M¨¢s de 30.000 coches cruzan cada d¨ªa la Casa de Campo
El mayor parque de Madrid, cruce de culturas y modos de vida
Las 1.740 hect¨¢reas de la Casa de Campo se han convertido en pocos a?os en un mundo en el que conviven ni?os, animales ex¨®ticos, turistas, ciclistas, paseantes, prostitutas, emigrantes, jubilados que dedican sus tardes a pescar, polic¨ªas en servicio, amantes del deporte y problemas. Muchos problemas. La Casa de Campo, finca de recreo de Felipe II, es hoy un parque urbano atrapado por la presi¨®n de una ciudad de casi cuatro millones de habitantes y un ecosistema -est¨¢ unida al Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares- que est¨¢ declarado Reserva Mundial de la Biosfera por la Unesco.
La ropa de las prostitutas cuelga de los ¨¢rboles, mientras las familias llevan a sus hijos al parque de atracciones, los ecuatorianos juegan al f¨²tbol y apuestan en los campos p¨²blicos, al tiempo que los ecologistas se echan las manos a la cabeza ante la degradaci¨®n medioambiental y patrimonial que denuncian.
"La ONU no est¨¢ en Nueva York, est¨¢ aqu¨ª, en la Casa de Campo", dice un operario
M¨¢s de 30.000 coches cruzan cada d¨ªa el parque, ya que es el camino m¨¢s corto entre el centro y los ricos Pozuelo y Somosaguas. EL PA?S ha reconstruido una jornada cualquiera en la vida del principal pulm¨®n verde de Madrid.
El n¨²mero de prostitutas en la Casa de Campo ha disminuido en el lapso de un a?o y medio por la presi¨®n policial. De 800 trabajadoras por la noche, se ha pasado a escasamente 100, seg¨²n fuentes municipales. Las que quedan se sit¨²an bajo la ruta del telef¨¦rico y el puente de los Franceses. Han dejado de lado el parque para trasladarse, principalmente, al centro de la ciudad: entre la Puerta del Sol y la Gran V¨ªa, que es donde se encuentra la calle de la Montera.
Cada d¨ªa, 30.000 veh¨ªculos cruzan el parque, llegan a 40.000 los fines de semana, en medio de la desesperaci¨®n de los movimientos ecologistas, que exigen el inmediato cierre del parque al tr¨¢fico.
La Casa de Campo fue creada en 1560. Est¨¢ declarada de car¨¢cter art¨ªstico-hist¨®rico por su alto valor paisaj¨ªstico y ambiental. Ubicada al oeste de la ciudad, junto a la M-30 y en la ribera del Manzanares, se ha convertido en el gran parque de Madrid. Nunca cierra.
Felipe II compr¨® la finca a la potentada familia Vargas. Pas¨® a ser patrimonio de Madrid en 1931 y, desde entonces, los ciudadanos, acostumbrados a vivir encerrados en las estrechas calles de la Villa, organizaron bajo sus frondas celebraciones y reivindicaciones, meriendas familiares, incluso batallas de la guerra civil; all¨ª se han matado, hermanado, amado e incluso prostituido...
Antonio Ortega, banderillero de 37 a?os, lleva cinco a?os practicando la tauromaquia junto a sus compa?eros en la Venta del Bat¨¢n. "Aqu¨ª venimos a entrenar todos los d¨ªas de lunes a viernes, alg¨²n fin de semana tambi¨¦n", dice mientras sus compa?eros practican bajo un sol primaveral.
"Primero hacemos calentamiento, luego entrenamos y terminamos con un partido de f¨²tbol", admite.
Por la ma?ana se ven bastantes jubilados paseando bast¨®n en mano. Tambi¨¦n, deportistas y personas caminando con sus perros. Mientras, los facultativos de M¨¦dicos del Mundo, en una unidad m¨®vil donde trabajan cinco personas, conversan con las prostitutas del lugar. Realizan revisiones ginecol¨®gicas a las meretrices, les dan consejos sobre pr¨¢cticas higi¨¦nicas, entregan condones y les dicen c¨®mo se deben cuidar de enfermedades ven¨¦reas. La mayor¨ªa de las prostitutas provienen del ?frica subsahariana, Europa del Este e Hispanoam¨¦rica.
La rumana Mar¨ªa lleg¨® hace dos meses a Madrid, y ya est¨¢ entregada por completo al mundo de la prostituci¨®n. Trabaja s¨®lo de d¨ªa. Presta servicios sexuales de 15 minutos y cobra unos 25 euros por sesi¨®n. Nunca sale fuera de parque para trabajar.
Las ropas de las prostitutas cuelgan de los ¨¢rboles. Las mujeres se quedan semidesnudas para mostrar sus atributos sexuales y atraer clientes. A los polic¨ªas municipales ya no les se sorprende con nada.
El movimiento Ecologistas en Acci¨®n no es indiferente a lo que ocurre en el lugar. Hist¨®ricamente han protestado contra las agresiones realizadas a la naturaleza. Juan Garc¨ªa Vicente, de este colectivo, ha defendido la Casa de Campo desde los a?os setenta. Todo comenz¨® para ¨¦l cuando se organizaron las primeras asociaciones vecinales de San Pol de Mar y Bat¨¢n: "Hemos estado movilizando a la gente de forma masiva desde 1989". Desde entonces no ha parado su lucha.
Pero no s¨®lo el tr¨¢fico levanta las protestas ecologistas. Ahora, los defensores de la naturaleza centran sus esfuerzos en defender el patrimonio hist¨®rico. La tapia que delimita el parque fue dise?ada por el arquitecto siciliano Francisco Sabatini. "Hemos tenido una constante lucha con el municipio de Madrid", dice Garc¨ªa mientras hojea la informaci¨®n que han recopilado con los a?os. A?ade que no hay una pol¨ªtica de gesti¨®n municipal para el parque, a pesar de que est¨¢ declarado Bien de Inter¨¦s Cultural.
