Maestro de la concisi¨®n
Empiezo t¨ªmidamente como homenaje al gran t¨ªmido que ¨¦l fue. Seg¨²n nos cont¨® en su ¨²ltima visita a Barcelona, cen¨® una vez con Italo Calvino, que era tan t¨ªmido como ¨¦l. Tan t¨ªmidos eran los dos que no hablaron nada en toda la noche, lo hicieron por ellos sus respectivas esposas. Y todo porque Calvino, antes de sentarse a cenar, recordando que Monterroso era guatemalteco, le estrech¨® la mano y le dijo: "Yo he estado en Guatemala". Y ¨¦l pens¨® entonces en contestarle: "Yo he estado en Italia". Pero esta frase le parec¨ªa tan tonta -?Yo he estado en Italia!- y su timidez era tanta que, aunque estuvo todo el rato a punto de decir la tonter¨ªa, no la dijo y al final no pronunci¨® palabra en toda la noche.
Pensaba Monterroso que cuando se aprende a escribir sin titubeos ya no se tiene nada que decir, nada que valga la pena. Aparte de pas¨¢rnoslo muy bien ley¨¦ndole, a algunos escritores acercarnos a Monterroso nos ha servido, como dice su amigo Bryce Echenique, para fijarnos mucho en lo que vamos a hacer al sentarnos ante una p¨¢gina en blanco, nos ha servido para lo que vulgarmente se dice andar con mucho cuidado, y es que adem¨¢s su humor siempre desarma. Garc¨ªa M¨¢rquez dijo que sus libros hay que leerlos manos arriba: su peligrosidad se funda en la sabidur¨ªa solapada y la belleza mort¨ªfera de la falta de seriedad. Pensaba Monterroso que el humor es important¨ªsimo para sobrevivir a cualquier situaci¨®n, que una persona que no tenga un minuto de humor enloquece, se suicida. De ah¨ª la importancia para ¨¦l de trasladar el humor a la literatura, aunque ya advert¨ªa que no se trataba de re¨ªrnos precisamente como idiotas, sino de comprender que la vida est¨¢ hecha de lo bueno y lo malo, lo sublime y lo rid¨ªculo, y que todo lo rodea el humor.
Monterroso pensaba esto, pero no debe servir de coartada para proseguir estas palabras f¨²nebres con m¨¢s notas de humor. La muerte de una persona querida como ¨¦l se siente con dolor y como un insulto personal a todos sus lectores, como una afrenta que se agrava cuando vemos que no sabemos a qui¨¦n culpar. Quedan s¨®lo las palabras del d¨ªa triste, palabras dedicadas a quien con Barbara Jacobs, su mujer, publicara una antolog¨ªa genial del cuento triste. Palabras que quieren expresar que es el maestro de la concisi¨®n y que siendo el rey de la brevedad deja una obra grand¨ªsima, de la que Movimiento perpetuo y Lo dem¨¢s es silencio son quiz¨¢ el centro de su obra. Deja una obra important¨ªsima y se observa hoy m¨¢s que nunca la incre¨ªble injusticia de que se le privara del Premio Cervantes, aunque ya es sabido que en nuestro pa¨ªs la justicia existe, pero la reparte un bromista. Poca gracia tiene esto. Quedan hoy s¨®lo las palabras del d¨ªa triste, dedicadas a quien pensaba que la tristeza es como la alegr¨ªa: si te detienes a examinar sus causas acabas con ella. ?Y qui¨¦n quiere acabar con la tristeza? O mejor dicho, ?qui¨¦n puede acabar con ella? La vida es triste.
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