Stalin: la pol¨ªtica y el terror
A las cuatro de la ma?ana del 1 de marzo de 1953, Jos¨¦ Stalin despidi¨® en su dacha al grupo de leales con quienes hab¨ªa sostenido su ¨²ltima velada pol¨ªtica preparando el proceso de los m¨¦dicos jud¨ªos. Unas horas m¨¢s tarde sufri¨® una hemorragia cerebral, a la que sigui¨® una larga agon¨ªa bajo la vigilancia de Laurenti Beria, su ministro de polic¨ªa. La muerte sobrevino a las 9.50 horas del 5 de marzo. Las masivas manifestaciones de dolor en Mosc¨² se saldaron con decenas de muertos y el mundo sovi¨¦tico qued¨® conmocionado. A Stalin, nos cuenta Dolores Ib¨¢rruri, todos los comunistas le llevaban "en el sagrario del alma".
El culto a Stalin hab¨ªa sido el resultado de un largo proceso de construcci¨®n de imagen propiciado por ¨¦l mismo desde los a?os veinte. Al tiempo que fue eliminando adversarios hasta alcanzar el monopolio del poder, entre 1924 y 1930, todos sus esfuerzos se concentraron en aparecer como el disc¨ªpulo privilegiado de Lenin, verdadero int¨¦rprete de la nueva doctrina sagrada, el leninismo. La propaganda elabora entonces carteles y fotomontajes que asocian al l¨ªder desaparecido y al "primer leninista". Luego, a lo largo de los a?os treinta, Lenin va siendo relegado al papel de un dios pasivo, recluido en una hornacina mientras Stalin protagoniza la direcci¨®n de las masas en la triple condici¨®n imaginaria de "jefe, maestro y amigo", conductor ya infalible del proceso de construcci¨®n del socialismo. Por fin, entre 1941 y 1945 la guerra contra Alemania le convierte en general¨ªsimo de corte napole¨®nico, y con la victoria alcanza la apoteosis. Resultaba her¨¦tico cualquier detalle que en las representaciones dejara de resaltar su grandeza. La v¨ªctima m¨¢s notoria de esa idolatr¨ªa result¨® ser Pablo Picasso, cuando su desenfadado retrato de Stalin en la revista Les Lettres Fran?aises recibi¨® una tajante condena por parte del PCF. Stalin s¨®lo pod¨ªa ser presentado como un superhombre, con su efigie presidiendo las grandiosas realizaciones de la sociedad sovi¨¦tica.
Al lado del intento de perpetuaci¨®n de un estalinismo tranquilo que supuso el 'socialismo real', tambi¨¦n fue transmitida la l¨®gica de exterminaci¨®n que comparte con el nazismo
Los r¨¦gimenes de Mao, Pol Pot y Kim Il-Sung han sido los ¨²ltimos exponentes de una cultura pol¨ªtica que impone la destrucci¨®n del hombre bajo la m¨¢scara de su emancipaci¨®n
Castillo de naipes
El castillo de naipes empez¨® pronto a desmoronarse cuando el grupo dirigente liquid¨® al superpolic¨ªa Beria, cien d¨ªas despu¨¦s de morir su patr¨®n. A pesar de sus intentos por aparecer entonces como reformador e iconoclasta, sab¨ªa demasiado y pod¨ªa protagonizar un regreso del terror. En adelante los sucesores competir¨¢n entre s¨ª, pero con unas nuevas reglas de juego que excluyen la muerte de los vencidos. El golpe decisivo llega en 1956 con el XX Congreso del PCUS, en el curso del cual Jruschov lee el informe secreto donde denuncia los excesos represivos de Stalin y el "culto de la personalidad". A nuestra Pasionaria "se le cayeron los palos del sombrajo" y a muchos dirigentes les oli¨® la cabeza a p¨®lvora. Pero a partir de la insurrecci¨®n de Hungr¨ªa, ese mismo a?o, entr¨® en juego la prioridad otorgada a "la defensa del socialismo" que hasta 1989 mantiene los fundamentos del sistema estaliniano, depurados del terror, aunque por medio de una represi¨®n permanente. No en vano si el cad¨¢ver de Stalin fue retirado del mausoleo de Lenin en 1961, y sus estatuas cayeron una tras otra, la doctrina oficial sostuvo que el balance del periodo estaliniano era positivo a pesar de las desviaciones. El marxismo sovi¨¦tico, en la versi¨®n acu?ada por Stalin, conserv¨® hasta el fin su vocaci¨®n de eternidad.
