Vive la France!
A diferencia de la mayor parte de las manifestaciones que se llevaron a cabo el s¨¢bado 15 de febrero en decenas de ciudades para protestar contra la guerra en Irak, la celebrada en Par¨ªs, entre las plazas de Denfert-Rochereau y de la Bastilla, fue serena y comedida -s¨®lo animada por los infaltables grupos de batucada que se cuelan en todas las marchas antiglobalizaci¨®n- y, comparada con las de Londres, Madrid o Barcelona, result¨® incluso menos numerosa. Ello no obedece a una falta de compromiso por parte de los ciudadanos franceses, sino, por el contrario, a la perfecta sinton¨ªa que existe entre ellos y la pol¨ªtica internacional de Jacques Chirac.
En pocas ocasiones desde el fin de la Segunda Guerra Mundial Francia ha logrado representar un papel simb¨®lico tan importante para el resto del mundo. Al encabezar el sector cr¨ªtico de aliados de Estados Unidos, se ha convertido en un portavoz de las opiniones p¨²blicas de la mayor parte de los pa¨ªses del orbe. La diplomacia francesa, con el brillante Dominique de Villepin al frente -adem¨¢s de todo, poeta e historiador notable-, ha logrado concitar el apoyo de ciudadanos de todo el mundo, como demostr¨® el espont¨¢neo aplauso que recibi¨® su discurso en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el 14 de febrero.
Pocos analistas se hubiesen atrevido a pronosticar un escenario semejante. Por primera vez desde la disoluci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1991, un peque?o pa¨ªs -a fin de cuentas, Francia no posee ni la capacidad militar de Estados Unidos, ni el poder econ¨®mico de Alemania o Jap¨®n, ni la poblaci¨®n de China, Rusia o incluso M¨¦xico- ha sido capaz de oponerse de modo abierto a las ambiciones b¨¦licas estadounidenses. Aunque Francia y Estados Unidos han sido aliados desde hace m¨¢s de dos siglos -los halcones de la Administraci¨®n de Bush no se cansan de recordar las dos guerras mundiales, pero olvidan la ayuda que Francia les prest¨® durante la guerra de Independencia-, en estos momentos parece como si las decisiones tomadas por Chirac y De Villepin no s¨®lo estuviesen a punto de comprometer su hist¨®rica alianza, sino de enfrentar por completo a la "vieja Europa", como la llam¨® Donald Rumsfeld, con el Gobierno de Washington.
Tras el ¨¦xito de las manifestaciones del 15 de febrero, la posici¨®n francesa se ha vuelto a¨²n m¨¢s s¨®lida, dejando a Bush en una situaci¨®n comprometida. Estados Unidos y Gran Breta?a han enviado ya cerca de doscientos mil soldados a la zona de conflicto y su exasperaci¨®n ante las maniobras de su aliada no hace sino incrementarse. De modo paralelo a la pr¨®xima guerra de Irak, otra guerra se ha puesto en marcha desde hace unas semanas: la que enfrenta a cientos de diplom¨¢ticos y pol¨ªticos en las dos orillas del Atl¨¢ntico. En esta guerra, Francia gan¨® unas batallas capitales los pasados 14 y 15 de febrero, aunque est¨¦ muy lejos de obtener esa victoria definitiva que ser¨ªa, parad¨®jicamente, evitar la guerra real.
Tratando de sortear aqu¨ª los lugares comunes repetidos una y otra vez por cientos de comentaristas, limit¨¦monos a considerar los saldos de esa "guerra por otros medios" entre Francia y Estados Unidos. Olvid¨¦monos, pues, de resaltar que tanto un pa¨ªs como otro consideran que el r¨¦gimen de Sadam Husein constituye una de las peores tiran¨ªas del planeta -existen otras iguales o peores, como la de Corea del Norte, pero si bien los estadounidenses nunca han explicado por qu¨¦ raz¨®n quieren acabar con ¨¦sta, ello no elimina las atrocidades iraqu¨ªes-; desestimemos asimismo las razones humanitarias que ambos esgrimen para sostener sus respectivos puntos de vista -conocemos de sobra las "razones humanitarias" puestas en pr¨¢ctica en otros conflictos armados, as¨ª como la violaci¨®n de derechos humanos cometidas o toleradas por ambos pa¨ªses en distintos momentos de su historia-; dejemos de lado las razones de pol¨ªtica interna que animan a Bush y a Chirac -la reelecci¨®n en el primer caso, el paso a la historia en el segundo-, e incluso borremos por un momento la ambici¨®n oculta por el petr¨®leo -no es un secreto que tanto Estados Unidos como Francia buscan obtener una posici¨®n privilegiada para la explotaci¨®n de las reservas iraqu¨ªes-, y concentr¨¦monos en los motivos que han conducido a su actual oposici¨®n.
