Cincuenta a?itos
Hace cincuenta a?os (en febrero del 53) se cre¨® la Filmoteca Espa?ola, bautizada entonces como Filmoteca Nacional, t¨¦rmino m¨¢s af¨ªn a las caracter¨ªsticas de aquel R¨¦gimen. La impuls¨® y dirigi¨® Carlos Fern¨¢ndez Cuenca, autor de estudios cinematogr¨¢ficos, director de varias pel¨ªculas, una de ellas basada en Jardiel Poncela (cuentan malas lenguas que, disgustado con su trabajo, Jardiel se veng¨® poniendo, en un decorado, una tumba con esta inscripci¨®n: "Aqu¨ª yace el ni?o Carlitos Fern¨¢ndez Cuenca"). Tambi¨¦n dirigi¨® por un tiempo el Festival de San Sebasti¨¢n y la Escuela Oficial de Cinematograf¨ªa, adem¨¢s de la Filmoteca, todo a la vez; ejerci¨® de figurante e incluso de actor; fue jurado en varios festivales de prestigio, y sobre todo se hizo famoso por poseer el mayor archivo cinematogr¨¢fico del momento. Nada de esto fue ¨®bice para que en los a?os setenta, los j¨®venes cr¨ªticos emergentes le pusi¨¦ramos a caldo, quiz¨¢ encontrando m¨¢s culpas en su simpat¨ªa hacia el franquismo que en su labor cinematogr¨¢fica.
La Filmoteca ha vivido avatares paralelos a los del pa¨ªs, pol¨ªticos, sociales, culturales..., por ejemplo, la censura (de la que ahora la Filmoteca posee en revancha todos los cortes que se perpetraron y que son parte de nuestra historia). Tambi¨¦n la picaresca de ciertos fabricantes de pel¨ªculas que depositaban copias lamentables, y no digamos los cambiantes criterios de los pol¨ªticos, no siempre seguros de la conveniencia de que se conservara su memoria en el cine...
Por esto del cincuenta cumplea?os se va a publicar un memorando de esta Filmoteca, probablemente la saga de una constante dificultad, superada a base del entusiasmo generoso de sus pocos y mal pagados empleados, empe?ados en recuperar todo el cine espa?ol, y en restaurarlo y conservarlo con mimo de enamorados, a la vez que publican libros, editan v¨ªdeos de pel¨ªculas mudas, cuidan el museo, atienden a quienes consultan los archivos, reciben la visita de relevantes figuras del cine, y llenan a diario sus sesiones en el madrile?o Dor¨¦, que es un bonito edificio modernista de 1923, sal¨®n de cine desde su origen... aunque no en exclusiva: en los cuarenta fue tambi¨¦n famoso por las pajilleras que discretamente prestaban sus servicios en los palquitos del primer piso. Esta nostalgia parece que motiv¨® a Luis Garc¨ªa Berlanga, mientras era presidente de la Filmoteca, a proponer el local como sede oficial de la Filmo: una broma m¨¢s de este contumaz erot¨®mano.
Ahora las cosas van algo mejor. No pod¨ªa ser de otra manera. El inesperado inter¨¦s de las televisiones, v¨ªdeos y otros formatos por viejas pel¨ªculas, le ha venido como anillo al dedo a la Filmoteca. Antes de esta eclosi¨®n, los productores apenas cre¨ªan en el futuro de sus obras, quiz¨¢s porque a veces se hab¨ªan hecho a la sombra de prebendas coyunturales. Hasta hubo un productor y director, Ignacio F. Iquino, del que dicen vendi¨® los negativos de sus pel¨ªculas a una f¨¢brica de peines y botones para desalojar su almac¨¦n y hacerse al tiempo con unos duros, as¨ª que quiz¨¢s alguien se habr¨¢ abrochado la camisa con un fragmento de, por ejemplo, Historia de una escalera, que Iquino adapt¨® en 1950, y que por culpa de aquel mercadeo se ha perdido para siempre.
Si entonces hubiera habido una Filmoteca, y la obligaci¨®n de depositar en ella copias de cada pel¨ªcula (precepto vigente s¨®lo desde los sesenta, y exclusivamente para pel¨ªculas con ayuda oficial), tendr¨ªamos ahora no s¨®lo todas las obras de Iquino sino muchas otras cuyos mensajes se nos han muerto. ?Y hay tantos datos en cualquier pel¨ªcula s¨®lo interpretables al cabo de los a?os! As¨ª lo entendieron Scorsese, Allen, Coppola, Spielberg, Redford, Pollack y George Lucas, haciendo un llamamiento universal para que se conserven todos los testimonios de todas las pel¨ªculas, buenas, regulares y malas. Cualquiera puede esconder la cueva de Al¨ª Bab¨¢.
En Espa?a se tard¨® en entender esta necesidad, nada menos que veinte a?os despu¨¦s de que en Estocolmo se fundara la primera filmoteca, y tambi¨¦n m¨¢s tarde que en Londres, Nueva York, Berl¨ªn, Par¨ªs o Bruselas. Por fin, se acaba de anunciar la construcci¨®n de un gran edificio, ambicioso y serio, acondicionado para la conservaci¨®n de pel¨ªculas. Bienvenida sea la noticia... El proyecto ha debido de criar moho, tan larga ha sido la espera. Henri Langlois, el que fuera m¨ªtico director de la Cinemateca Francesa, les protestaba a los suyos: "Cualquier regateo pol¨ªtico a una filmoteca es un atentado a la cultura".
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