Trotski present¨® a Stalin como un pol¨ªtico mediocre, instrumento de una burocracia contrarrevolucionaria. Ese juicio contrasta con la profec¨ªa que ¨¦l mismo formul¨® en 1904 acerca del "centralismo democr¨¢tico" dise?ado por Lenin: la organizaci¨®n sustituir¨ªa al partido y se ver¨ªa sustituida a su vez por su comit¨¦ central, suplantado finalmente por un dictador. Ahora bien, no fue Trotski, siempre descuidado como pol¨ªtico en los temas organizativos, sino Stalin quien extrajo las consecuencias de ese an¨¢lisis, cuando en abril de 1922 fue nombrado secretario general, en v¨ªsperas de la enfermedad de Lenin. Stalin descubri¨® que el control de la organizaci¨®n, cuando ¨¦sta consist¨ªa en una pir¨¢mide dominada por el v¨¦rtice, permit¨ªa resolver las luchas por el poder desgastando primero y destruyendo por fin los apoyos de los adversarios, sin necesidad de un debate abierto. Los ¨®rganos de decisi¨®n ¨²nicamente serv¨ªan para refrendar la victoria previamente adquirida mediante la labor fraccional practicada desde el secretariado, aplastando a los opositores. S¨®lo queda consolidar la jefatura poniendo en marcha "el flujo circular del poder", consistente en colocar a hombres fieles en los puestos claves de la organizaci¨®n, los cuales a su vez apoyan sin reservas al secretario general. Y desde muy pronto aquellos de quienes ¨¦ste desconf¨ªa son inexorablemente arrojados a las tinieblas exteriores (la expulsi¨®n en los a?os veinte, la ejecuci¨®n o el Gulag desde 1935). La lealtad absoluta al patr¨®n (khoziain) fue la regla de oro para la supervivencia pol¨ªtica.
Cuando muere Lenin, en enero de 1924, el planteamiento de Stalin representa una soluci¨®n conservadora. Al aliarse temporalmente a Bujarin en defensa de la NEP y proclamar el postulado del "socialismo en un solo pa¨ªs", viene a defender lo conseguido desde octubre de 1917, eliminando el riesgo de aventuras tales como una industrializaci¨®n a ultranza o la reincidencia en la exportaci¨®n inmediata de la revoluci¨®n. La Internacional Comunista, antes que partido mundial de la revoluci¨®n, ser¨¢ una red mundial de partidos al servicio de "la patria del socialismo". Stalin hab¨ªa estado marcado en la adolescencia por el nacionalismo de su patria georgiana, uno de cuyos h¨¦roes legendarios, llamado Koba, le proporcion¨® el primer seud¨®nimo de su vida pol¨ªtica.
M¨¢s tarde, como el ¨²ltimo Lenin descubriera con desesperaci¨®n, transfiri¨® esa pasi¨®n nacionalista a Rusia. A su juicio, los zares hab¨ªan cometido errores, pero forjaron una gran potencia que el r¨¦gimen comunista deb¨ªa mantener por encima de todo. S¨®lo que ese nacionalismo granruso no ten¨ªa cabida en una ortodoxia marxista. La cohesi¨®n del proyecto depend¨ªa entonces de insistir en su dimensi¨®n teleol¨®gica, la fe en el triunfo inevitable del socialismo, cuya garant¨ªa era la consolidaci¨®n de la URSS.
El bosque que se mueve
Al modo de Macbeth, la imagen de la victoria es la de un bosque que se mueve. Por eso no basta la estabilizaci¨®n, y resultan imprescindibles, tanto la renovaci¨®n de los cuadros en el Partido-Estado por medio de un juego permanente de vigilancia y represi¨®n, como la voluntad de relanzar el proceso revolucionario en cuanto sea posible. As¨ª, la restauraci¨®n parcial del capitalismo con la NEP, acompa?ada de la deriva pluralista que muestran las elecciones a los s¨®viets, ceden paso desde 1929 a la brutal colectivizaci¨®n agraria y a una industrializaci¨®n masiva. En el tr¨¢nsito, una vez vencidos los viejos bolcheviques de izquierda y de derecha, la autoridad de Stalin qued¨® definitivamente confirmada.
