Alemania es un barco encallado
El gigante europeo se enfrenta a un a?o decisivo para evitar que se perpet¨²e su postraci¨®n econ¨®mica actual
Reformar o perecer: la disyuntiva no podr¨ªa ser m¨¢s dr¨¢stica para el canciller alem¨¢n, Gerhard Schr?der, quien en 2003 tiene que maniobrar a contrarreloj para impedir que el estancamiento se perpet¨²e en la mayor econom¨ªa de la zona euro. Lo que est¨¢ en juego es la salud econ¨®mica de Alemania, desde luego, pero tambi¨¦n el futuro pol¨ªtico del canciller, coinciden en se?alar los analistas.
En sinton¨ªa con otras estimaciones, el DIW prev¨¦ que la econom¨ªa alemana apenas crecer¨¢ un 0,6% este a?o y no m¨¢s del 1% en 2004
El mensaje de A?o Nuevo hab¨ªa sido grabado con anterioridad. Gerhard Schr?der, el canciller alem¨¢n, se hab¨ªa marchado a China, a asistir all¨ª a la inauguraci¨®n del primer trayecto comercial del Transrapid, un tren de levitaci¨®n magn¨¦tica que alcanza velocidades pico de 500 kil¨®metros por hora y cuya tecnolog¨ªa los alemanes poseen desde hace d¨¦cadas sin que se hayan animado a construirlo. "S¨®lo podremos mantener nuestro bienestar, nuestra seguridad social, nuestros buenos colegios, calles y hospitales, envidiados por tantos pueblos, si nos concentramos en nuestras propias fuerzas y juntos reunimos el valor para acometer cambios fundamentales", dej¨® dicho a los suyos el socialdem¨®crata.
El a¨²n bastante gen¨¦rico llamamiento televisivo fue acompa?ado esos mismos d¨ªas de la oportuna filtraci¨®n a la prensa de un documento estrat¨¦gico elaborado por un grupo de altos funcionarios de la canciller¨ªa, en el que se leen frases como: "Nuestros problemas son la demanda interna y las inversiones, que en el pasado con frecuencia evolucionaron peor de lo esperado". "Hay que dejar en claro, sin lugar a equ¨ªvocos, que incluso en el caso de nuevos choques externos no habr¨¢ aumentos de impuestos". "Sobre todo las contribuciones a la Seguridad Social tienen consecuencias claramente negativas para el empleo en el sector servicios". Y, a prop¨®sito del sistema de pensiones y la necesidad de recortar las jubilaciones: "No se podr¨¢ esquivar la discusi¨®n de una ulterior participaci¨®n de los pensionados en la reducci¨®n del gasto p¨²blico".
Predicar y dar trigo
Una perla tras otra, en suma: todas estas tesis son exactamente lo contrario de lo hecho por el Gobierno en los ¨²ltimos dos a?os y, sobre todo, en los ¨²ltimos meses. Tras ganar, en contra de casi todos los pron¨®sticos, las elecciones en septiembre, la coalici¨®n de socialdem¨®cratas y verdes se apresur¨® a tapar de la peor manera posible un agujero fiscal de cuyo tama?o no quiso hablar durante la campa?a: entre 76.000 y 82.000 millones de euros en 2002, un 3,75% del producto interior bruto (PIB), bastante m¨¢s de lo previsto en el Pacto de Estabilidad.
Las medidas puestas en marcha -algunas de ellas a¨²n pendientes de ser aprobadas por la C¨¢mara alta del Parlamento, controlada por la oposici¨®n conservadora- incluyen el aumento de una amplia gama de impuestos, eliminaci¨®n o reducci¨®n de subsidios, entre ellos uno a la construcci¨®n de vivienda, y fuertes incrementos en las cotizaciones al sistema de pensiones y al seguro m¨¦dico. El frenes¨ª culmin¨® en una nada ortodoxa sentencia del jefe del grupo parlamentario socialdem¨®crata, Franz M¨¹ntefering. "Hay que dar menos al consumo privado y m¨¢s al Estado", alcanz¨® a decir, antes de ser acallado por una avalancha de oprobios.
Las consecuencias de este "necesario, aunque siempre preliminar paquete de estabilizaci¨®n, al que seguir¨¢n reformas m¨¢s profundas", como r¨¢pidamente comenzaron a excusarse portavoces gubernamentales, se est¨¢n comenzando a ver. Las m¨¢s recientes estad¨ªsticas indican que ya en noviembre, cuando los aumentos de impuestos apenas se estaban discutiendo, las ventas del comercio minorista se desplomaron con una rapidez desconocida en muchos a?os: un 6%. Ello, en un ejercicio, 2002, que las patronales del sector ya antes hab¨ªan definido como el "peor desde la Segunda Guerra Mundial". Atemorizados por la inminente merma en sus ingresos y el riesgo de quedar en paro (que en diciembre afect¨® a 4.225.000 personas, un nivel desconocido desde 1997) los alemanes, sencillamente, est¨¢n gastando cada vez menos. Con ello, tambi¨¦n decrecen los incentivos para nuevas inversiones empresariales.