Agust¨ªn Pe?a Felices, jubilado y antiguo trabajador municipal, llega en un turismo blanco, en compa?¨ªa de su perro pastor alem¨¢n. Todas las noches, de lunes a viernes, de 23.00 a 4.00, est¨¢ en el parque para alimentar a los patos y cuidar de que todo est¨¦ en orden. Recorre el lago en compa?¨ªa de su perro y de un palo para protegerse. "Yo fui hasta 1996 operario aqu¨ª, en el lago, desde la ma?ana hasta la noche. Conduc¨ªa las barcazas, la gente que sol¨ªa pasear se lo pasaba muy bien conmigo. Durante los veranos me acercaba al g¨¦iser para que les llegara un poco de brisa. Eso me gustaba mucho", dice.
Pero desde que se jubil¨® no se puede separar de sus patos. Por eso, todos los d¨ªas los alimenta y los cuida para que no les pase nada. Agust¨ªn tiene cinco hijos, uno de ellos tambi¨¦n trabaja en este parque. Su esposa ya est¨¢ acostumbrada a que cada noche la abandone para ir a cuidar a sus tan queridos patos. ?l sue?a con un parque donde la gente respete la fauna y flora del lugar, que los ni?os puedan pasear y disfrutar libremente, sin encontrarse con prendas ¨ªntimas de las prostitutas colgadas en los ¨¢rboles. Al igual que los ecologistas, quiere menos tr¨¢fico. "Sin tanto tr¨¢fico habr¨ªa menos prostituci¨®n".
Por un momento se le llenan de l¨¢grimas los ojos. No soporta que traten mal a los animales y que el municipio no haga nada, seg¨²n cree. "Me gustar¨ªa ver alg¨²n d¨ªa a las familias espa?olas disfrutando un d¨ªa de picnic en el parque. Pero ya nadie viene en ese plan. La ONU est¨¢ aqu¨ª, no en Nueva York, sino en la Casa de Campo", asegura.
Entre la humedad de la noche y al costado de un edificio de la Cruz Roja viven Isabel y Carlos. En una peque?a tienda de campa?a, donde s¨®lo caben dos personas, adem¨¢s dos de sus perros, Kaki y Dama. Desde hace un a?o, estos dos ex drogadictos habitan en el parque. Tienen lo b¨¢sico para vivir: un televisor de pilas, radio, productos de limpieza y bolsas de dormir.
Su d¨ªa comienza a las nueve de la ma?ana. Se levantan, toman su desayuno de caf¨¦ con pan y luego van a la Cruz Roja, donde les dan metadona.
La tienda de campa?a est¨¢ limpia. Isabel cuida y barre su peque?o jard¨ªn. Utilizan una mesa de terraza que est¨¢ adornada con flores de pl¨¢stico. Carlos pasea a los perros diariamente por las cercan¨ªas del lago, mientras Isabel adecenta el lugar. "Los de la Cruz Roja han sido muy buenos con nosotros, nos prestan duchas para poder limpiarnos, aunque a veces vamos a Embajadores tambi¨¦n. Ah¨ª, calentamos agua, participamos en su programa de prevenci¨®n de drogas. Ambos reciben 180 euros al mes por su condici¨®n de drogodependientes.
Al cruzar la M-30, en el lado oeste de la Casa de Campo, se sit¨²an los ecuatorianos. Es domingo. Comienzan a llegar a las nueve de la ma?ana. Aparcan sus coches en la calle de Santa Pola y cruzan con las manos llenas de comida y cerveza.
En la cancha de f¨²tbol juegan los equipos de Nuevos Horizontes y Nexaca. Cientos de suramericanos comen, beben y disfrutan. Familias enteras: ni?os, j¨®venes, madres y padres atentos al partido.
Alfredo Guacollante, de 49 a?os, es el tesorero de la liga de f¨²tbol ecuatoriana en Madrid. Lleva cinco a?os en Espa?a. "Somos todos latinoamericanos. Comenzamos en Rosales y hace seis a?os que estamos en este sitio. Veintid¨®s equipos conforman la liga y que juegan en esta cancha. Venimos aqu¨ª para desahogarnos del trabajo. Yo trabajo en el servicio dom¨¦stico, y el resto de mis compa?eros, en la construcci¨®n o la limpieza", indica.
En el campo de f¨²tbol se forma una pelea. Alfredo corre a ver qu¨¦ est¨¢ pasando. "No fue nada. Hubo una peque?a rencilla del jugador 9 con el ¨¢rbitro. Los ¨¢nimos est¨¢n calientes porque Nuevos Horizontes gan¨® 6-2 a Nexaca", dice.
De camiseta roja y pantal¨®n blanco, con el n¨²mero 10 a sus espaldas, a Jorge Nintango se le ve contento por la victoria de su equipo. Lleg¨® hace tres a?os desde Quito. Trabaja en el sector de la limpieza. "Vine a la Casa de Campo porque, a trav¨¦s de unos amigos, me enter¨¦ que aqu¨ª se reun¨ªa gente de Ecuador. La verdad que es muy bonito poder distraernos un poco y compartir con gente de mi tierra. Somos pac¨ªficos, la gente nos ha tachado de borrachos y delincuentes. Lo ¨²nico que hacemos es jugar al f¨²tbol", asevera.
En el extenso parque madrile?o, los d¨ªas entre semana transitan unas 15.000 personas diariamente. Mientras que los fines de semana se llega a 50.000. Unas pescan en el lago, otras pasean, otras hacen el amor, juegan al f¨²tbol o defienden sus piedras. Es la gran casa de Madrid.
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