el mayor socio comercial incluso antes de reconocer a la Rep¨²blica de Hait¨ª en 1862. En las d¨¦cadas que siguieron, los Gobiernos brit¨¢nicos, alemanes y estadounidenses intervinieron directamente en la pol¨ªtica haitiana para proteger intereses comerciales. En 1915, los Marines de Estados Unidos invadieron Hait¨ª, donde se quedaron hasta 1934. Durante esta ocupaci¨®n, las condiciones generales del pa¨ªs mejoraron, pero otras se complicaron: la Administraci¨®n estadounidense introdujo pol¨ªticas segregacionistas, se desinteres¨® por el desarrollo de instituciones democr¨¢ticas, retraz¨® la frontera con la Rep¨²blica Dominicana (lo cual ocasion¨® masacres ideadas por el general Trujillo) y teji¨® una todav¨ªa mayor dependencia financiera agravada por otra deuda, esta vez de 40 millones de d¨®lares, que el Gobierno haitiano empez¨® a arrastrar en 1922. Fue el declive que cre¨® esa situaci¨®n durante los siguientes a?os el trampol¨ªn que utiliz¨® Duvalier para hacerse con el poder.
Esperanza de vida
?Puede atribuirse el recorte de la esperanza de vida al embargo despu¨¦s de tantos siglos de tragedias? Es dif¨ªcil encontrar una respuesta exacta, con causas epidemiol¨®gicas precisas, pero es evidente que la restauraci¨®n de la ayuda humanitaria podr¨ªa tener un impacto inmediato y saludable si se canalizara a trav¨¦s de instituciones con alcance nacional. En los 20 a?os que Zanmi Lasante lleva trabajando en Hait¨ª, hemos observado la llegada constante y generosa de ayuda extranjera al Gobierno durante el duvalierismo y las juntas que le siguieron. El embargo actual, sin embargo, est¨¢ penalizando a un pueblo que eligi¨® a su presidente por las urnas. La situaci¨®n contraviene tanto el Pacto Internacional de Derechos Econ¨®micos, Sociales y Culturales como el Acuerdo de Cotonou, ambos suscritos por la Uni¨®n Europea y por sus Estados miembros. Las pol¨ªticas que se articulan son injustas y muy da?inas para la poblaci¨®n haitiana, sobre todo para quienes viven en la m¨¢s absoluta miseria. Esperamos que la Uni¨®n Europea reconsidere su posici¨®n actual y renueve la ayuda humanitaria a Hait¨ª.
Paul Farmer es director m¨¦dico de Zanmi Lasante-Partners in Health y catedr¨¢tico de Antropolog¨ªa M¨¦dica en la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard. Arachu Castro forma parte del equipo de investigaci¨®n de Zanmi Lasante-Partners in Health y es profesora de Antropolog¨ªa M¨¦dica en la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard.
El olvidado del continente
HAIT? ES EL PA?S M?S POBRE de todo el continente americano. Con el 80% de la poblaci¨®n en la m¨¢s absoluta miseria, la mayor¨ªa de la poblaci¨®n activa (un 75%) depende de la agricultura para subsistir. El bloqueo de la ayuda internacional mantiene la econom¨ªa en una permanente recesi¨®n (-1,2% en el 2001) y con pocas perspectivas de que la situaci¨®n cambie. La esperanza media de vida es una de las m¨¢s bajas del continente; 49,55 a?os (51,29 a?os para las mujeres y 47,88 a?os para los hombres). El 45% de la poblaci¨®n con m¨¢s de 15 a?os no sabe leer ni escribir.
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