El pragmatismo de Stalin se inscribe en una perspectiva finalista que legitima las m¨¢s amplias oscilaciones pendulares. Y los fines se identifican siempre con el fortalecimiento de su poder personal. Es en la ceremonia f¨²nebre por Lenin cuando asume inesperadamente la condici¨®n de sumo sacerdote de la religi¨®n pol¨ªtica que ¨¦l mismo va a presidir. Los juramentos solemnes pronunciados por Stalin ante el f¨¦retro de Lenin prometen conservar la unidad del partido, la dictadura del proletariado y la cohesi¨®n de la URSS, y no ten¨ªan precedentes en el movimiento comunista. Claro que tampoco exist¨ªa entre los dirigentes bolcheviques otro caso como el del georgiano, cuya formaci¨®n intelectual hab¨ªa tenido lugar en un centro religioso. Entre 1894 y 1899, interno en un seminario de Tbilisi agitado por la difusi¨®n del nacionalismo y sometido a una fuerte represi¨®n, aprendi¨® Stalin a razonar partiendo de supuestas evidencias desde las cuales pueden trazarse cadenas de oposiciones entre un bien a defender y un mal a aplastar. Descubre la importancia de utilizar una argumentaci¨®n simple, tajante y did¨¢ctica, orientada a descalificar al oponente. Tambi¨¦n percibir¨¢ all¨ª el valor de la actuaci¨®n clandestina, de la vigilancia y de la sanci¨®n implacable. En Lenin, la represi¨®n es vista como un instrumento defensivo de la revoluci¨®n. En Stalin opera como martillo de herejes al servicio de un poder autocr¨¢tico impregnado de sacralidad, cuyo objetivo consiste en alcanzar "la tierra de promisi¨®n". Por eso la militancia se convierte en el deber de un creyente militarizado, pasivo por lo que toca a la reflexi¨®n y entregado, en cambio, hasta el sacrificio al cumplimiento de las consignas, sean ¨¦stas la lucha revolucionaria, la resistencia a la tortura o el crimen.
En ese camino del para¨ªso, sembrado de obst¨¢culos y de asechanzas de los enemigos, resultaba imprescindible el liderazgo de un ser excepcional. Cobra forma de este modo una peculiar Sant¨ªsima Trinidad de la Revoluci¨®n, con el leninismo, luego marxismo-leninismo, en la funci¨®n de Esp¨ªritu Santo que bajo la mirada quieta de Dios Padre/Lenin inspira la acci¨®n del ¨²nico sujeto activo de la tr¨ªada, Stalin, a un tiempo Redentor, Guardi¨¢n de la Revoluci¨®n y Supremo Verdugo.
Antidemocracia de Lenin y poder personal sacralizado de Stalin llevaban a un proyecto totalitario. Totalitarismo implica en este caso la pretensi¨®n de forjar por medios coactivos una sociedad igualitaria -olvidemos la nomenklatura-, con un fuerte potencial de expansi¨®n revolucionaria hacia el exterior, que utiliza implacablemente, por encima de cualquier limitaci¨®n jur¨ªdica, los recursos del Estado, puestos a las ¨®rdenes del partido ¨²nico, para destruir todo residuo de la antigua organizaci¨®n social y crear un hombre nuevo, emblema de la supuesta emancipaci¨®n del proletariado. La tradici¨®n religiosa del cristianismo ortodoxo propiciaba esa conformaci¨®n totalitaria del poder sovi¨¦tico, del mismo modo que antes sirviera de base a la autocracia zarista. Incluso en el plano simb¨®lico. La religi¨®n ortodoxa sustentaba la creencia en la incorruptibilidad de los grandes santos, por lo cual los bolcheviques se dedicaron a desenterrar sus restos a fin de probar la falsedad de tal aseveraci¨®n. Pero ellos mismos produjeron su propio santo incorruptible al momificar a Lenin. Para Stalin, la visita al mausoleo de su predecesor deb¨ªa constituir "una peregrinaci¨®n".
Los exterminaremos a todos
La visi¨®n tradicional distingu¨ªa entre una fase constructiva de la Revoluci¨®n, dirigida por Lenin, y la era del terror presidida por Stalin. Seg¨²n esta interpretaci¨®n, el terror era una creaci¨®n de Stalin, a partir del asesinato de Kirov en 1934. Sin embargo, la apertura de los archivos a partir de 1990 ha venido a disipar ese espejismo, al probar los documentos que Lenin se hab¨ªa comportado como un perfecto carnicero, poniendo en pr¨¢ctica el terrorismo de Estado incluso en los a?os supuestamente id¨ªlicos de la NEP. La diferencia estriba en que Lenin apostaba por el garrote estatal, sin inhibici¨®n alguna, para destruir a todo tipo de competidor externo, mencheviques y socialistas revolucionarios incluidos, si bien respetando el pluralismo en el partido, en tanto que Stalin no admite l¨ªmites para la represi¨®n, y los enemigos internos, ante todo los bolcheviques que no comparten su pol¨ªtica, constituyen el blanco principal.