El pulso sostenido entre las diplomacias francesa y estadounidense constituye una de las mayores novedades del mundo unipolar. Si bien en otras ocasiones Francia se abstuvo de apoyar ciertas pol¨ªticas de su aliado por razones que van desde el t¨ªpico antiamericanisme franc¨¦s hasta la simple conveniencia, ello se produjo siempre dentro de los l¨ªmites marcados por la guerra fr¨ªa. Pese a su necesidad de mostrar su independencia frente a Washington, entonces Francia deb¨ªa conformarse con un papel subordinado. Esta situaci¨®n ha sufrido un cambio dr¨¢stico: extinguida la amenaza comunista, organismos como Naciones Unidas, la OTAN o la propia Uni¨®n Europea disponen, al menos en teor¨ªa, de una libertad de acci¨®n mucho mayor. Ello no quiere decir que Francia pueda o quiera oponerse de manera sistem¨¢tica a las pol¨ªticas estadounidenses, sino que puede ensayar sus propios caminos sin temor -o al menos sin demasiado temor- a ser considerada como un enemigo.
El mundo unipolar en que vivimos, con una sola potencia global frente a una multitud de peque?as potencias regionales, no se hab¨ªa visto desde el Congreso de Viena o, para ser m¨¢s precisos, desde la ca¨ªda del Imperio Romano, si bien conviene recordar que los imperios persa y parto, que ocupaban los actuales territorios de Ir¨¢n e Irak, constitu¨ªan una frontera natural para sus conquistas. Nos hallamos ante una situaci¨®n in¨¦dita y los mecanismos utilizados durante d¨¦cadas para resolver los conflictos mundiales se han vuelto inoperantes. En primer lugar, porque, a diferencia del Imperio Romano, Estados Unidos no domina al mundo de manera directa, sino a trav¨¦s de sus relaciones econ¨®micas -cada vez m¨¢s competidas con Europa y Asia- y bajo la amenaza de la fuerza, pero, salvo excepciones como la de Afganist¨¢n, no a trav¨¦s de la ocupaci¨®n militar expl¨ªcita; en segundo lugar, porque, pese a las pretensiones de la Administraci¨®n de Bush de actuar como ejecutor de la pax americana, Estados Unidos necesita de sus aliados para reconstruir las zonas devastadas, y, en tercero, porque Estados Unidos no posee la capacidad, ni econ¨®mica ni militar, de oponerse al resto del mundo en su conjunto.
En este contexto, Francia ha sabido llenar el vac¨ªo dejado por la antigua Uni¨®n Sovi¨¦tica. En la estructura multilateralconstruida durante la guerra fr¨ªa, con un Consejo de Seguridad con s¨®lo cinco pa¨ªses como miembros permanentes, s¨®lo Francia pod¨ªa recuperar cierto protagonismo. Una vez m¨¢s: ninguna raz¨®n econ¨®mica o militar justifica que sea Francia el interlocutor privilegiado de la ¨²nica potencia global, pero este pa¨ªs ha sabido aprovechar su prestigio hist¨®rico -y su derecho de veto- para compensar sus desventajas. Dado que Rusia se encuentra en una situaci¨®n de grave penuria econ¨®mica, atada a los pr¨¦stamos estadounidenses; que China prefiere conservar su neutralidad y concentrarse en su paso hacia el capitalismo, y que Gran Breta?a ha decidido mantener la alianza con su antigua colonia a cualquier coste, Francia es el ¨²nico pa¨ªs con la capacidad de formular alternativas para la construcci¨®n del orden mundial en los a?os venideros.
Reconocida por su profesionalismo, su talento para combinar la defensa de los principios con una rara habilidad para el realismo pr¨¢ctico, la diplomacia francesa ha sabido sacar provecho de sus tradiciones y se ha convertido en una verdadera m¨¢quina de batalla contra los sectores m¨¢s duros del Gobierno estadounidense. Otra de las peculiaridades de esta naci¨®n es que, en materias de pol¨ªtica exterior, las diferencias entre un gobierno de derecha y uno de izquierda se borran casi por completo: salvo ciertos matices personales e ideol¨®gicos, un gobierno socialista no se habr¨ªa comportado de forma muy diferente del actual.
La pregunta es, entonces: ?por qu¨¦ Francia decidi¨® embarcarse en este conflicto con Estados Unidos? Las respuestas son m¨²ltiples y en ellas hay una sutil mezcla de la defensa de sus ideales pol¨ªticos y del m¨¢s puro pragmatismo. M¨¢s all¨¢ del lugar com¨²n que caricaturiza al ciudadano franc¨¦s como rabiosamente antiestadounidense -un prejuicio que se acerca bastante a la realidad-, lo cierto es que Francia est¨¢ dispuesta a convertirse en un contrapeso imprescindible en el nuevo equilibrio mundial. La idea subyacente a la declaraci¨®n franco-alemana sobre la guerra conlleva, sobre todo desde el lado franc¨¦s, la idea de construir una Europa fuerte, con una voz ¨²nica en pol¨ªtica exterior -dirigida, por supuesto, por Par¨ªs y Berl¨ªn-, capaz de ser tomada en cuenta por Estados Unidos a la hora de tomar cualquier decisi¨®n internacional. La reciente firma del Club de los ocho, que agrupa a Espa?a, Gran Breta?a, Italia y otros pa¨ªses miembros o candidatos a formar parte de la Uni¨®n Europea, en apoyo a las tesis estadounidenses, ha mostrado que la ambici¨®n francesa est¨¢ lejos de lograrse.