Unos y otros, adem¨¢s, se enfrentan al problema de que el precio del dinero fijado por el Banco Central Europeo para el conjunto de la zona euro es superior a lo que conviene: descontada la baj¨ªsima inflaci¨®n (1,1% en diciembre), los tipos son m¨¢s altos en Alemania que entre los otros participantes de la uni¨®n monetaria. En vista de que tampoco cabe esperar mayores impulsos de la econom¨ªa mundial -que en otras coyunturas hab¨ªa permitido que la potente exportaci¨®n alemana jalonara la coyuntura- y que un sector crucial, la construcci¨®n, sigue hundido en la crisis m¨¢s absoluta, Alemania corre riesgo de "empantanarse definitivamente", en palabras de Klaus Zimmermann, director del instituto de investigaci¨®n DIW de Berl¨ªn. Al igual que otros expertos, cree que el pa¨ªs incluso podr¨ªa estar al borde de una mort¨ªfera espiral deflacionista, aquella retroalimentaci¨®n entre ca¨ªda de precios y desplome de la actividad econ¨®mica que lleva a?os causando estragos en Jap¨®n.
En sinton¨ªa con otras estimaciones, el DIW prev¨¦ que la econom¨ªa apenas crecer¨¢ un 0,6%, este a?o, y no m¨¢s del 1%, en 2004. Esto hay que verlo en perspectiva: ya en 2001, el PIB apenas aument¨® un 0,6%, y en 2002, tan s¨®lo lo hizo en un 0,3%, seg¨²n estimaciones preliminares. La mayor econom¨ªa de la zona euro, en suma, est¨¢ completamente estancada.
Entre la espada y la pared
Todo ello ha puesto entre la espalda y la pared a Schr?der, y explica los cada vez m¨¢s claros anuncios de un giro radical. Antes de su viaje a China, el canciller ya hab¨ªa dejado atada en el Parlamento la prometida reforma del r¨¦gimen del paro, que reorganiza a fondo la Oficina Federal de Empleo (equivalente al Inem), aumenta la presi¨®n para que los parados acepten todo tipo de trabajos, y busca incentivar los empleos de baja retribuci¨®n. Adem¨¢s, el Gobierno anunci¨® un reforma del impuesto sobre rentas de capital que incluye una amnist¨ªa para incentivar la repatriaci¨®n del dinero negro depositado fuera de Alemania.
A la vuelta de China, Schr?der se encerr¨® con los l¨ªderes socialdem¨®cratas para alumbrar una nueva iniciativa: un programa de incentivos fiscales para aut¨®nomos y pymes. Muchas veces dispares entre s¨ª, todas estas medidas dif¨ªcilmente podr¨¢n reactivar a corto plazo la econom¨ªa. Por ello, Schr?der parece estarse convenciendo de que son inevitables recortes m¨¢s dr¨¢sticos al Estado de bienestar, para las cuales incluso podr¨ªa contar con el benepl¨¢cito de la oposici¨®n. Lo que est¨¢ en juego es la salud econ¨®mica de Alemania, desde luego, pero tambi¨¦n el futuro pol¨ªtico del canciller.
Bruselas, con la sart¨¦n por el mango
En los ¨²ltimos d¨ªas, la Comisi¨®n Europea ha instado a Alemania a adoptar hasta el pr¨®ximo 21 de mayo los ajustes necesarios para asegurar que el d¨¦ficit p¨²blico no vuelva a superar el 3%. En su ¨²ltima comunicaci¨®n a Bruselas, Berl¨ªn se hab¨ªa comprometido a alcanzar un 2,75%, basado en un crecimiento del 1,5% en 2003.
Hasta en las diplom¨¢ticas palabras del comisario de Asuntos Econ¨®micos, Pedro Solbes, esta estimaci¨®n es muy "optimista". Lo m¨¢s probable es un crecimiento m¨¢ximo en torno al 1%, como acaba de admitir por primera vez el ministro de Econom¨ªa alem¨¢n, Wolfgang Clement. Bajo estas condiciones, resulta "imposible" que Alemania pueda cumplir con su promesa, seg¨²n diversos expertos. En otras palabras: Berl¨ªn est¨¢ camino de violar por segundo a?o el Pacto de Estabilidad, lo que abre la posibilidad de que la Comisi¨®n Europea alg¨²n d¨ªa tenga que sancionar con hasta 10.000 millones de euros a la mayor econom¨ªa de la zona euro.
Para cumplir con el 3%, Alemania, claro est¨¢, podr¨ªa tambi¨¦n decretar una nueva ronda de aumentos de impuestos y recortar a toda prisa y sin misericordia su gasto p¨²blico. Ello, sin embargo, equivaldr¨ªa a asfixiar definitivamente aquella econom¨ªa, que representa cerca de un tercio del PIB comunitario, lo que tampoco puede estar en el inter¨¦s ni de Bruselas ni en el de sus socios.
"Si la tasa de crecimiento es muy d¨¦bil, no exigiremos medidas de austeridad adicionales", advirti¨® Solbes hace unos d¨ªas. Sus palabras fueron interpretadas como la b¨²squeda de un camino intermedio: tolerar una segunda infracci¨®n consecutiva del Pacto de Estabilidad a cambio de que Berl¨ªn ponga en marcha definitivamente las tantas veces exigidas reformas para dinamizar su econom¨ªa, como la reestructuraci¨®n a fondo de su sistema de Seguridad Social o una liberalizaci¨®n radical de su mercado de trabajo. En este sentido, Bruselas, hoy por hoy, tiene la sart¨¦n por el mango.
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