El paisaje antes de la gran batalla
Los iraqu¨ªes conf¨ªan en que el objetivo sea Sadam. Horas antes del bombardeo masivo, intentaban recuperar cierta normalidad
Hatem hab¨ªa vuelto ayer al trabajo. Lo mismo que Husein Al¨ª y muchos bagdad¨ªes m¨¢s. Incluso F¨¢tima se hab¨ªa atrevido a salir de su casa y por la ma?ana, antes de que a las seis y diez de la tarde cayera el mayor bombardeo sobre Bagdad, daba palique a los vecinos con el mismo desparpajo que antes del ataque. A pesar de que el viernes es el d¨ªa de descanso semanal, Bagdad recuperaba poco a poco su vitalidad antes de ser bombardeada. Tranquilizados por la precisi¨®n de las bombas estadounidenses en los dos primeros d¨ªas, sus habitantes comprendieron que ellos no son el objetivo de esta guerra y la calma de la noche anterior les permiti¨® reponer fuerzas. Sin embargo se pod¨ªa ver un despliegue de soldados dentro de la capital.
"Hemos pasado por esto muchas veces", dicen los habitantes de la capital iraqu¨ª
"El primer d¨ªa ten¨ªamos miedo de lo que iba a pasar", admite Hatem mientras conduce de nuevo su destartalado taxi despu¨¦s de 36 horas de inevitable descanso. "Cre¨ªamos que iba a haber un gran bombardeo", comentaba antes de la ofensiva de ayer, "e incluso que los americanos lanzar¨ªan armas qu¨ªmicas contra nosotros".
En el centro de Bagdad, junto a la ribera occidental del Tigris, la carcasa del Ministerio de Planificaci¨®n muestra el boquete que abri¨® la bomba y las huellas del incendio. No es posible acercarse porque el edificio, que seg¨²n fuentes period¨ªsticas ¨¢rabes albergaba uno de los servicios secretos iraqu¨ªes, se encuentra dentro del recinto del Palacio de la Rep¨²blica. Pero la gente puede verlo desde la otra orilla del r¨ªo. Y saben, por Radio Sawa, Montecarlo o la BBC, que no hubo objetivos civiles.
"Ahora que hemos visto que no ha pasado nada, volvemos al trabajo", explica Hatem como si fuera una obviedad. "Los iraqu¨ªes somos as¨ª", justifica. Da la impresi¨®n de que los dos bombardeos del d¨ªa anterior hubieran sido una simple tormenta con aparato el¨¦ctrico, concluida la cual se vuelve a salir sin paraguas. "Hemos pasado por esto muchas veces", dicen.
"Los civiles no somos objetivo, gracias a Dios", concluye una secretaria de direcci¨®n a quien la falta de sue?o de los ¨²ltimos d¨ªas ha agrandado las ojeras. Tampoco ha dormido bien la noche pasada. "A¨²n est¨¢bamos inquietos, pens¨¢bamos que iban a volver a atacarnos", dec¨ªa. Con el nuevo d¨ªa, sin embargo, se ha atrevido a salir a hacer un par de recados.
Fueron las mujeres y los ni?os los que cambiaron el paisaje de Bagdad el primer d¨ªa de primavera fresco y soleado. Los hombres del Partido Baaz, vestidos de verde y armados con sus Kal¨¢shnikov, segu¨ªan en las calles, pero grupitos de chavales jugaban al f¨²tbol y las mujeres iban y ven¨ªan de una casa a otra. Como F¨¢tima, una se?ora mayor que invita a t¨¦ a los periodistas extranjeros para dejarles clara su simpat¨ªa hacia ellos y su disgusto con los ataques.
"Ojal¨¢ que Estados Unidos se divida en 51 pa¨ªses", interviene el vendedor de t¨¦, indignado por los bombardeos. Aun as¨ª, ayer hab¨ªa podido abrir su peque?o quiosco frente al hospital Al Kindi, a donde los pacientes han vuelto a acudir con gripes, infecciones y enfermedades menores.
Los heridos por los misiles de los dos primeros d¨ªas ingresados en el hospital y el despliegue de tropas que se ve¨ªa por vez primera dentro de Bagdad, recordaban sin embargo que Irak es un pa¨ªs en guerra. En el sector suroeste de la autov¨ªa de circunvalaci¨®n que rodea la ciudad, decenas de soldados montaban sus tiendas bajo los puentes, vestidos con uniforme de camuflaje y apoyados por camiones de abastecimiento. No se ve¨ªan armas.
Los trabajos tambi¨¦n continuaban en la l¨ªnea de trincheras que los miembros del Baaz han cavado al sur de la estaci¨®n el¨¦ctrica de Al Dora. En esa zona, a unos 25 kil¨®metros del centro de Bagdad, los periodistas pudieron ver pasar a gran velocidad a una patrulla de la Guardia Republicana, la unidad de ¨¦lite encargada de defender la capital. Estos soldados, de uniformes negros, viajaban en una furgoneta de caja descubierta con una ametralladora.
La mayor¨ªa de los iraqu¨ªes se muestran menos belicosos. Aunque todos, desde el profesional con estudios superiores hasta el taxista o el ama de casa, coinciden en que "no podr¨¢ gobernarnos un militar extranjero", seg¨²n se?ala Husein Al¨ª a la vuelta de su trabajo en una oficina de tel¨¦fonos de la calle Saad¨²n. Este empleado no disimula su satisfacci¨®n por la operaci¨®n militar contra Sadam Husein. "Nos vendr¨¢ bien que nos ayuden a librarnos de ¨¦l, es un tirano. Ahora bien, de ah¨ª a que se instalen aqu¨ª y nos gobiernen hay un trecho", zanja.
El taxista Hatem opina igual: "Los iraqu¨ªes apreciamos a los extranjeros, somos amables con ellos, incluso si son estadounidenses. Pero eso no quiere decir que vayamos a aceptar que nos gobiernen. Los iraqu¨ªes debemos estar gobernados por iraqu¨ªes", sentencia con gran convicci¨®n.
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