En la guerra librada entre las diplomacias francesa y estadounidense, hasta el momento hay bajas en ambos bandos: si bien Francia ha conseguido un triunfo fundamental al obtener el respeto y el apoyo de las opiniones p¨²blicas de casi todos los pa¨ªses del mundo, el coste ha sido la tensi¨®n entre los jefes de gobierno de Europa, el bloqueo -y, en alguna medida, las dudas sobre la utilidad- de la OTAN, as¨ª como la incertidumbre respecto a la integraci¨®n pol¨ªtica de los pa¨ªses candidatos a la ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea, provenientes en su mayor parte del antiguo bloque comunista y con reg¨ªmenes decididamente proestadounidenses.
En resumen, el desaf¨ªo de Chirac y Villepin ha colocado a Francia en una posici¨®n privilegiada, pero endeble. Apoyadas no s¨®lo por la mayor¨ªa de sus ciudadanos, sino por las opiniones p¨²blicas de medio mundo, las iniciativas francesas ya no pueden ser desde?adas. Pese a la crispaci¨®n de los halcones, hasta el momento Colin Powell ha logrado mantener a su pa¨ªs en el ¨¢mbito multilateral de Naciones Unidas. ?se es ya un gran ¨¦xito. ?Hasta cu¨¢ndo durar¨¢ el desaf¨ªo franc¨¦s? Es dif¨ªcil saberlo. La maquinaria de guerra estadounidense est¨¢ lista para ponerse en marcha y muchos analistas dudan que Bush quiera esperar m¨¢s tiempo. Para obtener una r¨¢pida victoria, necesita atacar Irak antes del inicio de la primavera y puede ser que las condiciones clim¨¢ticas y estrat¨¦gicas pesen m¨¢s que las escaramuzas diplom¨¢ticas.
No obstante, m¨¢s all¨¢ de lo que ocurra con Irak, la "guerra por otros medios" librada en estos d¨ªas ha servido para develar algunas de las contradicciones del orden mundial surgido tras la disoluci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica. En este nuevo tiempo, abierto y ca¨®tico, Francia ha demostrado que, si bien Estados Unidos tiene y tendr¨¢ por mucho tiempo el monopolio del poder militar, su voz no es la ¨²nica que se escucha en el mundo. Aunque sigue habiendo l¨ªderes pol¨ªticos, como Blair o Aznar, que piensan que su misi¨®n no es seguir a sus opiniones p¨²blicas, sino guiarlas en sentido contrario -curiosa concepci¨®n del quehacer democr¨¢tico-, el Gobierno franc¨¦s ha sabido ser fiel a sus principios, a sus intereses y a sus electores.
No es casual que sea la democracia, una de las concepciones m¨¢s apreciadas tanto por Estados Unidos como por Francia, lo que est¨¢ en juego. Como bien saben sus ciudadanos, el sistema democr¨¢tico naci¨® con el objetivo de limitar la arbitrariedad y los excesos de los poderosos. La democracia es ese sistema de equilibrios -de pesos y contrapesos- que permite articular el di¨¢logo, el respeto a los derechos humanos y a las minor¨ªas. El actual orden mundial sigue muy lejos de parecerse a una democracia, pero actuaciones como la de Francia en el conflicto iraqu¨ª permiten imaginar que es posible actuar en el marco de las instituciones internacionales para hacerlas evolucionar en este sentido.
Frente a apuestas tan arriesgadas como la francesa, pa¨ªses como M¨¦xico tambi¨¦n deben plantearse los l¨ªmites entre su apoyo y su cr¨ªtica a Estados Unidos y, desde luego, la necesidad de intervenir de modo m¨¢s activo para desarrollar esa anhelada democracia global. Como se?al¨® Dominique de Villepin en su discurso ante el pleno del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el 14 de febrero, "es un viejo pa¨ªs, Francia, un continente como el m¨ªo, Europa, quien se lo dice hoy, que ha conocido guerras, la ocupaci¨®n, la barbarie. Un viejo pa¨ªs que no olvida y que sabe todo lo que le debe a los combatientes de la libertad venidos de Estados Unidos y de otras partes. Y que, sin embargo, no ha cesado de mantenerse de pie frente a la historia y frente a los hombres. Queremos actuar decididamente con todos los miembros de la comunidad internacional. Fieles a nuestros valores, creemos en nuestra capacidad de construir un mundo mejor".
Jorge Volpi es escritor y director del Instituto de M¨¦xico en Par¨ªs.
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