El terror no es en Stalin un instrumento para proteger la revoluci¨®n, sino para la afirmaci¨®n de su dictadura. "Todo reside en conservar el poder, en consolidarlo, en hacerlo invencible", hab¨ªa escrito en 1924 en sus Principios del leninismo. Cuando en noviembre de 1937 explica a sus ¨ªntimos las razones para aniquilar a sus adversarios bolcheviques, no menciona para nada al comunismo, sino la necesidad de conservar la gran potencia del Estado ruso, heredero de los zares. Y hay que exterminar a los enemigos del Estado, a sus familiares, hasta el ¨²ltimo miembro, "por sus actos, y tambi¨¦n por sus pensamientos".
Iv¨¢n el Terrible
Era una recuperaci¨®n del viejo principio penal del castigo "por palabra y hecho", actos o simples intenciones, en contra del zar. Stalin es un admirador y disc¨ªpulo de Iv¨¢n el Terrible, a quien s¨®lo reprochaba haber sido demasiado clemente por su fe religiosa. ?l iba a ser implacable, incluso con sus m¨¢s cercanos amigos y colaboradores, domando irreversiblemente con los grandes procesos-espect¨¢culo de 1936-1938, y con millones de muertos, tanto al partido comunista como a la sociedad rusa. En 1936-1937 fueron establecidas las cuotas m¨ªnimas de personas a ejecutar en cada territorio de la URSS.
Nicolas Werth menciona mill¨®n y medio de detenidos, s¨®lo en 1937-1938, de los que casi 700.000 fueron ejecutados, la mayor¨ªa sin proceso alguno. La poblaci¨®n confinada en los campos o deportada se acerc¨® a los cuatro millones. La sangr¨ªa en el Ej¨¦rcito tras el proceso de Tujashevski se concret¨® en la expuls¨®n o detenci¨®n de 35.000 oficiales, entre ellos tres mariscales sobre cinco, 13 generales sobre 15, ocho almirantes sobre nueve. Cayeron miembros del Politbur¨® y del Comit¨¦ Central, m¨¢s de la mitad de los delegados del Congreso del PCUS de 1934, en el curso del cual Stalin anunci¨® lo que iba a ser el futuro inmediato con un gesto de humor negro, apuntando simb¨®licamente a los asistentes con un fusil de mira telesc¨®pica que ellos mismos le regalaran.
A lo largo de esos a?os, nadie sab¨ªa si iba llegar en libertad al final de la noche o si al d¨ªa siguiente encontrar¨ªa al vecino o al compa?ero de trabajo. El silencio de los cientos de miles de desaparecidos contrastaba con el espect¨¢culo de los grandes procesos contra viejos bolcheviques -Kamenev, Zinoviev, Bujarin- que asum¨ªan las esperp¨¦nticas acusaciones del fiscal Vishinsky bajo torturas y amenazas contra sus familiares. La apertura parcial del Archivo Stalin, analizado por Pavel Chinsky, demuestra su intervenci¨®n constante en la escenificaci¨®n de las tr¨¢gicas farsas, como si se tratara de la direcci¨®n de un espect¨¢culo teatral. Era la fachada detr¨¢s de la cual se desenvolv¨ªan el terror de masas en el interior de la URSS y los costos¨ªsimos preparativos de las acciones en el exterior que culminaron en 1940 con el asesinato de Trotski en M¨¦xico.
Para Stalin, el terror formaba parte inseparable del ejercicio del poder. Antes del gran terror del bienio 1936-1938 hab¨ªa ordenado el aniquilamiento de los campesinos acomodados (kulaks) entre 1929 y 1931. Tampoco era s¨®lo una receta aplicable a la URSS. Cuando a partir de 1945 la hegemon¨ªa sovi¨¦tica se extienda a la Europa del Este, los procesos de dirigentes ser¨¢n de nuevo el instrumento de afirmaci¨®n de la preeminencia del Kremlin. A estas alturas, el esp¨ªritu del estalinismo se encontraba tan interiorizado que m¨¢s de uno de esos dirigentes altern¨® los papeles de verdugo y de v¨ªctima, como ya sucediera en el curso de los grandes procesos.
