El honor de la raz¨®n
1. ?Por qu¨¦ Bush quiere hacer la guerra a Irak? El pretexto es de todos conocido: castigar el incumplimiento por parte de Irak de la obligaci¨®n de desarmarse aceptada por Sadam Husein despu¨¦s de su derrota en la guerra del Golfo. Sobre este argumento -y sobre la interpretaci¨®n de las resoluciones del Consejo de Seguridad- gira la batalla diplom¨¢tica. Pero debajo del pretexto est¨¢n las motivaciones reales. ?Qu¨¦ encontramos?
En el ¨¢mbito de lo psicopol¨ªtico, los ecos del 11-S. Bush est¨¢ encadenado por su decisi¨®n de presentar la lucha antiterrorista como una guerra y por el mediocre balance de la campa?a de Afganist¨¢n. La guerra genera ansiedad y exige victorias. La lucha antiterrorista pide paciencia, informaci¨®n y mucho trabajo secreto de poco lucimiento medi¨¢tico. Bush quiso dar una reparaci¨®n r¨¢pida a los norteamericanos y aprovechar la guerra contra el terrorismo para sus proyectos geopol¨ªticos. La principal amenaza a la seguridad de EE UU es la violencia terrorista. Pero el terrorista se esconde, nada inquieta m¨¢s que un enemigo escurridizo cuyo rostro es invisible. Atacar a un Estado convencional es un modo de dominar la angustia que la imprecisa ubicuidad de la red Al Qaeda provoca. Los norteamericanos est¨¢n preparados para tratar con un Estado enemigo debidamente identificado como fuente del Mal -a lo largo de su historia han aprendido a vivir cohesionados contra alguien-, pero es insoportable para ellos tener un enemigo inaprensible, que puede ser perfectamente el vecino de al lado.
Sin embargo, antes de que el 11-S trajera la inseguridad y el p¨¢nico, exist¨ªa ya una renovada estrategia geopol¨ªtica. "Americanizar el mundo sin mundializar Am¨¦rica" ser¨ªa el lema, como corresponde a un l¨ªder tejano poco viajado, que ve el resto del planeta como confusa tierra de infieles a redimir. Como ha explicado Zaki Laidi, el soporte de esta estrategia es un proyecto globalizador basado en la fusi¨®n entre poder econ¨®mico y poder pol¨ªtico, entre mercado y fuerza. El capital se convierte en factor normativo, las diferencias entre p¨²blico y privado, entre fuerza y persuasi¨®n se diluyen. Estados Unidos sigue fiel a una peculiar idea de imperio, que tiene las riendas del mundo sin instalarse nunca fuera de su territorio. Lanza sus tent¨¢culos. Liquida un r¨¦gimen. Y se va. La tarea de construcci¨®n de una naci¨®n corresponde a otros. Estados Unidos no quiere contaminarse, reh¨²ye el contacto continuado. Y por eso deja las guerras sin acabar, en Somalia como en Irak, en Kosovo como en Afganist¨¢n. La guerra de Irak es la exhibici¨®n de poder que debe reordenar un espacio geopol¨ªtico de vital importancia por el petr¨®leo y dejar claro qui¨¦n manda. La cuesti¨®n del petr¨®leo existe, por supuesto, en el trasfondo de la guerra y en las proximidades de las personas que gobiernan los Estados Unidos. Pero no es la ¨²nica motivaci¨®n, ni siquiera la principal. Kagan contesta r¨¢pido al periodista que le interroga: "Petr¨®leo s¨ª, para Europa". De Oriente viene un 90 por ciento del petr¨®leo que consume Europa y s¨®lo un quince del que consumen los Estados Unidos. El petr¨®leo iraqu¨ª puede ser la gran mercanc¨ªa para agradecer favores y castigar ausencias despu¨¦s de la guerra. Y un gran negocio para este poder estadounidense que ha consumado la fusi¨®n entre p¨²blico y privado.
Puesto que Estados Unidos es el centro y lo dem¨¢s s¨®lo son piezas del mapa del "imperio humanitario" (Ignatieff), la pol¨ªtica interior americana es el verdadero motor del activismo de Bush. La guerra para ganar las elecciones: en noviembre dio buen resultado. Pero a¨²n no hab¨ªan empezado las escaramuzas. La guerra s¨®lo era una promesa. La guerra se acerca y la opini¨®n p¨²blica norteamericana duda. Colin Powell exhibe pruebas, pero nada confirma la conexi¨®n entre Irak y Al Qaeda. Cada vez es m¨¢s evidente que la guerra de Irak poco tiene que ver con la lucha antiterrorista.
