'Glamour' para tiempos de guerra
Los organizadores de la 75? edici¨®n de los Oscars piden "moderaci¨®n pol¨ªtica" a las estrellas
La ceremonia de los Oscar no se ha cancelado nunca. Durante sus 75 a?os de vida, s¨®lo se ha retrasado tres veces. Por el atentado contra Ronald Reagan, en 1981, se aplaz¨® un d¨ªa. Por los funerales de Martin Luther King, en 1968, dos. Y por las inundaciones que sufri¨® Los ?ngeles en 1938, una semana. Ni la Segunda Guerra Mundial, ni la guerra de Vietnam ni la del Golfo fueron motivos de peso para que los premios m¨¢s importantes de la industria del cine dejaran de celebrarse. Durante la Segunda Guerra Mundial, la Academia se limit¨® a sustituir las estatuillas doradas por otras de un material menos noble. Cuando la guerra termin¨®, los ganadores pudieron cambiarlas por las originales. En 1991, la ceremonia se celebr¨® poco despu¨¦s de la guerra del Golfo. La gala y su gui¨®n -preparados en plena contienda- estuvieron marcados por ella. Fue una gala m¨¢s sobria y austera.
El sindicato de actores advierte de que el pa¨ªs no tolerar¨¢ una nueva caza de brujas
Daniel Day-Lewis: "Ser¨ªa obsceno brincar en la alfombra roja si la gente se est¨¢ matando"
Los rumores de un posible aplazamiento de la gala de este a?o existen. La cadena que retransmite los Oscar, ABC, ha dicho que s¨®lo si el inicio de la guerra coincide con el domingo 23 se cancelar¨ªa la ceremonia. En la tradicional comida de los candidatos (celebrada en el hotel Beverly Hills de Los ?ngeles esta semana), Gilbert Cates, el productor de la ceremonia, asegur¨® que los premios se celebrar¨¢n aunque coincidan con los bombardeos de Bagdad. El productor ech¨® mano de una c¨¦lebre frase -"The show must go on" ("Que no pare el espect¨¢culo")- y neg¨® la posibilidad de que la gala se vea afectada por el conflicto b¨¦lico. Eso s¨ª, seg¨²n el Daily Variety, el productor matiz¨® que, si hay guerra, la ceremonia lo reflejar¨¢ de alguna manera, ya sea con im¨¢genes o incluso con flashes informativos.
Cates tambi¨¦n cont¨® que se ha pedido a los presentadores "moderaci¨®n en sus expresiones pol¨ªticas". Sobre lo que digan los ganadores, se lava las manos: "Son sus 45 segundos. Eso no lo podemos controlar". Ni el productor ni nadie puede controlar el contendido de los discursos, pero este a?o hay ligeras novedades al respecto, que algunos interpretan como presiones veladas. Las nuevas reglas para los ganadores ser¨¢n, al parecer, estrictas: nada de chuletas (est¨¢ prohibido sacar un papelito y leerlo) y nada de listas de agradecimientos. Al quinto nombre que pronuncie un premiado, la orquesta empezar¨¢ a tocar. O sea, se diga lo que se diga, que sea breve.
Hollywood no se ha mantenido al margen de la ola pacifista que recorre el mundo y se han recogido m¨¢s de 1.000 firmas entre sus profesionales (la Academia la forman unos 6.000) en contra de la pol¨ªtica de George Bush. Martin Sheen, Jessica Lange, Sean Penn, Susan Sarandon, Meryl Streep, Tim Robbins y Harry Belafonte, entre otros, se han manifestado abiertamente contrarios a las intenciones de su presidente. Sean Penn (un actor que jam¨¢s pisa la ceremonia de los Oscar) viaj¨® a Bagdad hace unos meses para conocer "de cerca" la situaci¨®n del "enemigo". Penn ha llevado a los tribunales al productor Steve Bing por retirarle, poco despu¨¦s de su viaje a Irak, de un proyecto por sus ideas. Martin Sheen (que interpreta al presidente de Estados Unidos en la serie The west wing) ha se?alado que algunos ejecutivos de la cadena de televisi¨®n NBC le han expresado su incomodidad ante su militancia antib¨¦lica.
El principal sindicato de actores norteamericano, el Screens Actor Guild (SGA) -presidido por una combativa Melissa Gilbert, aquella c¨¢ndida Laura Ingels de La casa de la pradera- se ha pronunciado duramente en un comunicado ante cualquier posible represalia contra sus miembros. "Ni la mera insinuaci¨®n de una lista negra ser¨¢ tolerada nuevamente en este pa¨ªs", dice el SGA. Aunque ha pasado medio siglo desde la caza de brujas del senador McCarthy, Hollywood (que nunca volvi¨® a ser lo mismo desde aquella tr¨¢gica persecuci¨®n pol¨ªtica) todav¨ªa tiembla ante una posible repetici¨®n de aquel desastre. "Un debate abierto", a?ade la SGA en su comunicado, "s¨®lo beneficia a la salud de nuestra naci¨®n. La libertad de expresi¨®n es un derecho constitucional en EE UU".