La raz¨®n de la fiera
La voluntad punitiva de Stalin confiere al personaje los rasgos de un monstruo, pero es un monstruo que piensa cuidadosamente lo que va a hacer, obra con cautela haciendo de la paciencia el complemento de sus decisiones implacables y llega a ¨¦stas despu¨¦s de tomar en consideraci¨®n las posibles estrategias de sus enemigos, a quienes puede adoptar como aliados transitorios. No existen para ¨¦l consideraciones morales ni respeto hacia otra finalidad pol¨ªtica que no sea la expansi¨®n de la potencia rusa, fundida con el camino hacia el comunismo. Cuando su comisario de Exteriores, Litvinov, condena en 1935 la agresi¨®n italiana contra Abisinia, Stalin le reprende, ya que, a su juicio, lo ¨²nico que interesa es una larga confrontaci¨®n entre Italia de una parte y Francia e Inglaterra de otra, con la URSS vendiendo trigo a los dos adversarios, y ¨¦stos cada vez m¨¢s d¨¦biles. Es la misma l¨®gica que preside su pacto con Hitler en 1939, en una guerra que contribuye a debilitar al mundo capitalista y fortalece a la URSS, con sus ganancias territoriales a costa de Finlandia, Polonia o Rumania. Sue?a tambi¨¦n con "devolver a los turcos a Asia". Ambos dictadores act¨²an como dos g¨¢nsteres que se reparten los mercados en espera de un futuro enfrentamiento, y Stalin cree ver en Hitler un ¨¢lter ego que conjuga instinto depredador y elecci¨®n racional. De ah¨ª su sorpresa y su desesperaci¨®n cuando el 22 de junio de 1941 comenta indignado el ataque alem¨¢n "sin advertencia previa, como bandidos". Pero el gran error ser¨¢ compensado por la victoria de 1945, del mismo modo que antes el desastre de la colectivizaci¨®n agraria hab¨ªa desembocado en la formaci¨®n de una impresionante potencia industrial.
Los frentes populares
En 1939, a la vista de M¨²nich, acuerdo con Hitler. En 1934-36, ante el peligro alem¨¢n, apoyo a la democracia de Europa Occidental con los frentes populares. En conversaci¨®n con Dimitrov, pronto jefe de la Internacional Comunista, Stalin explica que la democracia constituye un obst¨¢culo para llegar al comunismo, pero un obst¨¢culo con el que es preciso contar dado el apego a la misma de los trabajadores europeos. Con la amenaza fascista y anticomunista en puertas, acepta actuar en defensa de la democracia, teniendo siempre en la mente su desbordamiento.
El Frente Popular lleva en su seno la democracia popular, tal y como prueba la evoluci¨®n pol¨ªtica de la Europa sovietizada entre 1945 y 1948. El apoyo a la defensa de la Rep¨²blica espa?ola en el verano de 1936 responde a esas mismas pautas. Desde su lugar de verano en Sochi, sobre el mar Negro, el 14 de agosto, Stalin recomienda prestar una ayuda eficaz, en alimentos y t¨¦cnico-militar, con el cuidado de no implicar directamente a la URSS, que acaba de suscribir el Pacto de No Intervenci¨®n. S¨®lo quiebra ese prop¨®sito con la hist¨¦rica prioridad que desde diciembre de 1936 asigna a la lucha contra el trotskismo. Unos meses m¨¢s tarde, al constatar el fracaso en la exportaci¨®n a Espa?a de los grandes procesos, intentar¨¢ tambi¨¦n sin ¨¦xito fundir el pluralismo del Frente Popular en un bloque dirigido por el PCE. Hubiera sido la primera "democracia popular".
No obstante, el movimiento t¨¢ctico de la acci¨®n unitaria contra el fascismo sobrevivir¨¢, tanto en el PCE como en el PCF y el PCI, al pacto Hitler-Stalin, al promover los movimientos de resistencia democr¨¢tica desde los cuales inician la larga marcha hacia el eurocomunismo de los a?os setenta. ?nico inconveniente: esa apertura a la democracia y la orientaci¨®n totalitaria eran las dos caras inseparables de la moneda estaliniana. Es m¨¢s, al lado del intento de perpetuaci¨®n de un estalinismo tranquilo que supuso el socialismo real, en su versi¨®n sovi¨¦tica y de las democracias populares, tambi¨¦n fue transmitida la l¨®gica de exterminio que el totalitarismo estaliniano comparte con el nazi. En la l¨ªnea de la exaltaci¨®n voluntarista de Mao, con su coste de millones de muertos, el genocidio camboyano de Pol Pot y el r¨¦gimen de Kim Il-Sung en Corea del Norte constituyeron las ¨²ltimas expresiones de una cultura pol¨ªtica tendente a imponer la destrucci¨®n del hombre bajo la m¨¢scara de su emancipaci¨®n.
![Un empleado del Estado retira en Hungr¨ªa lo que queda de una estatua del camarada Stalin.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/VE345UK5LNDB5D3FUK5RVV46DE.jpg?auth=d9191208cee15394db9daeedfdf60c6877b19cf269a596aac57909b6b69f6ae2&width=414)
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