2. Las motivaciones se adornan con el derecho. Es verdad que en los tiempos que corremos la defensa de la ley se ha convertido en una de las pocas armas de los que no tienen poder. Pero el derecho tiene su origen en la fuerza. Y Bush lo sabe. Si es el m¨¢s fuerte debe gobernar el derecho. Es cierto que sin la fuerza de apoyo del poder de EE UU la doctrina de los derechos humanos no estar¨ªa hoy tan extendida por el mundo. Pero la fuerza permite apropiarse del derecho. Colin Powell apela "al derecho soberano de Estados Unidos a actuar contra Irak". ?De d¨®nde proviene esta soberan¨ªa? La Carta de las Naciones Unidas s¨®lo admite que un Estado tiene derecho a la guerra si es atacado. Irak, de momento, no consta que haya atacado a Estados Unidos. La afirmaci¨®n de Powell es, por tanto, una confiscaci¨®n del derecho. Esta Am¨¦rica que quiere americanizar el mundo utiliza su demos como si fuera universal. El demos que establece la voluntad general de mundo es el de Estados Unidos y el que no lo acepta es un Estado canalla ("rogue"). ?Qu¨¦ es un Estado canalla? Litwak lo resuelve por el camino directo: "Un Estado canalla es aquel que los Estados Unidos dicen que lo es".
Confiscaci¨®n del derecho y designaci¨®n del enemigo: "el eje del mal" es la figura. Bush no quiere gobernar s¨®lo con la fuerza, quiere presentarse como portador del bien. Es tiempo de principios, dice. ?Qui¨¦n designa el Mal? El que sabe lo que es el Bien. Bush en el juicio final. Desde el 11-S, EE UU se siente abandonado por Dios, Bush asume su representaci¨®n. Pero "en el eje del mal" encuentra su propia perdici¨®n. Corea del Norte, otro miembro del eje, desaf¨ªa a Estados Unidos con el arma nuclear, mientras Sadam est¨¢ quieto tratando de ganar tiempo con los inspectores. Y la pregunta se propaga entre la ciudadan¨ªa: ?por qu¨¦ quieren atacar a Irak y no a Corea? La respuesta es simple: porque Irak no tiene arma nuclear. La estrategia de Bush se convierte en un modo de incentivar la producci¨®n de armas nucleares. Si Irak las tuviera, ?se atrever¨ªa Bush? Corea se salva. Por la misma raz¨®n -el potencial nuclear- por la que Rusia est¨¢ en el G-8, que no ser¨¢ por m¨¦ritos econ¨®micos, y a los chechenos se les niega toda esperanza. Lula har¨¢ bien en darles a sus militares la bomba at¨®mica que les ha prometido. Se ha visto que es la ¨²nica manera de hacerse invulnerable ante Estados Unidos. ?El nuevo orden va a conducirnos de regreso a la ¨¦poca de la disuasi¨®n nuclear?
3. Europa, tierra gastada, trabajada por la historia, es v¨ªctima de sus prejuicios. Siempre ha descubierto demasiado tarde los peligros que amenazaban su libertad. Tard¨® a?os en reconocer la barbarie estalinista, no supo detectar el peligro nazi y siempre ha visto antes la paja en el ojo americano que la biga en el ojo de cualquier dictador perif¨¦rico. Los Estados Unidos le acusan de estar abotargada, de no tener las antenas atentas a las nuevas formas de violencia global. Los Estados Unidos sienten la rivalidad de Europa, la ¨²nica que puede competir con ellos en riqueza. Y saben de la debilidad de Europa: su acomodada sociedad no parece muy dispuesta a arriesgar su bienestar en defensa de la libertad. M¨¢s bien camina hacia la indiferencia y
para vivirla con buena conciencia nada mejor que convertir la paz y la vida en valores absolutos. Los Estados Unidos no entienden la ingratitud de Europa, a la que tantas veces salvaron de las consecuencias de su ceguera ante el Mal. El antiamericanismo es todav¨ªa uno de los resortes ideol¨®gicos que m¨¢s f¨¢cilmente se disparan. El Mal americano: el Mal s¨®lo puede hacer el Mal. De aqu¨ª que desde el principio del conflicto se haya dado por hecho que los norteamericanos hab¨ªan decidido atacar a Irak. Y que s¨®lo era cuesti¨®n de vestir la guerra.
Los prejuicios no son el mejor consejero para una estrategia internacional. ?De qu¨¦ se trata: de que los Estados Unidos no vayan a la guerra o de poner el buen perfil, el rostro del alma bella, ante una guerra que ya est¨¢ decidida? Francia y Alemania parecen tenerlo claro. Y luchan con empe?o para encontrar una salida. Hay actitudes que la raz¨®n europea no puede entender. La opini¨®n europea quiere saber el c¨®mo y el porqu¨¦ de las cosas. Su idea de la raz¨®n quiz¨¢s es menos instrumental que la de los norteamericanos. La pregunta por el c¨®mo no basta. Los europeos se interrogan sobre las causas y sobre los fines. No entienden que se les imponga una guerra que deber¨ªa ser contra el terrorismo, pero todo el mundo sabe que nada tiene que ver. Si los fines no quedan claros y las motivaciones son inconcretas, la ciudadan¨ªa europea no aceptar¨¢ la guerra.