La gala de los Oscar es, junto a la Super Bowl, el programa de televisi¨®n m¨¢s visto en Estados Unidos. Cuarenta millones de estadounidenses siguen el programa y cientos de millones en todo el mundo. Hace un a?o se utiliz¨® su espectacular difusi¨®n para recordar a los muertos por el 11 de septiembre. A pesar del desgarro, odio y sed de venganza que ha generado en los estadounidenses, el 11 de septiembre fue abordado por Hollywood de una forma positiva, y hasta ir¨®nica. La intervenci¨®n de Woody Allen y las bromas de Whoopi Goldberg (que se disfraz¨® de bombero) ayudaron a desdramatizar aunque fue inevitable que algunos pasajes fueran solemnes. Kevin Spacey fue el encargado de dirigir un breve homenaje, pidi¨® un minuto de silencio que result¨® ligeramente forzado, fuera de lugar en un acto eminentemente festivo.
Esta semana, en el citado "almuerzo de los nominados", Ed Harris (candidato a mejor actor de reparto por Las horas) se?al¨®: "La gala debe celebrarse, pero el tono tendr¨ªa que cambiar. Los Oscar no son un foro pol¨ªtico, pero estar¨ªa bien expresar una plegaria por la paz". Daniel Day-Lewis (candidato a mejor actor por Gangs of Nueva York) fue m¨¢s lejos: "Resultar¨ªa obsceno ponerse a dar brincos sobre una alfombra roja mientras la gente se est¨¢ matando. Habr¨¢ que ser, por lo menos, respetuosos". Nicolas Cage (candidato al Oscar a mejor actor por Adaptation) tambi¨¦n se ha pronunciado: "No soy pol¨ªtico, me expreso a trav¨¦s de mi trabajo". Y John C. Reilly (candidato a mejor actor de reparto por Chicago): "Yo me pronuncio cuando voto. Y mi voto lo mantengo en secreto, igual que mis ideas".
Los Oscar mueven millones de d¨®lares, son el antes y el despu¨¦s para muchos actores y directores. Son, en definitiva, sagrados para una industria que muestra su cara m¨¢s amable y publicitaria a trav¨¦s de ellos. Pocos se han arriesgado a lo largo de la historia a convertir sus minutos de gloria en un arma de propaganda que pueda perjudicar sus carreras. Hay que ser un gigante para darle un corte de mangas a su espectacular maquinaria. En la memoria de los Oscar son escasos los momentos de alto voltaje pol¨ªtico. Uno de ellos ocurri¨® en 1972. Marlon Brando, para quien los Oscar s¨®lo son una ceremonia "grotesca", era candidato a mejor actor por El padrino. Brando, embarcado entonces en la lucha por los derechos de los indios americanos, envi¨® en su nombre a Peque?a Pluma Sacheen. El actor gan¨® y la joven india recogi¨® la estatuilla en su nombre. Peque?a Pluma llevaba un discurso escrito por el actor, pero el productor, Howard Koch, le prohibi¨® hacer uso de ¨¦l. Rodeada de m¨¢xima presi¨®n, Peque?a Pluma improvis¨® unas palabras en nombre de su pueblo. "Yo", recuerda Brando en sus memorias, "me sent¨ª orgulloso de ella. La estatuilla no s¨¦ si llegaron a envi¨¢rmela, no s¨¦ d¨®nde est¨¢ ahora".
Chicago o Nueva York
Cinco pel¨ªculas se disputan ser la mejor del a?o: El pianista, dirigida por el franco-polaco Roman Polanski; Las horas, del brit¨¢nico Stephen Daldry; El se?or de los anillos: las dos torres, del neozeland¨¦s Peter Jackson; Chicago, del estadounidense Rob Marshall, y Gangs of New York, del neoyorquino Martin Scorsese.
Dos de ellas, Chicago y Gangs of New York parten como favoritas. Ambas son proyectos frustrados durante a?os. Tocadas por diferentes infortunios y tocadas tambi¨¦n por esa ¨¦pica tan americana del "m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa". Frente a las otras tres pel¨ªculas (Las horas y El pianista, con un inconfundible perfume europeo, y El se?or de los anillos, con un inconfundible aroma a palomitas), Chicago y Gangs of New York son genuinamente americanas. Chicago (con 13 candidaturas) ha devuelto al p¨²blico el musical, el g¨¦nero glorioso de Hollywood, y Gangs of New York (con 10) tiene esa vocaci¨®n de gran historia americana que tanto les gusta a los acad¨¦micos californianos.
Presentada por segundo a?o consecutivo por el actor Steve Martin, la 75? ceremonia de los Oscar ser¨¢ inevitablemente una gala cargada de estrellas y espect¨¢culo. El cineasta espa?ol Pedro Almod¨®var (candidato a dos oscars, a la mejor direcci¨®n y al mejor gui¨®n original, por Hable con ella) tendr¨¢ el protagonismo de una celebridad internacional; su amigo Caetano Veloso cantar¨¢, junto a la mexicana Lila Downs, uno de los temas principales de Frida y, si las quinielas no fallan, Nicole Kidman lograr¨¢, por Las horas, ser la reina del baile.
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