Pulso
Internet fue creado por el Pent¨¢gono como un instrumento militar. Utilizado civilmente, sin que ning¨²n estratega lo pudiera prever, ha servido tambi¨¦n para generar un estado de opini¨®n mundial, que por primera vez en la historia se puede manifestar globalmente de forma simult¨¢nea hasta convertirse en un explosivo planetario. Ca¨ªdo el muro de Berl¨ªn y habiendo quedado la industria del armamento sin enemigo, ahora estamos asistiendo a un nuevo combate entre dos grandes potencias. Una tiene portaviones, bombarderos y unos misiles m¨¢s inteligentes que sus propios generales; la otra acaba de emerger y est¨¢ formada por una legi¨®n innumerable de antih¨¦roes pacifistas y se expresa en p¨²blico juvenilmente con el ardor magn¨¦tico de un inmenso concierto de rock. Nadie pod¨ªa imaginar que la arrogancia simiesca del presidente Bush, alimentada por el imp¨²dico esplendor de las armas, se fuera a encontrar con el desaf¨ªo de esta fiesta airada contra la guerra que convoca Internet el mismo d¨ªa y a la misma hora en todos los pa¨ªses. Esta nueva fuerza se enfrenta al poder hegem¨®nico de Norteam¨¦rica y a la necesidad que tiene su econom¨ªa de sacar del almac¨¦n peri¨®dicamente los grandes pepinos de acero para demostrar qui¨¦n es el que manda. Esta cohesi¨®n instant¨¢nea de la opini¨®n p¨²blica mundial puede generar tanta energ¨ªa como una bomba at¨®mica y con ella se ha establecido ahora un pulso hist¨®rico. Con el codo ahincado en la mesa del Consejo de Seguridad y el antebrazo tenso, de un lado est¨¢ el rey del gallinero George Bush, con el orgullo de la dinamita, asistido por nuestro pollito Aznar; de otro, el resto de la humanidad, que exige para la paz un esfuerzo heroico. Si se produce, esta guerra ser¨¢ genocidio moral contra toda la humanidad desarmada. M¨¢s all¨¢ del tirano de Irak las bombas no s¨®lo caer¨¢n sobre su pueblo ya aplastado. Ser¨¢n arrojadas contra todos los intelectuales, artistas, ciudadanos an¨®nimos, mujeres, ancianos y ni?os del mundo entero. Hasta los cuervos que planean sobre las arenas del desierto llevan grabado en el pico con sangre inocente el Quinto Mandamiento: no matar¨¢s. Pero frente al nuevo orden mundial que intenta imponer Norteam¨¦rica por medio de la omnipotencia de sus armas ya no es el comunismo ni siquiera el terrorismo su enemigo. Un poder emergente est¨¢ naciendo. Es la opini¨®n de cada individuo que, al hacer masa cr¨ªtica por Internet con la del resto de la humanidad, se ha convertido en la m¨¢xima bomba de hidr¨®geno.
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