4. Ante la incomprensi¨®n europea, el doctrinario Rumsfeld condena a Francia y Alemania -los motores de la Uni¨®n, que concentran todo el despecho norteamericano- como viejos pa¨ªses, alejados de lo que son hoy los pa¨ªses modernos. Los que tienen memoria habr¨¢n recordado que Carl Schmitt tambi¨¦n dijo que s¨®lo hab¨ªa dos Estados realmente modernos en el mundo: el nazi y el bolchevique. Pero dejemos el pasado y volvamos a la posmodernidad globalizadora. ?Cu¨¢les son los Estados europeos homologados por Rumsfeld? Espa?a, Italia y Rumania. Italia da la clave. Italia ha conseguido -como bien ha explicado Antonio Tabucchi- la fusi¨®n del poder econ¨®mico, el poder pol¨ªtico y el poder medi¨¢tico en la persona de Silvio Berlusconi, y va camino de cerrar el c¨ªrculo apoder¨¢ndose del poder judicial. Aznar ha intentado emularle: a trav¨¦s de las privatizaciones de Estado, ha avanzado en la confusi¨®n entre p¨²blico y privado y ha tratado de dominar el espacio medi¨¢tico; adem¨¢s, ha hecho cuanto ha podido para conquistar el Poder Judicial. ?Es ¨¦ste el nuevo modelo de Estado que Rumsfeld nos propone como idea regulativa del futuro? La tradici¨®n democr¨¢tica se basa en la separaci¨®n: de los poderes, de la sociedad civil y el Estado, de lo p¨²blico y lo privado. Hay presuntos liberales que parecen haberlo olvidado.
5. Lo escribi¨® Kant (y lo repite Derrida): "Hay que salvar el honor de la raz¨®n", porque perder la raz¨®n es perder el mundo. O mejor dicho, nuestro mundo. La raz¨®n es un viejo invento que nos introdujo en la aventura humana: el largo proceso del desencanto del mundo y el intento por domesticarlo. La raz¨®n ha producido monstruos cada vez que ella misma ha querido convertirse en mito, reocupar el espacio vac¨ªo de lo sagrado. Millones de ciudadanos han sido v¨ªctimas de ello. Por eso, la raz¨®n pol¨ªtica s¨®lo es liberadora si guarda siempre la distancia. Si mantiene viva la pregunta por el porqu¨¦ de las cosas y reconoce que toda creencia compartida es un juicio que no juzga, una verdad que no se pone en duda, una propuesta que no se examina. Los prejuicios se comparten por simpat¨ªa o por opci¨®n de moral provisional, pero no por doctrina o determinaci¨®n.
La guerra de Bush es la imposici¨®n del prejuicio. Sadam Husein es un detestable personaje, cuyas atrocidades se cuentan y no acaban, y es penoso ver que todav¨ªa hay gente que sigue el principio estalinista de "no desesperar Billancourt" y prefiere omitir la barbarie de Sadam Husein para no dar cartas a la guerra. Podr¨ªa defenderse la injerencia humanitaria para defender a los ciudadanos iraqu¨ªes. Pero no se dan las condiciones para una polic¨ªa permanente del mundo, ni es ¨¦sta la intenci¨®n norteamericana. Bush, ?qu¨¦ propone? La aceptaci¨®n ciega de su decisi¨®n de erradicar este Mal -?por qu¨¦ ¨¦ste y no otro?- sin explicar siquiera el d¨ªa despu¨¦s. No hay otra materialidad de esta guerra que los votos, el petr¨®leo y los cad¨¢veres. Lo dem¨¢s es ideolog¨ªa: promesa de un nuevo orden, basado en un solo principio: el que tiene la fuerza hace la ley. A la vieja Europa corresponde salvar el honor de la raz¨®n ante un disparate que rompe cualquier proyecto cosmopolita de globalizaci¨®n pol¨ªtica, de soberan¨ªas compartidas. ?Ser¨¢ precisamente esta idea la que los Estados Unidos pretenden erradicar de ra¨ªz con esta operaci¨®n ejemplar? La dicotom¨ªa Estado legal, Estado canalla es la promesa de un nuevo demos universal del que todo aquello que queda fuera del patr¨®n impuesto por los Estados Unidos est¨¢ excluido. Al terrorismo se le vence con tiempo, con informaci¨®n, con polic¨ªa y con una pol¨ªtica dispuesta a compartir y cooperar para aislar y desconectar a los terroristas de su entorno. Convertir esta lucha en una guerra convencional es una sinraz¨®n que s¨®lo sirve para crear v¨ªctimas, h¨¦roes y agravios. ?Sabr¨¢ Europa -que todav¨ªa cree en la persuasi¨®n de la palabra- defender el honor de la raz¨®n?
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