Tres a?os despu¨¦s de aquella enso?aci¨®n
Acaban de cumplirse tres a?os de aquel momento dulce de la coyuntura -marzo de 2000- en que todo parec¨ªa posible. La econom¨ªa de EE UU crec¨ªa por encima del 4%, no ten¨ªa desequilibrios macroecon¨®micos (baja inflaci¨®n, pleno empleo, super¨¢vit p¨²blico, tipos de inter¨¦s bajos) y las bolsas de valores sub¨ªan y sub¨ªan sin que en ellas pareciese funcionar la ley de la gravedad. Los ciudadanos compraban acciones invirtiendo sus ahorros o endeud¨¢ndose: no hab¨ªa inversi¨®n m¨¢s productiva.
Tres a?os despu¨¦s ha ocurrido lo que Galbraith ha denunciado en sus libros: el espejismo de la especulaci¨®n indolora ha desaparecido y mucha gente ha perdido su dinero. Seg¨²n un informe del ABN Amro la riqueza destruida en ese periodo ha sido de 13 billones de d¨®lares, lo que supone una media de 2.000 d¨®lares por ciudadano; teniendo en cuenta que no m¨¢s del 2% de la poblaci¨®n mundial es propietario de acciones, esa relaci¨®n por habitante es de aproximadamente 100.000 d¨®lares evaporados.
Comparemos algunos ¨ªndices burs¨¢tiles del 6 de marzo de 2000 (el r¨¦cord de subidas) y los del cierre del pasado viernes, el ¨²ltimo d¨ªa h¨¢bil. En la primera fecha, el Nasdaq -que recoge el valor de las empresas de la nueva econom¨ªa, relacionadas con la revoluci¨®n tecnol¨®gica- era de 5.048 puntos; el ¨²ltimo viernes, de 1.340,33 puntos. El Ibex lleg¨® a 12.816,3 puntos; ahora est¨¢ en 5.904,9 puntos.
Si uno acude a las hemerotecas comprueba el estado de enso?aci¨®n en que se encontraba el mundo econ¨®mico. Se hablaba del fin de los ciclos econ¨®micos, motivado por el crecimiento continuo de la productividad que conllevaba la incorporaci¨®n de la revoluci¨®n digital. Algunos institutos de prospectiva vaticinaban una era de crecimiento duradero que pod¨ªa durar, al menos, hasta el a?o 2020. ?Qu¨¦ es lo que ha sucedido desde entonces? En primer lugar, los atentados del 11-S; cuando los aviones se estrellan en las Torres Gemelas de Nueva York y en el Pent¨¢gono (por cierto, seguimos sin saber con exactitud qu¨¦ ocurri¨® en Washington), el mundo ya hab¨ªa entrado en una fase de estancamiento y EE UU estaba a punto de iniciar una peque?a recesi¨®n, pero todav¨ªa no era visible para el conjunto de los ciudadanos. En segundo lugar, se iniciaba una monumental crisis de confianza empresarial: un d¨ªa tras otro se conoc¨ªan casos de contabilidad creativa que indicaban que la situaci¨®n real de muchas sociedades no era la que manifestaban sus cifras oficiales: los consejos de administraci¨®n enga?aban a sus accionistas y trabajadores, y los organismos reguladores (bancos de inversi¨®n y auditoras), por complicidad con el enga?o o por incompetencia de sus an¨¢lisis, no detectaban esa enfermedad moral del capitalismo que es el abuso y la estafa.
En tercer lugar, y por primera vez desde las crisis del petr¨®leo en la segunda mitad de los a?os setenta del siglo XX, nadie saltaba del pelot¨®n: no hab¨ªa locomotora de la econom¨ªa mundial. Las tres grandes zonas (EE UU, Europa y Jap¨®n) permanec¨ªan estancadas, arrastrando con su efecto contagio al resto del planeta. S¨®lo una econom¨ªa poco integrada a¨²n como China segu¨ªa con tasas de crecimiento exponenciales. Por ¨²ltimo, la globalizaci¨®n econ¨®mica se deten¨ªa: las inversi¨®n extranjera y el comercio mundial reduc¨ªan fuertemente su crecimiento.
La analog¨ªa econ¨®mica del fin de la historia de Kukuyama -el fin de la historia econ¨®mica, que conllevaba la limitaci¨®n de los principales problemas econ¨®micos, como la reducci¨®n de la pobreza y las desigualdades- tampoco funcionaba. Ha sido una enso?aci¨®n. Mucha gente ha perdido mucho dinero o porque ha cre¨ªdo en las bondades sin l¨ªmite de la nueva econom¨ªa o porque ha sido enga?ada.
A todo ello se ha unido en los ¨²ltimos tiempos la incertidumbre a?adida al conflicto de Irak. Ahora se dice que cuando ¨¦sta acabe volveremos a la fuente de crecimiento perpetuo y a la alegr¨ªa de los viejos tiempos burs¨¢tiles. En los dos ¨²ltimos d¨ªas h¨¢biles, las bolsas han dado la vuelta y los ¨ªndices han vuelto a crecer. A esto se le llama en el argot el rebote del gato muerto. ?Habremos aprendido algo de la ¨²ltima enso?aci¨®n del capitalismo popular?
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